En 1936 Miguel de Unamuno y Millán Astray protagonizaron uno de los episodios más famosos de la Historia. “Venceréis, pero no convenceréis” y “Muera la inteligencia” fueron las frases más destacadas de cada uno. Con el paso de los años, el historiador Severiano Delgado negó que dichas palabras llegaran a pronunciarse, sin embargo, forman parte del ideario colectivo.

En los últimos días la cultura ha vuelto a ponerse en entredicho después de que algunos gobiernos de PP y Vox hayan prohibido obras por lo que califican como contenidos “ideológicos”. Obras de teatro de Virginia Wolf o Lope de Vega, películas en las que aparecen dos mujeres besándose o un concierto de la artista Rocío Saiz han sido algunas víctimas de esta censura, que nos devuelve a una España en blanco y negro.

Teatro, manifiesto y “autocensura”

Es miércoles, ElPlural.com levanta el teléfono para hablar con el Teatro del Barrio, unas humildes pero emblemáticas tablas de Madrid sobre las que han actuado, entre otros, Alba Flores. Al otro lado se encuentra la directora del espacio, Ana Belén Santiago, quien ya advierte a este medio de que algo se está cociendo, de que los compañeros se están organizando para hacer una denuncia “plural, pública y contundente”.

Apenas unas horas después más de un centenar de personalidades- Pedro  Almodóvar, Andreu Buenafuente, Rozalén, el ministro Miquel Iceta o el sindicalista Unai Sordo, entre otras- firman un manifiesto para movilizar un voto progresista que defienda los intereses de “un derecho consolidado democráticamente en La Constitución”. Asimismo, las redes aparecen ‘empapeladas’ con publicaciones y el hastag #StopCensura.

Santiago valora en las presentes líneas la gravedad de que “un cargo político se sienta en la libertad de valorar y corregir unas decisiones de tipo artístico”, apelando además para ello a la mentira: “No es una cuestión de ideología, sino de defender los derechos humanos, como el legítimo derecho de que dos mujeres se besen”, clama.

Va de defender los derechos humanos

La responsable del teatro se refiere a la “preocupación” que producen los últimoshechos dentro del gremio y se refiere a la “autocensura” como herramienta disuasoria por parte de las élites; algo que sucedía antes de la Transición. “A lo mejor esto vuelve a estar ya en práctica. A lo mejor muchos artistas no llevan a cabo un proyecto porque piensan que no les va a contratar un ayuntamiento”, lamenta a la vez que señala el peligro que tiene que la sociedad empiece a percibir como “normal” que “cuando un partido cambia en un consistorio, lo va a hacer también la programación”: “Estamos en la obligación de condenarlo".

La música: “¿Qué no harán si entran al Gobierno?”

Isabel Marco es una compositora de un pueblecito de Aragón que canta al mundo rural, al feminismo y contra el cambio climático. Amiga de otros grupos de renombre en el norte como Desakato, banda que se retira este año de los escenarios y lleva en su discográfica temas en la lengua de la comunidad -viene a colación porque Vox planteó en las últimas semanas su cruzada contra el asturiano en Gijón-, reconoce en declaraciones a ElPlural.com tener “miedo” por lo que puede venir.

Sus canciones, evidencia, no son tan directas como pueden serlo las de grupos como Los Chikos del Maíz -quienes han denunciado en ocasiones anteriores censura en ayuntamientos ‘populares’- pero, aún así, refleja su temor: “Pienso que mis estrofas no tienen ningún color y están dotadas de todo el sentido común, pero estamos viendo que esta gente no lo tiene”.

En cuestión de días los hachazos que se han dado han sido brutales. Están machacando derechos y libertades. El arte y la cultura están ahí para mover conciencias y abrir mentes y lo que esta gente quiere hacer es cerrarlas para poder controlarlas”, lapida. "Es necesario que nos movilicemos porque hoy censuran una canción, pero no se quedan ahí, sino que hay una continuidad. Hay una generación que no va a poder disfrutar o reflexionar sobre ciertos temas. La censura del arte es el primer paso de una dictadura”.

