La ignorancia es la madre del miedo, dijo en el siglo XVIII el filósofo escocés Henry Home, porque, efectivamente, el conocimiento sobre aquello que tememos suele disipar el temor a enfrentarlo. Nelson Mandela dijo en uno de sus discursos otra gran verdad, que la valentía no es la ausencia de miedo, sino el triunfo sobre él. El hombre valiente no es aquél que no siente miedo, sino aquél que le conquista.

¡Ay, el miedo! Cómo nos le inyectan en vena desde que nacemos. Miedo subconsciente al mundo, a lo desconocido, al infierno, a lo foráneo, al cambio, al pecado, a lo diferente, al qué dirán, al castigo... Llevamos el miedo inmerso en nuestro ADN tras muchos siglos de adoctrinamiento por parte de esos que se autoerigen como los guardianes y expendedores de su moral inmoral. De tal manera que el miedo, tanto a nivel personal como colectivo, forma parte inherente a nuestra condición, como individuos y como sociedad, frenándonos en la expansión de lo que somos e inhibiendo nuestra evolución natural.

No me cabe duda de que el resultado sorprendente de las recientes Elecciones del 26J está muy relacionado con él, con el miedo. Los españoles estamos tan habituados al abuso que hemos decidido seguir dejándonos someter y abusar; como el preso que, habituado a su celda, tiene pavor a salir de ella y a sentirse en libertad. Como el que, secuestrado, acaba venerando a su secuestrador y aceptando como natural su maltrato, muchos españoles han votado a la derecha por miedo al triunfo de las nuevas fuerzas de izquierdas emergentes, cuya honestidad está por ver, aunque la indecencia y la corrupción de la derecha están más que vistas. Y ello, perjudicando a toda la izquierda y fuerzas progresistas. Es un miedo que ha sido alentado desde las tribunas mediáticas, desde la prensa y desde los discursos de los políticos neoliberales y reaccionarios durante muchos meses; haciendo buenas las palabras de Octavio Paz: las masas humanas más peligrosas son aquéllas en cuyas venas ha sido inyectado el veneno del miedo, del miedo al cambio.

Yo tengo miedo. Lo confieso. Pero mi miedo es el contrario. Tengo miedo a que en este país no cambien las cosas y sigamos sometidos a los caprichos voraces de los neoliberales. Tengo miedo a que se siga perpetuando la España negra. Tengo miedo a que sigamos involucionando, a tener ministros del Opus, a seguir en esta teocracia solapada en la que nos encontramos, a que sigan despreciándose los derechos y las libertades, a que algunos sigan llevándose el dinero público a paraísos fiscales, a que la corrupción y el robo sigan siendo la norma para los que nos gobiernan; a vivir en un país en el que no se respetan los Derechos Humanos, en el que se criminalice la pobreza a la vez que se genera, a sentirme en un lugar que no progresa, sino que retrocede a buena marcha, en el que la libertad, la tolerancia y los derechos son sólo palabras que ornamentan los cínicos discursos de los gobernantes. Tengo miedo a que haya un pacto entre partidos que suponga la continuidad de los cuatro terribles años del gobierno Rajoy. Tengo miedo a vivir en un país duro, cruel, yerto y hostil que no evolucione.

A pocos días del “triunfo” del Partido Popular en el 26J, nos enteramos de que el gobierno de Rajoy sigue vaciando el Fondo de Reserva de las pensiones en 8.700 millones de euros más. Y ya van 42.000 millones de euros saqueados a las pensiones de los españoles desde 2011. Se anuncia después de los comicios, como dios manda. Que el rebaño tenía que votar. Y justamente tres días después de las Elecciones el Gobierno anuncia una subida de la luz. Una subida del 0,2% en el recibo de la luz a casi trece millones de usuarios. Y no hemos hecho más que empezar. ¿Cómo no tener miedo a estos señores que en lugar de velar por los intereses de los ciudadanos pareciera que van con espada en mano cortando las cabezas de los contribuyentes y de los más vulnerables?

Pero tenemos lo que nos merecemos. Ya lo dijo en una entrevista el actor José Sacristán, en mayo de 2015, sobre el voto a los corruptos: “Con todo lo que se sabe, muchos de estos volverán a ser votados y aplaudidos, y será el momento de reconocer que somos un país de mierda”. Sea como sea, lo que está muy claro es que un amplio sector de españoles ha elegido su voto en base al miedo al cambio; en base al miedo.  Y ello es un signo claro de la ignorancia que nos envuelve, o mejor, de un marcado analfabetismo, según el ideario de Alvin Toffler, quien dijo al respecto que los analfabetos del siglo XXI no son aquellos que no saben leer o escribir, sino aquellos que no saben aprender, desaprender y reaprender.  Y en España no hemos desaprendido, ni queremos reaprender.