El pasado domingo, Mario Vargas Llosa firmó en El País el artículo “Los toros y el Perú” en el que se mostraba pletórico porque en su Perú natal, el Tribunal Constitucional había rechazado la solicitud de prohibir las corridas de toros y las peleas de gallos.

En el texto, para dar más fuerza a su discurso, se refiere a los que piden la prohibición como “fanáticos animalistas”. No hay una sola línea que justifique tal calificativo. Sí se encuentran algunos enredos, como la comparación de las corridas de toros con el museo dedicado a las esculturas de Chillida, casi recurriendo a un argumento ad hominem –como a mí el museo y la tauromaquia me provocan las mismas sensaciones, pues son lo mismo-.

Toda la comodidad que muestra defendiendo las corridas de toros se transforma en incomodidad al verse obligado a defender también las galleras, porque el Tribunal Constitucional ha puesto todo en el mismo paquete. “Ese espectáculo nunca me interesó”, dice, recurriendo al paradigma que afirma que “si no te gusta, no vayas, pero deja la libertad de ir a quienes quieren ir”. Ay, la libertad. Cuántas barbaridades se dicen en su nombre. Por la misma regla de tres, ¿qué tal si ensayáramos ejecuciones públicas en las plazas de los pueblos? Es una tradición más antigua que la tauromaquia y el que no quiera que no vaya.

Aunque el artículo va sobre el caso peruano, a nadie escapa que es un tiro por elevación hacia España y Europa. Para reforzar su hipótesis, afirma que Francia fue el primer país que declaró la tauromaquia un bien cultural nacional, pero evita decir que en la mayor parte del territorio francés, están tajantemente prohibidas las corridas de toros. Contar medias verdades es una habilidad.

Vargas Llosa, además de un gran escritor, es periodista. No solo por haber firmado innumerables artículos, sino porque ejerció como tal, por ejemplo, durante el Mundial de Fútbol de España en 1982. Pero, acaso, no habría leído todo lo escrito sobre los toros por Mariano José de Larra, el padre del periodismo en España, que veía las corridas como algo indigno y al toro como un animal bueno y hostigado lidiando con “una docena de fieras disfrazadas de hombres”.

Después de su cercanía al Partido Popular y su coqueteo con Ciudadanos –hasta llegó a rumorearse que iba a ser candidato de la formación naranja-, Vargas Llosa escribe este artículo sobre los toros en un tono que recuerda mucho a las grandilocuentes descripciones de gestas nacionales que perpetra Vox.

Así, no sorprende ese devaneo entre las tres formaciones. No hay que olvidar que, como Pablo Casado, Santiago Abascal y el nuevo trabajador Albert Rivera, Mario Vargas Llosa siempre ha mantenido una estrecha relación con José María Aznar, padre putativo de los tres.

Enric Sopena es Presidente Ad Meritum y fundador de ElPlural.com