Este lunes 6 de noviembre, dos jóvenes pertenecientes al grupo ecologista Just Stop Oil irrumpieron en la National Gallery de Londres y golpearon con martillos el cristal que protegía la famosa obra de Diego Velázquez, ‘La Venus del espejo’. El cuadro, que data del siglo XVII y representa a la diosa del amor desnuda mirándose en un espejo sostenido por su hijo Cupido, sufrió daños en la superficie y en el marco, según informó el museo.

Los atacantes, que fueron detenidos por el personal de seguridad y la policía, llevaban pancartas y camisetas con el lema "Just Stop Oil" y gritaban consignas contra la industria petrolera y el cambio climático. Según un comunicado del grupo, su acción pretendía denunciar la concesión de licencias de hidrocarburos en el Reino Unido y la complicidad de las instituciones culturales con las empresas contaminantes. "La Venus del espejo es una obra maestra del arte, pero también es un símbolo de la explotación de la naturaleza y de las mujeres por parte del patriarcado capitalista", afirmaron.

La National Gallery ha condenado el ataque y ha expresado su consternación por el daño causado a una de las joyas de su colección. El director del museo, Gabriele Finaldi, declaró que se trata de un acto de vandalismo injustificable que atenta contra el patrimonio artístico de la humanidad. "La Venus del espejo es una obra de una belleza sublime que ha inspirado a generaciones de artistas y admiradores. No vamos a permitir que nadie la destruya ni la utilice para fines políticos", dijo.

El cuadro de Velázquez, que se encuentra en la National Gallery desde 1906, ya fue objeto de otro ataque en 1914, cuando una sufragista llamada Mary Richardson lo rajó con un cuchillo para protestar por el arresto de la líder feminista Emmeline Pankhurst. En aquella ocasión, la obra pudo ser restaurada y volvió a exhibirse al público. Ahora, el museo espera poder hacer lo mismo y recuperar el esplendor de la pintura.

La Venus del espejo es la única obra de Velázquez que muestra un desnudo femenino y una de las pocas que aborda un tema mitológico. Se cree que fue pintada entre 1647 y 1651, durante el segundo viaje del artista a Italia, y que perteneció al marqués del Carpio, un noble español aficionado al arte y a las mujeres. La obra es considerada una de las cumbres del barroco español y una de las representaciones más originales y naturales de la diosa Venus en la historia del arte.

No es el primer ni el último ataque a una obra de arte

Este no es el primer ni el único ataque que han sufrido obras de arte en los museos por parte de activistas climáticos. En los últimos años, se ha multiplicado el número de acciones de protesta contra el patrimonio cultural, que buscan llamar la atención sobre la urgencia de frenar el calentamiento global y la destrucción de la naturaleza. Algunos de estos ataques han sido más violentos y dañinos que otros, pero todos han generado una gran polémica y un debate sobre los límites del activismo.

Uno de los casos más sonados fue el de la activista alemana Nora al-Badri, que en 2016 escaneó en secreto el busto de Nefertiti en el Museo Egipcio de Berlín y difundió los datos en internet para que cualquiera pudiera imprimirlo en 3D. Al-Badri afirmó que su acción era una forma de devolver el busto a Egipto, de donde fue extraído por los arqueólogos alemanes en 1912. Sin embargo, el museo denunció que se trataba de una violación de sus derechos de propiedad intelectual y de un acto de vandalismo cultural.

Otro ejemplo fue el de la organización Extinction Rebellion, que en 2019 roció con pintura roja la fachada del Museo de Historia Natural de Londres, simulando una escena de sangre. Los activistas pretendían denunciar la responsabilidad del museo en la crisis ecológica, al aceptar patrocinios de empresas petroleras como Shell o BP. El museo condenó el ataque y aseguró que estaba comprometido con la investigación y la educación sobre el cambio climático.

Los motivos que hay detrás de estos ataques son diversos, pero todos tienen en común una crítica al sistema económico y político que, según los activistas, es el responsable de la crisis ecológica y social que vive el planeta. Entre estos motivos se encuentra el de denunciar el patrocinio de las empresas petroleras y otras industrias contaminantes a los museos y otras instituciones culturales, que consideran una forma de lavar su imagen y de legitimar su actividad destructiva. Los activistas reclaman que los museos se desvinculen de estos patrocinadores y que se financien de forma ética y sostenible.

Asimismo, también buscan cuestionar el valor del arte frente al de la naturaleza y la vida humana, que ven amenazados por el cambio climático y la pérdida de biodiversidad. Los activistas pretenden provocar una reflexión sobre qué es lo que realmente importa y qué es lo que estamos dispuestos a sacrificar para preservarlo. También quieren mostrar que el arte no es ajeno a la realidad social y ambiental, sino que forma parte de ella y puede ser un instrumento de cambio.