Es urgente, necesario y llegamos tarde. Estas son las tres formas con las que han definido la situación todos los ponentes que han pedido un Plan Nacional de Prevención del Suicidio en el Congreso de los Diputados. Lo han expuesto en la II Jornada de prevención del suicidio celebrada en el Parlamento con el lema ‘Hagamos un plan’ bajo la organización de la asociación Teléfono de la Esperanza (ASITES) ante la gravedad de la situación en lo relativo a salud mental y, para ello, han mostrado datos, testimonios y cuestiones que lo demuestran. También se han mostrado las carencias, las dificultades y las contracorrientes a las que se enfrentan las personas, tanto los profesionales implicados como las personas afectadas, a la hora de afrontar una crisis. El suicidio sigue siendo un tabú que lleva aparejado connotaciones que impiden avanzar en este terreno para lograr paliar esta pandemia que se cobra la vida de una persona cada 40 segundos en el mundo.
Cada 40 segundos muere una persona por suicidio en el mundo. En España lo hace una persona cada dos horas y media, según las cifras del INE. Unos datos que tampoco reflejan la realidad, ya no se contabilizan los intentos y la ideación suicida. Además, estas dramáticas cifras se agravan todavía más al mencionar que el suicidio se ha convertido en el primer motivo de muerte por causa externa en jóvenes, duplicando las muertes por accidente de tráfico.
Profesionales expertos en el ámbito de la prevención del suicidio, desde psicólogos y psiquiatras hasta enfermeros, doctores y bomberos; testimonios de personas afectadas por ideación o por pérdidas de personas queridas por suicidio; y también representantes de medios de comunicación, como Iñaki Gabilondo, Lourdes Maldonado y González Ortiz, han intervenido en la jornada. También han estado algunos representantes de los grupos parlamentarios y la vicepresidenta del Congreso, Ana Pastor -que ha presentado la jornada-. Todo por un claro motivo: impulsar un Plan Nacional de Prevención del Suicidio.
Además, se han solicitado acciones como la mejora de la Atención Primaria y de la calidad de los servicios de salud mental, la creación de planes de formación específica en prevención del suicidio para profesionales de distintos ámbitos y la planificación de actuaciones y actos de sensibilización en medios de comunicación y redes sociales.
Un plan que ya existe en otros países
“Hagamos un plan que recupere a la vida en cuanto nos sea posible a aquellos que han pensado en abandonarla. Convencido de que la esperanza es el fundamento de la existencia del ser humano, hagamos lo que esté en nuestras manos para evitar que se extienda esta plaga que acaba con más de 3000 vidas al año en España”, ha comenzado exponiendo Miguel Ángel Terreno, presidente de ASITES. Por su parte, Íñigo Alli, voluntario de la asociación y coordinador de la jornada, ha añadido: “Si sabemos hablar bien del suicidio se pueden salvar vidas”. Este plan que las asociaciones piden ya está en marcha en otros países, concretamente en 38 según recoge la ONU, donde se ha demostrado que funciona si se establecen medidas y presupuestos adecuados, por eso quieren que España sea el número 39, pese a llegar con un gran retraso que se ha llevado por delante muchas vidas.
El psiquiatra Celso Arango ha sido uno de los primeros del encuentro en señalar que el suicidio se puede prevenir, y para ello se necesitan recursos y presupuesto. “Nosotros sabemos las medidas que han conseguido a través de la inversión reducir las tasas de suicidio de forma significativa, entonces lo fundamental ahora es que seamos capaces de pasar de la palabra al acierto. Tenemos que dar el siguiente paso: de hablar de ello a hacer algo que sea tangible”, ha explicado. Y ha añadido: “El suicidio no es más que el resultante de un fracaso en la prevención y en el tratamiento de problemas mentales. Sabemos que los trastornos mentales se pueden prevenir, pero no necesitamos leyes, necesitamos medidas”.
