Más allá de las sospechas de los partidos izquierdas, a quienes la cocina de San Telmo ofrece los platos más insulsos, los resultados del último Barómetro de Andalucía también desconciertan a algunos expertos y analistas.

Con una muestra científicamente muy solvente de 3.600 entrevistas telefónicas, el sondeo supervisado por la Consejería de Presidencia que dirige Elías Bendodo y conocido esta semana pronostica que las tres derechas volverían a sumar mayoría absoluta, y hasta incluso se permite presagiar que los escaños de dos de ellas, PP y Vox, podrían superar la barrera de los 55 sin necesidad de apoyarse en Cs.

No solo Bendodo

Pero, por mucho que el PSOE y Adelante se rasguen las vestiduras, el Barómetro Andaluz no es la única encuesta en prevé un segundo triunfo de las derechas autonómicas.

Es cierto que ninguno de ellos es tan pródigo con los partidos de la mayoría que sostiene al Gobierno de Juan Manuel Moreno, pero su conclusión es la misma que viene ofreciendo el Barómetro: las derechas engordan y las izquierdas menguan.

Un sondeo de NC Report para La Razón, publicado el pasado 2 de diciembre, pronosticaba que PP, Vox y Cs sumarían entre 56 y 59 diputados, aunque el PSOE volvería a ser el partido más votado con el 28,9% de los votos, lo que se traduciría en 37 o 38 escaños frente a los 33 sumados en 2018.

Un segundo sondeo, de SW Demoscopia para Publicaciones del Sur y difundido el 1 de diciembre, atribuía hasta 63 diputados a las tres derechas de PP, Cs y Vox, con el PP 1,8 puntos por encima del PSOE (26,9%), que bajaría entre uno y dos diputados.

¿Andalucía 'independiente'?

Los datos arrojados por la encuesta pública y las dos privadas sobre lo que sucedería en unas elecciones autonómicas contrastan, sin embargo, con la traslación al ámbito andaluz de los resultados de sondeos nacionales.

El último de ellos lo firmaba el pasado día 16 GAD3 para la cadena COPE: el PSOE ganaría en Andalucía en unas generales que se celebraran ahora al obtener los mismos 25 escaños que en los comicios de noviembre pasado, mientras que el PP lograría 17, dos más que en 2019.

¿Cómo explicar una diferencia tan pronunciada entre los resultados de unas regionales y unas generales? ¿Acaso en las autonómicas ha empezado el sur a votar en clave andaluza y diferenciada de la clave nacional, como desde hace décadas lo viene haciendo Cataluña? ¿Acaso en unas andaluzas el PP ganaría y el PSOE perdería porque Juan Manuel Moreno tiene mucho más tirón que Pablo Casado y Susana Díaz mucho menos que Pedro Sánchez?

¡Es la participación, estúpido!

La explicación estaría no tanto en los liderazgos como en la participación. En efecto, los resultados de GAD3 se basan en una hipótesis de participación del 64 por ciento, mientras que el Barómetro de la Junta rebaja la movilización electoral en unas autonómicas hasta un 48 por ciento.

La encuesta institucional prevé, pues, una abstención histórica del 52 por ciento, unos nueve puntos más que en las elecciones de diciembre de 2018, que dieron la victoria a las derechas gracias precisamente a la elevada –y sorpresiva– abstención de los votantes de izquierdas.

Conclusión: el votante conservador estuvo entonces –y presumiblemente sigue estando– mucho más movilizado que el votante progresista. Tal deducción es algo más que una conjetura: la publicación en 2019 por el Instituto Nacional de Estadística de los niveles de renta por zonas, facilitados por la Agencia Tributaria, confirmaba que en las elecciones generales de abril de ese año, primero, los votantes más pudientes votaron a PP y Cs y, segundo, junto con los de Vox acudieron a las urnas más masivamente que los del PSOE y Unidas Podemos.

Moraleja: en un escenario como el actual, la izquierda solo podría desalojar a la derecha de la Junta de Andalucía si lograra incentivar a sus votantes, de modo que no se quedaran en casa como hicieron en diciembre de 2018.

Lograr tal cosa no será nada fácil, pero si el PSOE y Unidas Podemos/Adelante no lo consiguen, la culpa no será de Pedro Sánchez, Pablo Iglesias o Alberto Garzón.

El sesgo

La baja –y hasta bajísima– participación que auguran los sondeos es, pues, parte de la explicación de por qué Andalucía parece haberse vuelto de derechas, aunque el problema tendría solución si la izquierda convence a su gente de que vaya a votar.

Pero además de esa causa digamos natural, hay otra más bien artificial que explicaría lo que sin duda sería un vuelco histórico en la que ha venido siendo durante décadas la comunidad más socialista de España.

