El pasado miércoles, 10 segundos le bastaron para culminar una jugada que le sitúo en el primer plano informativo. Tras quitarse del medio a cuatro rivales (dejó atrás a Thiago, engañó a Bernat, sentó a Xabi Alonso y se burló de Alaba) y ajustar la pelota al poste (ante la impotencia de Neuer), todo el país comenzó a hablar de un solo nombre: Saúl Ñíguez.

 

Un gol antológico, calificado como una verdadera obra de arte por los amantes del futbol, que sirve para forjar una leyenda en el deporte. Pero antes de marcar al poderosísimo Bayer de Munich y provocar el delirio en el Vicente Calderón, este ilicitano de tan sólo 21 años acumulaba ya suficientes méritos  -y no sólo deportivos-, para convertirse en el jugador al que todos los niños intentan imitar en el patio del colegio.

El jugador

Pese a su juventud, Ñíguez lleva ya varias temporadas en Primera División (debutó con en el estadio del Manzanares en 2012 y también jugó cedido en el Rayo Vallecano) y ostenta el honor de ser el jugador más joven que defendió el escudo del Atleti en Europa (con 17 años Simeone le concedió la alternativa frente al Besitkas).

Pero además de sus indiscutibles méritos deportivos (ocupa la banda y el centro del campo, ayuda en defensa y en ataque y si puede, también remata a portería), Saúl ha destacado por ser un futbolista comprometido con temas considerados tabú en el mundo del fútbol y mucho más para una estrella que como él, tiene un cláusula de 45 millones de euros, sus derechos de imagen están gestionados al 40% por Quality Football Ireland (ISC) y aspira a cobrar 5 millones de euros al año.

La persona
Prueba de ello es que
en una entrevista concedida al diario El Mundo el pasado mes de febrero, Ñíguez no tuvo reparos en reconocer que de pequeño sufrió 'bullying' en sus comienzos como futbolista en el Real Madrid. “Me robaban botas, comida, me pusieron un castigo de no poder pisar Valdebebas durante dos semanas por cosas que yo no había hecho... Le pasaron una carta al entrenador diciendo que era yo quien la había escrito... Yo dije que no había sido porque realmente no había sido yo”, admitió.

“Cosas extradeportivas, que no podía vivirlas un chico de 11-12 años”, que lejos de ocultar, el central del Atlético expone públicamente para romper la ley del silencio que lamentablemente parece imperar en las escuelas ante las situaciones de acoso, asedio, y maltrato entre compañeros.

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La valentía de Saúl 

Un gesto valiente que no supone una excepción en la trayectoria de Saúl Ñíguez. En su cuenta personal de Twitter, el jugador del Atlético de Madrid combina los mensajes meramente futbolísticos con otras publicaciones en las que, por ejemplo, se suma a la celebración del Día Internacional de la Mujer, expresa su repulsa ante el terrorismo islamista, respalda acciones solidarias contra el cáncer infantil o la leucemia, o se muestra como un amante de los animales -y en especial de sus perros Boris y Thaila-.

Saúl también ostenta otro mérito: fue uno de los pocos jugadores que a petición de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales (FELGT) aceptó en febrero de 2015 lucir en sus botas cordones arcoiris para luchar contra la homofobia. Una acción diseñada para que los estadios, los vestuarios y las gradas deportivas se conviertan en “espacios libres de violencia y discriminación contra la diversidad sexual” a la que de forma individual (el Rayo se sumó como club deportivo) sólo se sumó su entonces compañero de equipo Raúl Jiménez y el central que gracias a su gol de museo acapara todas las portadas deportivas.