Uno de los aspectos que varios expertos señalan es la educación, la concienciación en los centros educativos para alejar el estigma y el tabú. El suicidio se ha convertido en la primera causa de muerte entre los jóvenes, y es que, según un estudio citado por Eduardo Fonseca, doctor en psicología y profesor en la Universidad de La Rioja, desarrollado en la misma universidad, el 19% de 6.000 adolescentes de entre 14 y 19 que participaron en el estudio han deseado estar muertos en el último año. Un 7% de ellos ha planificado quitarse la vida y lo han intentado un 4,6%. “Nuestro bien más preciado son los jóvenes, tenemos que hacer entender a los jóvenes que la vida merece la pena”, ha concluido. Asimismo, un 61% de jóvenes ha buscado en internet y redes sociales información sobre cómo suicidarse, tal como ha detallado Luis Fernando López Martínez, codirector del Proyecto ISNISS de investigación de conductas autodestructivas, autolesión y suicidio.
Vivir día a día para ayudar
Los relatos, experiencias y vivencias de los profesionales que intervienen en los momentos más crudos de las personas que valoran quitarse la vida también han quedado plasmados este jueves en la Cámara Baja. Han sido cuatro las personas que han dado voz a los profesionales implicados que trabajan día a día para evitar este problema: Sergio Tubío, bombero de la Unidad de intervención en tentativas de suicidio; Mercedes Cavanillas, psicóloga sanitaria especialista en intervención en crisis; Susana de Castro, enfermera de emergencias sanitarias 061 de Jaén; y Enrique Parada, psicólogo y experto en psicología de emergencias. Todos han señalado la falta de recursos y presupuesto para terminar con esta lacra.
Tubío ha dejado de manifiesto que, en Madrid, las intervenciones por tentativas de suicidio han aumentado en los últimos tres años un 75%. “No somos superhéroes, para aliviar el sufrimiento ajeno hay que acercarse a él, debemos normalizar este hecho. Esas lesiones que no se ven son tan importantes o más que las físicas. Cada día atendemos decenas de tentativas de suicidio”, ha remarcado.
Por su parte, Parada ha señalado: “Tenemos que aprender a formar y apostar por que las personas de manera precoz podamos recibir los recursos de apoyo psicológico que ayuden y prevengan. No podemos ayudar a las personas persuadiéndolas para que luego se sientan engañados. Ustedes cuando han querido han salvado vidas (accidentes de tráfico, ahogamientos en piscinas…), miren al suicidio porque pueden hacerlo”.
En su turno de palabra, Susana de Castro ha alertado de los datos de los últimos años en relación con el suicidio: “El servicio andaluz de salud en 2020 recibió 7.500 llamadas, y 9.000 en 2021. En el trimestre de 2022 ya hemos atendido a más personas que en el mismo periodo del año anterior, y la persona más joven tenía 11 años”. “Nuestro sistema sanitario público, piedra angular junto a la educación, necesita recursos, hay que crear redes y conexión interna para atender a estas personas que van a necesitar seguimiento durante mucho tiempo”, ha reclamado.
Para cerrar la mesa en la que han intervenido los profesionales de prevención, Mercedes Cavanillas ha puesto sobre el tapete la necesidad de ayuda y servicios profesionales que necesita una persona que ha sufrido el fallecimiento por suicidio de un ser querido, recordando que, según las estadísticas, cada suicidio es un desgarro en la vida de seis personas. “Nada les va a quitar el dolor, pero lo que sí sabemos es que una buena manera de comunicar en el momento de comunicación del fallecimiento puede ayudar y puede mostrarle una vida que merezca la pena”.
“Aproximarse al dolor es muy difícil, y si no tienes herramientas para hacerlo es todavía más difícil. Cómo abordar temas como la culpa, la vergüenza, el estigma, los porqués y los ‘y si’ de esas personas que han perdido a un ser querido por suicidio”, ha incidido.
¿Y si el suicidio te ronda de cerca?
Es en este sentido en el que conviene mencionar, aunque es imposible de imaginar si no se ha pasado por ello, el dolor de una persona cuyo ser querido se ha suicidado y no ha visto los problemas que le han llevado a hacerlo. Lo más duro de la jornada ha llegado en este punto, en la escucha de testimonios reales de personas que lo han sufrido y han conseguido salir adelante.
Elena Aisa ha conseguido relatar cómo ha vuelto a la vida después de que su hijo se suicidase hace nueve años con 20 años. “Fue una bomba que dinamitó la familia. La hizo añicos y los expandió al vacío. Ni siquiera en los momentos iniciales pude concebir las intensidades de sufrimiento que iba a sufrir”, ha comenzado. Después, ha señalado que el duelo por suicidio es muy traumático, desbordante, que va increscendo y quema la propia identidad personal: “Yo vivía y no me reconocía, empecé a ver cosas que me asustaron. La culpa venía a mí por pensar que mi hijo murió por un sufrimiento del que yo no me di cuenta”.
