Me confieso ferviente seguidor del “julismo”; la teoría que mantiene que el mejor mes para veranear es siempre el de julio. Las razones de sus partidarios son contundentes, empezando porque te permite estar 2 de los 12 meses del año al ralentí desde el punto de vista laboral. A las vacaciones propias se une luego que tu jefe y toda la España real se descuelgan en agosto, de modo que terminas muy descansado; mucho más de los que huyen en el octavo mes del año. De hecho, el trabajo agosteño más habitual es darle hilo a la cometa y dejarlo todo para septiembre.

--Tranquilo que lo dejo aquí apuntado. El mismo día 1 te estamos llamando. (Que luego no suele ser antes del 10, pero eso ya lo sabemos todos).

Y no se te vaya a ocurrir llamar al jefe con un problema, por grave que sea. Eso ni pensarlo. Y si llama él, le dices que esté tranquilo, que todo está controlado, que lo estás apuntando todo. Y cuelga lo más rápido posible.

Si, he comentado antes lo de la España real, la que trabaja y da los resultados económicos que algunos niegan desde su posición de perdedores políticos. Es la que necesita imperiosamente descansar y compartir tiempo con los suyos. De hecho, los españoles no somos nada originales. Italia lleva viviendo así desde poco después de la Segunda Guerra Mundial, cuando Andreotti fue elegido parlamentario. Desde entonces, la política va por un lado y el país por otro. Y lo cierto es que no les va nada mal, pues son la décima potencia del mundo. Nosotros nos tenemos que conformar con el puesto 15.

Ya digo que hay otra España que no es la real. Es la mediática y política, que se esfuerza por seguir manteniendo infectada la herida de la polarización, intentando dejar claro que los únicos que tienen derecho a gobernar son los de la derecha, caiga quien caiga. Que el presidente Sánchez es un rojo usurpador, olvidándose del pequeño detalle de las urnas. Así que el juez Peinado seguirá suspendiendo el primer curso de Derecho, donde se desgranan los deberes de quienes juzgan. Tendremos también que seguir pendientes de lo que pase en Cataluña; a modo de vodevil, donde Puigdemont ejerce de primera actriz, a la espera de que la cordura impere finalmente. No nos faltarán tampoco ocurrencias desde la Comunidad o el Ayuntamiento de Madrid, deseosos de estar siempre en el candelabro. Es curioso que la comunidad autónoma de la que menos se habla en el PP es precisamente la que presidió en su día el señor Feijóo. Será por no recordar la foto del barquito.

Además, vamos a disfrutar de las dos primeras semanas dedicadas al mundo de las Juegos Olímpicos de París; siempre París, y veremos esas imágenes de esfuerzo y de victoria en docenas de localidades españolas, felices porque su deportista local ha conseguido el éxito. Así que va a haber trabajo para las redacciones periodísticas locales de toda España. También empezará la Liga de Fútbol y, por lo tanto, disfrutaremos de esos comentaristas que tuercen y retuercen el diccionario para conseguir la mayor ocurrencia futbolera.

Como ven ustedes, la vida misma. Pero cuando este mundo se observa desde la atalaya del mes de julio, se vive de otra manera. Así que lo siento por los que en el mes de agosto tendrán que pelearse por un centímetro cuadrado de playa o por una silla de chiringuito. Los “julistas” estamos ahora en casa descansando. Seguimos leyendo con tranquilidad la novela que hemos dejado pendiente porque no nos ha dado tiempo a terminarla. Tenemos proyectos de fines de semana tranquilos y además nos podemos permitir algún pequeño y corto viaje. No les pido que lo mejoren…

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