Esa segunda explicación sería, según algunos expertos, que, no ya la cocina, sino la propia muestra del Barómetro Andaluz estaría claramente sesgada hacia la derecha, en el sentido de que el votante conservador parece tener en ella una presencia desproporcionada en relación a su peso histórico.  

Los recelos a propósito del sesgo conservador de la muestra oficial se concentran en este dato: en una escala de 1 a 10, donde 1 fuese la extrema izquierda y 10 la extrema derecha, para el Barómetro Andaluz la media del posicionamiento de los andaluces es 5,3.

Se trata de una autoubicación que, por primera vez en 34 años, desplaza claramente hacia la derecha a un electorado andaluz que durante casi cuatro décadas fue mayoritariamente de izquierdas, como puede apreciarse en el cuadro elaborado por la investigadora Fátima Recuerdo a partir de datos del CIS.

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En efecto, según el Centro de Investigaciones Sociológicas, desde 1986 la autoubicación ideológica del electorado andaluz ha oscilado entre el 4,2 de 1990 y el 4,7 de 2019.

Esta última nota de 4,7, no incluida en el cuadro, corresponde al Barómetro Poselectoral del CIS de enero de 2019, un mes después del 2-D. Solo unas semanas antes, el Barómetro Preelectoral de noviembre de 2018 situaba la media ideológica de los andaluces en el 4,55, casi dos décimas más a la izquierda que un mes después.

Las dos caras de loa moneda

Dicho sesgo explicaría por qué las derechas mejoran tanto en 2020 sus resultados de 2018 y por qué las izquierdas los empeoran, pues si quienes son preguntados profesan mayoritariamente convicciones conservadoras, sus respuestas serán del mismo tenor, una variable que nada tiene que ver con que la participación sea más alta o más baja.

Por eso, en el Barómetro de la Junta a la pregunta de “qué partido puede dar una mejor respuesta a los problemas de Andalucía”, el PP casi dobla al PSOE: 18,7 frente a 9,9 por ciento.

Y la guinda que mancharía aún más el historial socialista: Vox, con un 9,7 por ciento, prácticamente iguala al PSOE como partido que según los andaluces daría “una mejor respuesta” a su problemas.

El reverso la moneda lo hallamos en la opinión de los encuestados sobre la gestión del Gobierno de España: es buena solo para el 9,8 por ciento de una masa de entrevistados que, sin embargo y según el sondeo de GAD3, volvería a dar la victoria electoral al partido que lidera dicho Gobierno.

Y algo parecido sucede con Juan Manuel Moreno y Pedro Sánchez: la gestión del primero es buena o muy buena para el 34,9 por ciento, y mala o muy mala el 36,2, mientras que la del socialista es buena o muy buena el 13,1 y mala o muy mala nada menos que para el 64,7 por ciento.

El modelo ideológico del voto

¿Es verosímil que en solo dos años una Andalucía que históricamente siempre fue de izquierdas se haya hecho de derechas? Parece altamente improbable, pero en tiempos tan volátiles como estos ni el sociólogo más filosocialista se atrevería a decir que es imposible. 

En un trabajo, anterior a la irrupción de Vox, sobre el modelo ideológico del voto en Andalucía, la investigadora de la Universidad Pablo Olavide de Sevilla Fátima Recuerdo, hoy profesora interina en la Universidad de Granada, conjeturaba que “la aparición de nuevas formaciones políticas, como Podemos o Cs, puede provocar que el modelo ideológico de voto pierda parte de su capacidad explicativa y/o de su vigencia”.

Para Recuerdo, “el análisis efectuado muestra que los andaluces tienen unas orientaciones ideológicas muy estables, ya que las mismas prácticamente no varían a lo largo del tiempo”.

Aunque constataba que los nuevos partidos “tratan de trasladar la competición partidista desde el eje ideológico a un nuevo eje representado por la contraposición entre la vieja y la nueva política”, la profesora Recuerdo concluía en que las autonómicas andaluzas de 2015 los votantes de todos los partidos políticos, tradicionales y nuevos, siguieron optando en las urnas “por la formación con la que tenían una menor distancia ideológica”.

La única excepción fueron los votantes de IU, “ya que la aparición de un partido considerado por los ciudadanos como cercano ideológicamente al mismo, Podemos, distorsionó la aplicabilidad del modelo ideológico del voto en este caso”. Una conclusión, por cierto, muy alejada, de la versión oficial de la exlíder morada Teresa Rodríguez, según la cual IU salió mal parada en aquellas elecciones por haber gobernado en coalición con el PSOE.