No hay un día en que su mente no vuelva a aquella fatídica noche en la que acabó en la calle desnuda y golpeada. Pidió auxilio en un bar porque “iba a matarme”, y pocos minutos después vio cómo se llevaban esposado a quien todas las semanas le mandaba rosas desde la otra punta de España y le escribía poemas.

De esto hace unos cuatro años y todavía duerme casi todas las noches con un GPS bajo la almohada. No quiere que se haga público su nombre, pero su gesto ha saltado de forma masiva a los titulares. “Nunca imaginé que iba a tener tanta repercusión”, confiesa esta mujer valiente de 69 años a ELPLURAL.COM. Ha decidido que cuado fallezca sus bienes vayan a parar a quienes, como ella, se han visto inmersas en el infierno de la violencia machista.

Ha dejado en herencia su vivienda al Ayuntamiento de Coslada, localidad madrileña en la que reside, en señal de agradecimiento por la “inmensa ayuda recibida”. A diferencia de lo que le ocurre a muchas otras víctimas, ella no se sintió desamparada por parte de la administración, aunque la administración en este caso tiene nombre de mujer y se llama África, coordinadora del Punto de Violencia de Género del CIDAM (Centro de Información, Documentación y Asesoramiento de la Mujer del municipio). “Es una mujer muy importante para mí”, recalca esta superviviente, y “por eso quiero ayudar”.

Tomada la decisión, “estuve tres años dándole vueltas a cómo hacerlo”, se reunió con el alcalde, Ángel Viveros, y la concejala de Igualdad, Teresa González Ausín, para poner en marcha un proceso que ha durado varios meses. “Queríamos que estuviese suficientemente meditado, pero pronto nos dimos cuenta de que era plenamente consciente de lo que estaba haciendo”, cuenta a este medio González Ausín.

A partir de ahí se le puso en contacto con los servicios jurídicos del Consistorio y “le dejamos claro que siempre podría echarse atrás en su decisión”, subraya la edil, para quien “esta muestra de generosidad nos amima a trabajar más y mejor para seguir errradicando esta lacra”.

A juicio de la responsable de Igualdad, que quiera permanecer en el anonimato “hace más grande su gesto altruista”, un gesto que “debe hacernos reflexionar acerca de que todavía hay gente buena y dispuesta a ayudar a los demás”.

Del mismo modo, el relato de esta mujer valiente y generosa sirve para desterrar la idea, que todavía algunos conservan, de que la violencia de género tiene que ver con la clase social o la cultura. Los malos tratos no entienden de estatus. La única diferencia, afirma esta víctima es que “en las capas más altas se tapa”.