El presidente de la Generalitat en funciones, Artur Mas (d), junto a la vicepresidenta Neus Munté (i), consulta su dispositivo móvil en el Parlament.



En la reunión que han mantenido esta mañana los integrantes de Junts pel Sí, Artur Mas ha vuelto a demostrar que su chistera es inagotable a la hora de sacar conejos. Esquerra le ha pedido que deje paso a otro candidato a la presidencia. ¿Y qué ha hecho Mas? Proponerles que entren en su gobierno en funciones hasta las elecciones del próximo seis de marzo. La respuesta de los republicanos ha sido “¿Para qué?”.

Un gobierno para no gobernar
Según manifestaban algunos dirigentes de Esquerra, Mas no quiere hundirse solo y pretende salvar su escaso crédito político escondiéndose, otra vez, detrás de coaliciones y siglas. “Si se cree que nosotros vamos a pagar el pato de la corrupción de su partido, va listo”, decía visiblemente enfurecido esta mañana un diputado republicano.

Porque ésa es la táctica de Mas a día de hoy. Seguir manteniendo la imagen de líder del proceso y llegar a marzo con una reedición de Junts pel Sí, que le libre del más que asegurado descalabro electoral que sufriría en caso de ir solo con las siglas del partido de Jordi Pujol. Con las carnes escocidas después de las generales, en las que Democràcia i Llibertat empató a diputados con Esquerra, el president en funciones busca aliados desesperadamente. Pero, según manifestaba otro diputado de Junts pel Sí, “lo hace desde la arrogancia y el despotismo”, añadiendo “¿En qué cabeza cabe insultar hoy a las CUP para ir mañana a pedirles que le voten en la investidura. ¡Este hombre está para que lo encierren, es como un pollo al que le cortan la cabeza y sigue corriendo!”.

El calendario de los juicios por presunta corrupción de la familia Pujol pesa, y mucho, sobre Mas. La ley le obliga a convocar elecciones este lunes. Esta lucha contra reloj le obliga a lanzar un ataque kamikaze: quiere convencer a Oriol Junqueras para que entre en un gobierno en funciones, cosa discutible desde el punto de vista legal y, en paralelo, intenta convencer a los  miembros de las CUP a ver si lo invisten y se ahorra los comicios. Ha llegado a ofrecerles la Conselleria de Educación, en perjuicio de Irene Rigau, consellera en funciones, imputada por el referéndum del año pasado y bastante dolida por sentirse tratada como moneda de cambio con los cupaires.

Con ellos tenían que verse hoy y lo que ha sucedido también es de sainete.

Transparencia a la soviética
Ni se sabía dónde iban a reunirse ni la agenda a tratar. Las CUP y los dirigentes de JxS hacían, según sus propias palabras, “un último esfuerzo”. La formación radical había convocado una rueda de prensa a las cinco de la tarde para dar cuenta de cómo había ido la reunión. Luego, la han postergado a las seis y, finalmente, la han anulado diciendo que ya dirán en los próximos días lo que hay. Están donde estaban. La gente de Mas insiste en que ha de ser el candidato a la presidencia y los cupaires se mantienen en sus trece de que cualquiera menos Mas.

Según nos cuentan personas muy próximas a la negociación, les han dicho: “Pedid lo que queráis”. A lo que las CUP han respondido que lo que pedían está claro desde el primer momento, y es que el candidato sea cualquier otro que no sea el actual president. Amenazas veladas, caras agrias, frases susurradas entre dientes como “con éstos no se puede” y ningún resultado hasta el momento presente.

La asociación “Súmate”, integrada por personas castellano parlantes que da apoyo a Mas y al proceso, ya había intentado hacer una aproximación entre ambas posturas, así como la trinidad de entidades soberanistas integrada por la Asamblea Nacional Catalana, Ómnium Cultural y la Asociación de Municipios por la Independencia. Pero todo ha sido dar vueltas a lo mismo. Sin Mas habrá elecciones, decían unos, y con Mas no habrá investidura ha dicho la CUP. Como el viejo chiste de Pajares en el que un cliente pedía una madalena y el camarero no sabía cómo decirle que no tenía.

En el momento de escribir esta crónica lo único que está claro es que Mas ha montado un buen pollo que tiene paralizada Cataluña, su gobierno, su parlamento y sus instituciones. El desgaste es tan brutal que incluso sus socios ya se atreven a decirle que lo deje, mientras que él sigue corriendo arriba y abajo.

Como decía el dirigente de JxS: “Como un pollo sin cabeza”. Al menos, hasta el lunes, salvo error o tamayazo.