Hace unos meses, muchos españoles de clase media y obrera votaron a la derecha quizás creyendo que ésta sabía más de los dineros, arreglaría la crisis y algo de sus migajas caería sobre ellos. En cierto sentido, compartían con Perilo esa modesta ambición, y ahora se echan las manos a la cabeza ante las subidas de impuestos, los sueldos congelados, los servicios públicos recortados y las prestaciones eliminadas.
Pero al igual que al escultor griego, no se puede culpar a estos votantes sólo de avaricia, porque su error también fue propiciado por la ingenuidad. Perilo, al menos, tenía la excusa de que en su época no existía Internet, y podía no haberse enterado de la crueldad del tirano. Aunque este punto es poco creíble cuando decides vender al sátrapa local la última tecnología en tortura.
En cambio, a los españoles se les avisó por activa y por pasiva del guión que escondía Rajoy durante la campaña electoral, pero decidieron hacer oídos sordos. Además, tenían sobradas pruebas de la que se nos podía venir encima. No en vano, quienes ahora tienen el control del Gobierno son los mismos que han llevado a la Comunidad Valenciana a la bancarrota. Y el Ministerio de Justicia ha servido para cumplir el capricho de un alcalde que ha dejado en Madrid una agujero de 7.000 millones de euros.
Si los casi 11 millones de votantes del Partido Popular fueran unos potentados, asiduos al limpiabotas del Ritz como Javier Arenas, podría entenderse el sentido de su voto. Pero es evidente que en España no andamos tan sobrados de ricos. Y sin embargo, nada más llegar a La Moncloa, nuestro Falaris contemporáneo, Mariano Rajoy, ha aprovechado para meter en su horno particular a todos los asalariados, que una vez más son los pringados que pagan el pato para salir de la crisis.
En cierto sentido, es lógico cebarse con los más débiles. Con los ricos corres el riesgo de que no sepan por qué les pasas el cepillo, ya que la crisis les ha pasado de largo. La venta de coches para curritos sigue cayendo, pero la de vehículos de lujo se ha doblado en 2011. Las grandes fortunas españolas crecieron un 6% el año pasado. Y la desigualdad entre el 10% más rico y el 10% más pobre ha vuelto a aumentar: ahora ese segmento cobra 11,9 veces menos que los más desfavorecidos.
Queríamos que nos sacasen de este cenagal los representantes de quienes más se están beneficiando de la crisis. El pasado 20 de noviembre, los españoles le regalamos a Mariano un toro enorme en forma de pensión completa en La Moncloa. Y ahora, a muchos, les ha pillado por sorpresa el olor a chamusquina en el que se están cociendo. Disfrutemos lo votado.
Marcos Paradinas es redactor jefe de El Plural