Chelydra serpentina es el nombre científico de los ejemplares de tortugas que han atemorizado a la localidad madrileña de San Fernando de Henares. Se trata de una especie potencialmente peligrosa para los humanos, debido a su capacidad y agilidad para morder. Fue descubierta por algunos vecinos de San Fernando de Henares mientras pescaban en el río Henares, a pocos kilómetros de la capital.

Las tortugas en cuestión son originarias del continente americano, tienden a habitar en entornos húmedos como en ríos de flujo lento, y pueden alcanzar los 50 centímetros de longitud en su caparazón. Estas dos tortugas de gran envergadura han conmocionado a los vecinos de la localidad que no dudaron en llamar a los agentes especializados y trasladarlas al Centro de Recuperación de Animales Silvestres (CRAS), según confirmaron fuentes de la Consejería de Medio Ambiente, Vivienda y Agricultura a Europa Press.

Especie agresiva

Los vecinos que pescaban en el río Henares, concretamente en su confluencia con el río Jarama, encontraron dos de estos animales, uno de los cuales pesaba entre 15 y 20 kilos y el otro alrededor de 30 kilos, según informó ‘Telemadrid’. La ‘Chelydra serpentina’ es considerada potencialmente peligrosa para los seres humanos. Se alimenta de peces y otros vertebrados, a los que acecha desde su escondite enterrada en el barro y los atrapa con su pico en forma de uña.

La especie encontrada en San Fernando de Henares tiene una gran capacidad de adaptación al medio, siendo una amenaza para otras especies de la fauna local donde se establece, que suele ser en entornos acuáticos con mucha vegetación. Los dos ejemplares encontrados coinciden en un caparazón semiplano y de color verdoso, con escudos rugosos y borde dentado, que superan los 50 centímetros de longitud. La cabeza es voluminosa y el hocico en forma de pico. Además, las mandíbulas, la cola y las patas son fuertes, por lo que son difíciles de manejar debido a la agresividad que les caracteriza, pudiendo morder a un humano en pocos segundos.

Las especies invasoras en España

Las especies invasoras en España son la segunda causa de pérdida de biodiversidad y están poniendo en jaque especiales autóctonas (únicas, que no existen en otro lugar), que no han tenido que evolucionar, no pueden competir y acaban en peligro de extinción o desaparecidas. Eso, sin contar con el daño económico que supone combatir la amenaza que viene de fuera, que se calcula en unos 12.500 millones de euros anuales en toda la Unión Europea, donde se estima que una de cada tres especies está en peligro crítico de extinción.

Laura Moreno, portavoz del programa de especies protegidas de WWF España, pone algunos ejemplos de lo fácil que es mover especies de un lado a otro y generar un problema. "Hace unos años nos llegó el picudo rojo, sobre todo a la zona de Levante. Se estaban levantando muchas urbanizaciones y se necesitaban palmeras, así que por abaratar costes se importaron muy, muy baratas, sin certificado alguno, desde Egipto. Venían infectadas, allí este insecto es común, pero aquí no. Se extendió pronto y afectó incluso al palmeral de Elche, que es Patrimonio de la Humanidad".

A veces, la mezcla puede hacerse incluso en entornos más próximos, relata, como en Baleares, hasta donde han llegado serpientes propias de la Península Ibérica, como las de herradura o de escalera, escondidas en las raíces de unos olivos centenarios llevados a las islas (que son, junto a los ecosistemas acuáticos, especialmente sensibles a las especies invasoras). "Nuestras propias serpientes de la península no deberían estar en Baleares. No es algo intencional, pero el efecto en cadena que pueden causar tiene que hacernos abrir los ojos y estar más atentos", señala.

Impacto silencioso

WWF sitúa entre las especias invasoras más problemáticas en España a la tortuga de Florida, la rana toro, las cotorras argentinas y de Kramer, el mapache, el cangrejo rojo, el siluro, el alburno, la gambusia, la truca arcoíris, la avispa asiática o el mosquito tigre, el ailanto, el camalote, la caña, la azolla, el plumero…

Sólo en la batalla contra el visón americano se llevan ya invertidos más de 16 millones de euros de dinero público. Y no es la cifra más alta. Aunque no hay una estimación global del impacto económico de este fenómeno en España, hay datos parciales que dan cuenta del agujero que generan. Por ejemplo, en la pelea contra el jacinto de agua o camalote -que se encuentra en la cuenca de los ríos, sobre todo del Guadiana- se han invertido ya más de 24 millones de euros; hay que revisar su situación todos los años, porque crece muy rápido y acaba por invadir dichos cauces y complicar la navegación.

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