El Consejo de Ministros ha concedido esta semana la nacionalidad española a la familia Erquiaga, descendientes de Buenaventura de Erquiaga Palacios y Concepción Goitisolo Aramburu, un matrimonio que  pasó la mayor parte de su vida en Filipinas, a más de once mil kilómetros de su tierra, pero que nunca olvidó su condición de españoles. Por esa misma razón se encargaron de inculcar en sus hijos su cultura y sus lenguas, tanto la española como la vasca. 

En los años 90, cinco de sus nietos comenzaron a luchar por la nacionalidad española como familiares de exiliados. Lo consiguieron cuando uno de ellos ya había fallecido, en 2009, en virtud de la Ley de Memoria Histórica, y el pasado año, una de ellas, Miren, inició su andadura para conseguir que sus dos hijos y sus cuatro sobrinos también la tuvieran. La quieren “por orgullo” y porque lo consideran “justo”, ya que no contemplan trasladarse a nuestro país.

“Todos tienen apellidos vascos, mantienen las costumbres y hablan castellano, inglés y euskera”, recuerda a ELPLURAL.COM Eduardo Ranz, el abogado que ha llevado su caso. 

Andra Mari, Amaya Andrea, Carlos Rene, Rene Ernesto, Yosu Andoni y Mara Eukene, solicitaron al Gobierno que les concediese la nacionalidad española por carta de naturaleza, un procedimiento administrativo  "que se ha utilizado con varios deportistas, como al jugador del Fútbol Club Barcelona, Anssumane Fati, procedente de Guinea Bissau o con la regatista, Nicole Van der Velden", recuerda el letrado, satisfecho de haber logrado dar esta gran noticia a la familia. 

Líder del Partido Republicano Español en Filipinas 

Buenaventura nació en Elantxobe, Bizkaia, en 1896. Conoció a Concepción, hija de vascos nacida en Manila, cuando Filipinas todavía era colonia española, en Lekeitio, pero, el matrimonio pasó buena parte de su vida en el país asiático.

Allí Buenaventura lideró el Partido Republicano Español en apoyo a la Segunda República y esto le cerró las puertas de su país para siempre.

La victoria de Franco acabó con toda posibilidad de retorno y años después, en 1946, se vio obligado, incluso, a renunciar a la nacionalidad española por la Ley de Comercio de Filipinas aprobada por Estados Unidos, que impedía a los ciudadanos extranjeros desarrollar actividades empresariales en ese territorio.

Sin embargo, nadie pudo quitarle su condición de vasco y español de su ADN, y así se lo infundió a sus hijos, Santiago y María Jesús, de quienes la familia conserva con cariño las fotografías del tiempo que vivieron en Lekeitio cuando eran niños.

Santiago y María Jesús con su madre Concepción en Lekeitio.

Buenaventura murió en 1959 en la ciudad de Legazpi, en la que hay una calle con su nombre en agradecimiento a la labor que llevó a cabo como fundador del Legazpi College, en el que las familias pobres podían estudiar de forma gratuita y que más tarde pasó a ser universidad.

Siete años después, en 1966, su hijo Santiago decidió volver a España. Se instaló con su familia en Madrid. Pero la precaria situación económica y la imposibilidad de comunicarse con el exterior- le abrían todas las cartas que enviaba- hizo que solo tres años y medio más tarde regresasen a Filipinas.

Allí falleció no muchos años más tarde, en 1976, pero la herencia cultural de Buenaventura siguió corriendo por las venas de los cinco hijos de Santiago, y de los nietos que vendrían después.