Seguía habiendo un poso de gente que sentía vergüenza al decir que era de extrema derecha, y ahora les supone un orgullo

Lamenta que muchas de las obras censuradas hablen de feminismo; mientras pone de manifiesto en la misma conversación la cruzada de los de Santiago Abascal para con la migración y otras cuestiones: “En nuestro país seguía habiendo un poso de gente que sentía vergüenza al decir que era de extrema derecha y ahora les supone un orgullo. Todo eso se refleja en una cultura que quieren imponer como cuando estaba Franco (…) Me parece terrible que muchos chicos piensen que el feminismo busca aniquilar a los hombres, por ejemplo. Es cierto que todo esto se veía venir, lo que pasa es que cuando lo ves hecho realidad parece sacado de una película muy antigua. Y lo que me parece increíble es que se haya facilitado la entrada a estas ideologías. Si ya están así, ¿qué no harán si entran en el Gobierno?”.

El cine y la importancia de los pueblos

Otra pata altamente perjudicada de las decisiones PP-Vox es la del cine. Dentro de la industria temen que pueda quedarse también coja, aunque fuentes del Séptimo Arte explican a ElPlural.com que ellos están “más protegidos” que otros ámbitos, dejando siempre claro que esto es una lucha “conjunta” de la que todos salen perjudicados en caso de fracaso; y por encima de los artistas, la sociedad en su totalidad.

Si no podemos comer de esto, lo haremos de otra cosa; la que más pierde es la sociedad

“Dependemos más de una apuesta económica, que salga adelante un proyecto es decisión de una productora que confía en él. Una vez hecho, una distribuidora te ayuda a sacarlo a la luz y los exhibidores lo ponen frente al público en el caso de las películas, las cadenas en el caso de las series. El organigrama es tan grande que la censura en ese sentido llega por otro lado, que es de tipo capitalista, pero ya la conocemos y sabemos cómo manejarla”, cuenta Alexandra Hernández, agente de prensa de Hayeda Cultura, agencia que ha llevado la campaña, entre otros, del documental de Labordeta, un hombre sin más: “No tenemos la vulnerabilidad del teatro o de pequeños músicos emergentes porque una vez que la maquinaria empieza a funcionar, los equipos y el dinero invertido es tan grande que si cae, es por meras razones económicas. Si a esto tuviéramos que añadir la figura del censor, apaga y vámonos”.

Hernández se refiere al auge de la ultraderecha en los pueblos, orígenes en parte de un germen que ha ido creciendo, y testigos del daño para con las pequeñas compañías: “Si estas quieren ampliar sus miras y conseguir que su proyecto llegue a más gente depende directamente de las redes de cada comunidad y directamente de ayuntamientos. Es importante poner el foco en esto, porque la censura está empezando en los lugares a los que precisamente es más difícil llevar cultura”, define haciendo alusión de forma indirecta a una especie de Barraca como la que hace casi un siglo llevó a cabo García Lorca.

El cáncer puede surgir en el lugar más inesperado

“Que una película se censura en un pueblecito, un cine de verano, en este caso quienes están detrás ya han cobrado, pero la perjudicada sigue siendo la sociedad. Si la España Vaciada ya está en un segundo plano, ¿qué pasa si a los pequeños gobiernos locales fascistas se les empieza a dar carta blanca? El cáncer puede surgir en el lugar más inesperado, silencioso… y si no se ve, crece. Si cuando ya se ve no se le pone tratamiento, sigue creciendo y puede ser mortal”, relata.

“He sido testigo directa de cómo en los lugares más pequeños ciertas personas con “cierta autoridad” han abusado de su poder, llegando incluso a poner denuncias falsas por lo que ellos, bajo su propio criterio, han considerado inapropiado”, suma, haciendo alusión a hechos mediáticos como el de Saiz y otros anónimos, pero igualmente importantes: “Estamos hablando de algo que estaba ahí, una sombra que jamás había dejado de existir llamada fascismo, y que se está tratando de imponerse de nuevo”.

El fascismo siempre ha estado ahí y trata de imponerse de nuevo

En este sentido, celebra que la cultura se levante, pero también hace autocrítica. “Quizá deberíamos haberlo hecho antes. Creo que a Paco Becerra no se le otorgó la importancia que debería cuando dio la voz de alarma, incluso diría que se le ridiculizó. En cualquier caso, si algo le caracteriza a este sector es el sentido de lucha. La gente tiene que saber lo que está pasando”, asume lanzando un mensaje muy claro de cara a las urnas: “El voto lo es todo”.