Las elecciones del pasado 20 de diciembre han dejado un panorama político complicado y complejo. Pero queda claro que, más allá de la estricta aritmética parlamentaria, el inapelable veredicto de las urnas es una demostración palmaria de que en el conjunto de España hay una mayoritaria pulsión de cambio. De profundo cambio institucional y político. De cambio social y también territorial.

Como ha sucedido ya en otras tres naciones del sur de Europa como son Italia, Grecia y Portugal, el rechazo radical a las férreas e inmisericordes políticas de austeridad impuestas particularmente por Alemania y sus ricos aliados ha dado paso a nuevos gobiernos de coaliciones progresistas y de izquierdas, presididos respectivamente por Matteo Renzi, Aleksis Tsipras y Antonio Costa.

Si, como todo parece indicar, ni Mariano Rajoy ni ningún otro dirigente del PP consigue alcanzar la investidura como presidente del Gobierno, ¿por qué no va a tener derecho Pedro Sánchez de conseguirla mediante una política de pactos con otras formaciones, comenzando por la muy variada amalgama creada alrededor de Podemos y acabando por lo poco que queda de IU, ahora UP, sin olvidar a algunos grupos nacionalistas que parecen estar dispuestos también a apostar por el gran cambio político, social, institucional y territorial exigido por una amplia mayoría de españoles en las urnas?

El PSOE, perdedor en estos comicios, puede acabar siendo el ganador. Para ello debe asumir de una vez por todas que le resultará difícil, si no imposible, gobernar de nuevo España siendo, como es ya ahora, no solo la cuarta fuerza en la Comunidad de Madrid sino la tercera en las tres comunidades históricas, esto es en Cataluña, País Vasco y Galicia, así como en Valencia y Baleares.

Solo desde la asunción de la pluralidad nacional de España y también de la cada vez más evidente pluralidad de las fuerzas progresistas y partidarias del cambio el PSOE podrá volver a gobernar España. Y no solo ahora sino también en el futuro.

Las fuerzas centrípetas, ancladas casi siempre en el voto anciano y rural, deben dejar paso a otras fuerzas, tal vez centrífugas, sin duda más jóvenes y también más urbanas. Es algo así como pasar de lo analógico a lo digital, o del papel a la pantalla.

Este es el reto urgente para el PSOE. Y con el PSOE, para todas las fuerzas que de verdad son progresistas y partidarias del cambio.

¿Quiere ello decir que el PSOE debe asumir sin más todas y cada una de las condiciones que la planteen sus posibles aliados? Está claro que no. Es la hora del diálogo, la negociación y la transacción. Cada parte deberá ceder para alcanzar el gran acuerdo de progreso que la mayoría de la sociedad española exige. Quien no lo haga, o quien impida este acuerdo, será responsable del fracaso de esta histórica posibilidad de cambio que las urnas establecieron el 20-D.

Por cierto, déjenme terminar con unas pocas preguntas hechas sin acritud ninguna: ¿no gobierna Extremadura el socialista Guillermo Fernández Vara con el apoyo de Podemos?, ¿no gobierna Castilla-La Mancha el también socialista Emiliano García-Page gracias a los votos de Podemos?, ¿no gobierna Andalucía la asimismo socialista Susana Díaz con el apoyo de Ciudadanos?, ¿no gobernaron España los socialistas Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero gracias a los votos de formaciones inequívocamente nacionalistas como CiU, PNV e incluso ERC, entonces y ahora partidaria de la independencia de Cataluña? 

Jordi García-Soler es periodista y analista político