La soledad no elegida es una perra. Puede rodearte como un lazo y ahogarte. Acompañada de la pena, la soledad es un veneno que circula por tus venas, llegando a cada punto de tu dermis y destrozando tu vida. Tras la muerte de mi padre, la soledad de mi madre es mi mayor pesar. Mujer fuerte, la combate de forma estoica. Amor, familia y humor.

El otro día me dijo que La Revuelta le levanta el ánimo. Lo hizo muy seria, de forma solemne. Sintiéndolo de verdad. Fue una declaración pura que me caló. Si el programa de David Broncano ayuda a mi madre, cada céntimo de dinero público invertido en ese espacio televisivo merece la pena. Hablo con ella todos los días, pero de lunes a jueves de 22:00 a 23:00 no está disponible. A veces, coge el teléfono y la escuchas partiéndose el culo. Carcajadas por alguna chorrada de Jorge Ponce. Por algún pirado rándom del público interrumpiendo el programa. Ese sonido me da tranquilidad. Me aporta la paz necesaria para no sentirme mal por estar lejos de Santander y acompañarla cada día.

Hay veces en las que no le veo sentido al estar en Madrid. Pensar qué pinto aquí cuando mi madre está sola. Sin embargo, algo tan simple como un programa de televisión, me confirma que todo está bien. Que puedo seguir aquí porque ella está bien. Como al principio de El Odio, película francesa de culto: "Es la historia de un hombre que cae de un piso 50. El tipo, según va cayendo, se repite sin cesar, para tranquilizarse: ‘Hasta ahora todo va bien. Hasta ahora todo va bien. Hasta ahora todo va bien...’”.

Me importa bastante poco toda reflexión política y económica que haya alrededor de La Revuelta. Al Estado le pido que siga tirando el dinero en levantar el ánimo de mi madre.

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