La impecable trayectoria profesional de la vallisoletana María Luisa Segoviano, hasta hace pocas semanas presidenta de la Sala Cuarta del Tribunal Supremo, -un techo de cristal roto-, y su carácter dialogante, le han convertido en la llave que abrió la puerta de la renovación en el Tribunal Constitucional, en el que tomará posesión el 9 de enero y en el que consiguió la unanimidad tras una crisis institucional de envergadura, que ella considera influenciada por la fuerte polarización política actual.

PREGUNTA (P): Se le define con dos adjetivos: feminista y progresista. ¿Se reconoce en esa descripción?

RESPUESTA (R): Me reconozco perfectamente. De acuerdo en que mi orientación y mi manera de enfocar la vida es así.

P: Y siendo progresista y feminista, ¿cómo se hace para tener el respaldo de la parte conservadora del Tribunal Constitucional?

R: (Se ríe). Habría que preguntarles a ellos el motivo de su apoyo, porque, además, finalmente fueron ellos los que lanzaron mi candidatura. Creo que siempre he tenido una relación abierta, cordial y dialogante con todos los miembros del Consejo General del Poder Judicial. También cuando me nombraron presidenta de la Sala Cuarta del Tribunal Supremo. Entonces, dos se abstuvieron, pero el resto, tanto los del bloque conservador como los progresistas, votaron a favor.

P: También se le define como “llave” de ese acuerdo que desbloquea un proceso que parecía insalvable, ¿cómo cree que ha influido su trayectoria?

R: Mi trayectoria ha sido progresista, pero creo que también conciliadora. Siempre he intentado evitar aristas y enfrentamientos, especialmente, cuando he tenido que gestionar, como presidenta de la Sala, el acuerdo de sus miembros en la toma de decisiones. A veces lo he conseguido y otras no tanto, pero mi forma de ver las cosas es que es preferible llegar a acuerdos, en los que siempre, lógicamente, ambas partes tienen que renunciar a algo, y con eso hay que contar.

P: Dado su perfil feminista, también se apunta que los conservadores confían en su apoyo a la candidatura de María Luisa Balaguer, mujer y experta en igualdad, como presidenta del Tribunal, para evitar a Conde Pumpido.

R: Tengo que informarme bien de los planteamientos de cada una de las personas que aspiran a presidir el Tribunal, y a la vista de eso, decidir, porque las cosas hay que decidirlas en base a planteamientos, así que no puedo pronunciarme aún.

Era un reflejo de lo que ya venía pasando. Era muy difícil llegar a acuerdos así

 

P: ¿Cuál ha sido su visión de lo que estaba pasando en el Constitucional estas últimas semanas?

R: Yo creo que era un reflejo de lo que venía pasando: un atrincheramiento en posiciones muy enfrentadas que ya no era un mero antagonismo, sino que iba más allá: era un enrocamiento que hacía difícil llegar a acuerdos, que afortunadamente se ha conseguido superar, al menos, en cuanto al Constitucional.

P: ¿Ha quedado “tocado” el Constitucional, después de todo esto?

R: Los tribunales pasan siempre por momentos difíciles, en los que a lo mejor se adoptan soluciones que no gustan a todo el mundo, pero la trayectoria de los órganos colegiados va avanzando y se van adoptando otras resoluciones que intentan ser más acordes con todas las sensibilidades del país.

P: ¿Ya no existe la separación de poderes?

R: Esto no es así. Ahí hay una confusión muy seria entre lo que es Poder Judicial y lo que no lo es. El Poder Judicial lo forman los jueces y tribunales integrantes de la carrera judicial, única y exclusivamente. El Consejo del Poder Judicial es el órgano de gobierno de jueces y tribunales, pero no es poder judicial. Es el órgano que administra, organiza y gestiona a jueces y tribunales. Y el Constitucional es un Tribunal de Garantías, tampoco es poder judicial. Los magistrados del Constitucional no forman parte del poder judicial.

P: Pero desde el punto de vista de la ciudadanía esto es un poco confuso.

R: Reconozco que es confuso. El CGPJ, aunque no es Poder Judicial, nombra a los cargos discrecionales que integran el Poder Judicial y a dos de los que integran el Constitucional. Y al aparecer estos problemas, la percepción es que el poder judicial está mediatizado o invadido, dominado por el legislativo, pero no es así. Los casi 5.000 jueces y tribunales son absolutamente independientes y están al margen de estos avatares que están sucediendo.

P: También da sensación de lo contrario, de que el Constitucional, paralizando la votación en el Senado, intenta controlar al legislativo.

R: Sí, sé que da esa sensación y que es difícil de explicar, pero como el Constitucional no es poder judicial, tampoco podemos hablar de que el poder judicial se inmiscuye en el legislativo. Sé que cuesta entenderlo, pero es así.

Creo que en un Estado de Derecho todo es susceptible de mejorar

 

P: ¿No son necesarios, entonces, cambios en el sistema de nombramiento de los jueces en sus órganos para evitar en el futuro este tipo de aparentes enfrentamientos entre poderes?

R: Creo que en un Estado de Derecho todo es susceptible de mejorar, y si en algún momento se considera necesario revisar la regulación, nada se opone a que esto se haga, siempre que se lleve al órgano correspondiente, y se apruebe por las mayorías pertinentes. Estamos en una democracia y es la voluntad de las Cámaras en un momento determinado la que decidirá si hay que modificar o no una determinada ley que parece que se ha revelado no adecuada. Todo es susceptible de ser mejorado, pero con sosiego y tranquilidad, nunca al calor de una determinada situación. Decisiones de tanta trascendencia tienen que tomarse con sosiego y previo estudio y ponderación de sus efectos, de una manera serena, no al calor de algo que no nos gusta.

P: ¿Puede haber influido la extraordinaria polarización política actual en el terremoto de estas últimas semanas?

R: La polarización del debate político tiene influencia en todas las esferas de la sociedad y una gran repercusión en las situaciones en las que se plantea una elección, como en este caso en el Tribunal Constitucional o el CGPJ.  Se supone que el partido en el Gobierno y el de la oposición deberían llegar a acuerdos, y la tensión en exceso, como ha sucedido, a mi modo de ver, impide que se alcancen las soluciones deseables.