“Desde que abría los ojos, me despertaba, me entraba una vivencia de terror, un terror abstracto, tienes pánico a que suene el teléfono, a que suene el timbre, incluso a cocinar. Este terror arrastró el resto de mis sentimientos. Intentaba buscar un mínimo aliciente para poder vivir, pero era imposible. Yo lo quería parar y no podía. Revives una y otra vez el sufrimiento de tu ser querido”, ha relatado, reconociendo después que conocer a dos madres que habían pasado por lo mismo e ir a terapias superó ese temor y ha conseguido volver a la vida, aunque siempre con esa marca perdurable.
Los otros testimonios que han tenido el valor de relatar sus vivencias personales no son menores. Enrique Parada, el mismo que había comparecido en la mesa anterior como experto, perdió a su madre, que se suicidó. “Era psicólogo de emergencia, muchas personas han aprendido de mí, y ver que ocurre esto en tu entorno te descoloca por completo. Los especialistas, psicólogos y psiquiatras, diagnostican con un error del 15% de falsos negativos, eso me lo recordó una compañera. No hay ninguna escala que te diga lo que va a pasar y por eso mi mensaje sería que nos puede pasar a todos y por supuesto que ser experto no te previene de eso”, ha confesado. En este sentido, ha querido poner en valor que no ha dudado en darle a conocer a su hija que su abuela se suicidó, porque la educación es la base de la prevención, no hay que esconderlo.
Y, por su parte, María de Quesada intentó suicidarse cuando tenía 15 años: “Con esa culpa, vergüenza y estigma sobreviví como pude y lo tapé tantísimo que un día llegué a pensar que eso no había ocurrido hasta que una persona en una formación compartió una experiencia muy similar a la mía. Eso hizo un clic en mi corazón y algo se abrió. Supe que no era la única y ahora, como periodista y comunicadora, lo puedo hacer, lo puedo comunicar y lo hice con el libro que he publicado (La niña amarilla: relatos suicidas desde el amor)”.
Cómo avanzar en la prevención
Para avanzar en la prevención del suicidio hay una serie de medidas que tomar, y han sido los supervivientes y sobrevivientes los que las han señalado en esta jornada. Hay que tejer una red concreta en la que todos los agentes de prevención del suicidio estén coordinados, estén comunicados. Visibilizar, informar, educar acerca del suicidio. También hay que tener recursos para atender y acoger a una persona que lo sufre.
Juan Carlos Pérez, cuyo padre se suicidó, ha remarcado que hay que combatir el que se hable de vergüenza. Al respecto señala que esto lo que hace es impedir más la toma de decisiones para salir del pozo que te sumerge en ello. Con una comparativa ha explicado Parada lo que hay que hacer en el Plan Nacional de Prevención del Suicidio: “Este plan es un puzzle en blanco lleno de piezas que no están en blanco todas porque algunas hay que borrarlas. Hay que borrar aquellas que miran al suicidio como lo que no es. Hay que mirar lo urgente y lo importante. Hay que contemplar integración laboral, aquellos mayores que experimentan soledad, quitar el estigma y la vergüenza...”.
Y sin duda, algo en lo que todos coinciden, la voluntad política porque los políticos pueden transformar la sociedad, tienen el poder de dotar de recursos y presupuesto un plan que prevenga el suicidio desde todos los niveles. Fue en 2017 cuando se prometió un plan contra el suicidio y todavía no se ha elaborado. Más tiempo llevan exponiendo las asociaciones la necesidad de un plan al respecto. Concretamente, desde 2014 han pasado ocho años y un total de 25.911 personas se han suicidado en nuestro país, según datos del INE
No conviene dejar de mencionar la mejora real de la Atención Primaria, que se atiendan y cuiden los servicios de la salud mental, que se desarrollen planes de formación de todos los profesionales implicados, que se dé a conocer e informar del suicidio y educar desde la infancia.
Si necesita ayuda, estos teléfonos le pueden ayudar:
Teléfono de la Esperanza: 717 003 717
Teléfono contra el Suicidio (Asociación La Barandilla): 911 385 385
Teléfono Fundación ANAR para Niños y Adolescentes: 900 20 20 10
Asociación Papageno: papageno.es