Ha comenzado la cuenta atrás para las elecciones de próximo 25 de marzo. Todas las encuestas coinciden en que el Partido popular, de la mano de Javier Arenas, va a conseguir por primera vez la victoria en Andalucía. De todos los comicios autonómicos celebrados desde los primeros del 23 de mayo de 1982 pienso que nunca como en estos Andalucía tiene tanto en juego.

No es posible establecer un paralelismo con aquellas primeras elecciones, puesto que las circunstancias son por completo diferentes. Entonces se partía de un ambiente político de oposición al gobierno de UCD, dada la posición de este partido ante el referéndum celebrado el 28 de febrero de 1980. Los socialistas eran un valor en alza, entre otras cosas por la habilidad política demostrada en todo el proceso por el presidente Rafael Escuredo. El profesor Caro Cancela, de la Universidad de Cádiz, publicó en 1992 un documentado estudio donde analizaba las primeras elecciones autonómicas andaluzas. He vuelto a consultar dicho trabajo, y he comprobado que las seis encuestas electorales publicadas entonces daban la victoria al PSOE, con unos porcentajes que oscilaban entre el 49,1, en su nivel más alto, y el 29,9 en el más bajo. En el resultado oficial, sin embargo, el porcentaje de voto a los socialistas alcanzó el 52,6.

Entonces, el mayor porcentaje de indecisos estaba en los posibles votantes de UCD, que al final, a la vista de los resultados, se inclinaron por apoyar al PSOE y a Alianza Popular. Otro dato significativo fue que se alcanzó una abstención del 33,7. Recordemos el dato de que en las pasadas elecciones de noviembre la abstención en Andalucía fue del 29,3. De cara a las elecciones del domingo, la cuestión fundamental se halla en ver la decisión que al final adoptarán los que aún no saben qué orientación darán a su voto. Y muy en especial, tal y como señalé aquí hace unos días, será importante lo que hagan aquellos ciudadanos que antes habían votado socialista y que ahora no lo tienen claro.

Quienes decidan abstenerse prestarán su apoyo, de modo indirecto, al PP; otros darán el salto hacia Izquierda Unida o, en menor medida, a formaciones como UPyD o EQUO; un grupo pequeño tomará la decisión de estar al lado del que se presume como vencedor, y cambiará el sentido de  su voto, pues pensará que es buena la existencia de una misma tendencia en el gobierno de España y en el de Andalucía, y por último, estarán quienes decidan mantener su fidelidad de voto al PSOE.

Del número de ciudadanos que tomen esta última decisión dependerá, en última instancia, no tanto una victoria socialista, que a día de hoy se antoja difícil, cuanto la posibilidad de que no haya una mayoría absoluta de la derecha.

Optar por esto último no significa, como pretenden hacer creer los populares, que se tenga miedo, sino que se parte de un análisis de aquello que puede resultar más beneficioso para Andalucía, incluso casi se podría afirmar que algunos dirán que se trata de una opción por lo menos malo.

Pero sobre todo convendría que reflexionáramos acerca del hecho de que en este país siempre manifestamos nuestra ira con las papeletas de voto los ciudadanos de izquierdas, siempre prestos a castigar a nuestra opción. Mientras tanto, la derecha no tiene problemas para mantener la fidelidad de sus votantes, como se puso de manifiesto de forma clara en la Comunidad valenciana. En  conclusión, la incertidumbre está en saber si el PP conseguirá o no mayoría absoluta, y si no es así, convendría estar atentos a lo que manifieste Arenas, un mal perdedor, como ya demostró en las elecciones generales de 1993.