El dinero  tiene miedo de Artur Mas
Artur Mas ha vuelto a cosechar otra derrota. El actual presidente de la Cámara de Comercio de Barcelona, Miguel Valls, ha logrado obtener la reelección por el abrumador resultado de cuarenta votos a favor, siete en blanco, uno nulo y cinco en contra. Los cinco, claro está, pertenecen al llamado “sector crítico”, afín a Mas, Convergencia y el proceso.

Mas lleva mucho tiempo intentando que le secunden los empresarios, aquellos que, al fin y al cabo, siempre habían defendido a Jordi Pujol. Pero, a día de hoy, a excepción hecha de la Sectorial de Empresarios por la Independencia, de la Asamblea Nacional Catalana, y del apoyo sin fisuras de la familia Carulla, amos de Gallina Blanca, nadie da un duro por Mas y su aventura.

Noticias como la de que el grupo Valls Companys, un auténtico coloso en el sector cárnico, haya decidido instalarse en Madrid, sientan como un mazazo en el entorno de Mas. No es un tema menor. El grupo factura 1.300 millones de euros anuales y es uno de los más importantes de Europa en el sector agro ganadero.

El presidente del mismo, Joan Vall Palou, al igual que los propietarios de los todopoderosos laboratorio Almirall, un gigante de la industria farmacéutica, optan por tener sus sedes en la capital de España. Igual que Lara, de Planeta, dijo que si había independencia, se trasladaba de Barcelona a Madrid ipso facto, los pesos pesados empresariales están haciéndolo ya, sin esperar a que el desastre se proclame. No se fían de Mas ni de su gente. “Són uns ximples”, son unos locos, me decía no hace mucho un conocido industrial catalán.

Multinacionales como la francesa Schneider, puntera en el sector energético y una de las cincuenta mejores empresas europeas, ya está en Bilbao tras abandonar Catalunya. El propio presidente de la OHL, Villar Mir, lo ha dicho: “Más de mil empresas han abandonado Catalunya ante el riesgo de una posible independencia”.

De eso no se habla en TV3 ni en Catalunya Ràdio. Todo va bien y el mundo nos mira. Menos los empresarios, que nos miran muy de lejos.

¿Quién tiene Mas a su favor en el campo empresarial?

Los buenos y los malos empresarios
Un militante de la CNT bien podría decir que no hay empresario bueno, porque forma parte de su ADN ideológico. La propiedad es un robo. Pero que la gente de Mas se enfrente a los que han sido su principal aliado estratégico, los empresarios, calificándolos de explotadores y de malos catalanes, es bastante curioso.

Y sin embargo, es así. Los últimos tres años han sido testigos de cómo en Catalunya se ha perseguido a todos aquellos que, gracias a su posición como propietarios de sólidas empresas, no han querido sumarse al proyecto personalista de Mas, que no es otro que su propia supervivencia. Hartos de pagar diezmos de tres, cinco o cincuenta por ciento, hartos de la inacción del gobierno convergente, hartos de las derivas suicidas de Mas, el dinero lo ha dejado en una total soledad. Quedaron atrás los días en los que Pujol descolgaba el teléfono y la patronal Foment del Treball se ponía en primera posición de saludo.

Aparte de la ya citada y todopoderosa familia Carulla, de la que ya se ha hablado en algún otro artículo y sobre la que habrá que volver a hablar, lo cierto es que a Mas sólo le secundan empresarios de tercera regional. Ni un solo nombre sólido. Un buen ejemplo es su candidato a presidir la Cámara de Comercio, el derrotado Miquel Martí Escursell, propietario de Moventia y, entre otras cosas, destinatario de concesiones en el campo de los transportes, como el Tranvía de Barcelona.

Resulta chusco escuchar en labios de prohombres nacionalistas, más de derechas que Don Pelayo, la palabra traidores, especuladores y parásitos refiriéndose a Joan Rosell, Gay de Montellá, Planeta o la CEOE. En la sectorial empresarial, es un decir, de la ANC se oyen a diario epítomes durísimos contra tales organizaciones que no enviaría ni el mismo Buenaventura Durruti.

Josep Pla advertía que lo que más temía el empresario catalán era al anarquista, sobre todo a los venidos de fuera – el anarquista de La Torrassa, murciano, castellano parlante y radical -pero nunca llegó a sospechar que los herederos de Cambó, los hijos de las familias que hicieron fortuna durante el franquismo – léanse Pujol y Mas, por ejemplo – acabarían por asumir como propio el lenguaje antisistema de la FAI.

Y aún se extrañan de que, incluso los suyos, los dejen por imposibles. ¡Cosas veredes, amigo Sancho!