El 13 de noviembre de 1992 se cometió uno de los crímenes más atroces de la historia de España y que sigue grabado a fuego en el imaginario colectivo, el crimen de Alcàsser. Aquel viernes tres niñas: Míriam García, de 14 años; Desirée Hernández, de 14 y Toñi Gómez, de 15, fueron secuestradas, torturadas, violadas y asesinadas por Antonio Anglés, fugado desde entonces, y por Miguel Ricart, condenado a 170 años de prisión y actualmente en libertad después de ser excarcelado tras la caída de la doctrina Parot.

Más allá de la atrocidad que fue aquel asesinato de las niñas, ese crimen supuso un antes y un después en la forma de cubrir los sucesos por parte de los medios de comunicación. Y bien lo sabe Carmen Llombart, actual vocal del Consejo General del Poder Judicial y una de los tres magistrados que juzgaron y condenaron a Ricart, y que sufrió en sus propias carnes la ‘mala’ cobertura informativa que se hizo de aquel crimen.

Pero para llegar a lo que vivió Llombart, primero hay que retroceder en el tiempo hasta ese viernes 13 de noviembre. Aquella tarde, las tres niñas iba a una sesión vespertina en la discoteca Coolor de Picassent, municipio pegado a Alcàsser. El padre de Míriam debía llevarlas, pero estaba enfermo, así que las tres chicas decidieron hacer autostop. Aquella decisión marcaría, sin ellas saberlo, su futuro. Fueron Anglés y Ricart quienes pararon su coche y les dijeron que las acercarían.

Nada más lejos de la realidad. El horror comenzó a los pocos minutos de haber subido a aquel Opel Corsa que conducía Ricart. Al sobrepasar la discoteca, las tres comenzaron a gritar pidiendo socorro. Anglés no lo dudó y con la culata de la pistola comenzó a golpearlas hasta que dejaron de gritar. Ellas pedían que las dejaran bajar, pero fueron peticiones estériles. Así, entre sollozos, fue como llegaron a la casa abandonada en la partida de La Romana, en el municipio de Tous, donde se desataría el infierno. Han pasado 30 años de aquel día, pero el salvajismo al que fueron sometidas las niñas sigue helando la sangre por muchos años que pasen.

En las menos de 24 horas que pasaron allí, las tres fueron violadas vaginal y analmente utilizando objetos como palos. Las torturaron a todas, pero especialmente a Desi, a la que Anglés le arrancó un pezón y parte de la areola mamaria con unos alicates sólo por diversión.

El terror y el dolor que estaban sufriendo era de tal magnitud que no podían parar de llorar. Pero Antonio Anglés les pegó varias palizas descomunales por el simple hecho de que “no podían dormir con sus lloros”. Estaban muertas de miedo esperando un milagro, el de la liberación, que nunca llegó, ya que a la mañana siguiente las ejecutaron. Un tiro en la cabeza. Una bala para cada una de ellas, y una fosa junto a la caseta donde abandonarlas, fue el final del crimen más atroz cometido en tierras valencianas.

La desaparición llevó a una movilización ciudadana jamás vista en la Comunitat Valenciana ni en España. Un país entero contenía el aliento a la espera de noticias de Míriam, Toñi y Desirée. La búsqueda tenía de cara visible a Fernando García, el padre de Míriam. De hecho, la noche que aparecen los cadáveres, García se encontraba en Londres junto a la hermana de otra de las niñas pegando carteles y hablando de la desaparición.

Teoría de la conspiración

Esa noche, el 27 de enero de 1993, Nieves Herrero haría un programa en directo desde el teatro de Alcàsser que cambiaría la forma de hacer sucesos para siempre. Un programa en el que, la presentadora, no dudó en sentar a las familias de las tres niñas y mostrar en directo su extremo dolor. Llegando a emitir en directo, y sin ningún tipo de escrúpulos, cómo le notificaban a una de las familias la aparición de los cuerpos. Pero si deleznable fue aquel espectáculo en directo, mucho peor fueron las teorías de la conspiración que se crearon alrededor del secuestro y asesinato de las niñas auspiciado por el padre de Míriam, y que vieron su máxima expresión con el juicio, del que se acaban de cumplir 25 años.

Es en este punto cuando hay que volver a Carmen Llombart, una de las personas, junto con los guardias civiles o los forenses que vivieron de primera mano el acoso y derribo que los diferentes programas de televisión hacían cada día tras las jornadas de juicio. De hecho, tanto la televisión pública valenciana Canal 9, como el presentador Pepe Navarro hacían cada día un especial de lo que sucedía en la Sala de vistas.

Llombart vivió de primera mano como el público del juicio, alentados por las teorías de la conspiración que fomentaban los medios, les insultaban por los pasillos de la Audiencia Provincial. Unos insultos que obligaron al tribunal a dejar de salir a tomar cafés en los recesos.

Un acoso y derribo que obligó a poner en la sentencia que fueron objeto de constantes agresiones previamente y durante la vista con informaciones parciales en algún medio de comunicación tendentes a crear un ambiente de oscurantismo. Es más, tanto Canal 9 (actual Àpunt), como el padre de Míriam, fueron condenados, años después, por las injurias vertidas al fiscal, a los forenses y a cuatro agentes de la Policía Judicial durante el programa El juí d’Alcàsser que se emitió en 1997 durante los días que duró el juicio. La forma de informar de determinados medios fue tan sesgada que hoy, 30 años después, sigue habiendo conspiranoicos de Alcàsser pese a que el tiempo ha demostrado lo que ya en 1993 era una evidencia, que fueron Antonio Anglés y Miguel Ricart quienes secuestraron, violaron, torturaron y asesinaron a las niñas de Alcàsser.