La hora de la clase política no es la hora de la ciudadanía, parece que se rigen por husos horarios distintos. Las prisas de los políticos no coinciden con las impaciencias de la gente. El fenómeno se da en casi todos los países. A Salvini en Italia la prisa que le entró por adelantar las elecciones le ha dejado en la oposición.

En Inglaterra, el golpe al Estado de Boris Johnson al pedirle a la Reina la suspensión del Parlamento contrasta con el deseo de la mayoría de recapacitar sobre el portazo del Brexit.

En Francia, el Gobierno ha convocado para septiembre una Convención Ciudadana sobre el Clima para debatir e intentar sincronizar la agenda de la transición ecológica con los deseos de la sociedad civil.

En España, los negociadores para la formación del gobierno prefirieron y prefieren apurar los plazos y no se han dado las prisas que les demanda la sociedad.

En este contexto, es más que razonable plantear que la tercera vía de Pedro Sánchez: el programa común progresista incluya un catálogo de urgencias políticas, que ordene las prioridades de las soluciones que se proponen para los principales problemas del país.

Es verdad que España tiene un problema con los ajustes horarios, pero eso no debe ser coartada para no intentar que nuestros gobernantes cuadren sus agendas con las prioridades que la sociedad española refleja en las encuestas del CIS, por ejemplo.

Macron, sin ir más lejos, convocó un gran debate ciudadano para reconducir el creciente divorcio entre las élites de París y la Francia olvidada de las provincias evidenciado por la revuelta de los chalecos amarillos.

Como no se puede hacer todo al mismo tiempo y las varitas mágicas no existen, elaborar un catálogo de urgencias políticas del futuro Gobierno sería un documento muy necesario y esclarecedor para devolver la confianza ciudadana en nuestros representantes.