Cuando tienes la suerte de nacer en un país como España, hay cosas que no se valoran, sino que se dan por sentadas. Como el hecho de abrir el grifo y que salga toda el agua que necesitas. Para beber, para ducharte, para cocinar, para regar, para usar el retrete, hasta para llenar la piscina o lavar el coche. Pero no todo el mundo disfruta de esa calidad de vida.

Según un reciente informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y Unicef, publicado con motivo de la celebración de la Semana Mundial del Agua, el 25% de la población mundial no dispone de acceso a agua potable gestionada de forma segura. Estamos hablando de 2.100 millones de personas, 1 de cada 4 habitantes del planeta. Como si de la familia española estándar de matrimonio con dos hijos, uno de ellos tuviera vetado el acceso a este elemento, esencial para la vida, y un derecho humano fundamental.

Cuando el agua no sale de un grifo, hay que ir a buscarla, no importa dónde, ni lo lejos que esté. Normalmente, en el África Subsahariana y en las zonas de Asia central y meridional, son las mujeres y las niñas las que asumen la tarea de cargar con pesados bidones y caminar durante horas para llenarlos en fuentes de dudosa calidad, como ríos, charcas o lagos que pueden estar contaminados. Esto no solo provoca enfermedades y mortalidad, sino que además priva a estas niñas de asistir al colegio para recibir una formación que les abra la puerta a una oportunidad de futuro.

Cada año desde 1991, la Semana Mundial del Agua, que se ha celebrado del 24 al 28 de agosto, reúne en Estocolmo a los principales expertos y líderes mundiales en temas hídricos, con el objetivo de analizar y buscar soluciones a los desafíos globales vinculados con el uso y la gestión del agua.

Es evidente que el cambio climático lleva al extremo las preocupaciones en este sentido. Temperaturas cada vez más altas, cambios en los patrones de lluvias, fenómenos meteorológicos extremos, con sequías e inundaciones cada vez más frecuentes… Todo ello afecta a la disponibilidad del agua, y es importante adoptar medidas urgentes e implantar estrategias eficaces, capaces de garantizar la protección y conservación de los recursos hídricos.

Pero hay algo más: hacen falta inversiones en infraestructuras en aquellas zonas donde la escasez de agua es un mal endémico que impide el desarrollo económico y social del territorio. Hace falta construir pozos de extracción en zonas donde el subsuelo dispone de aguas subterráneas. Hace falta instalar sistemas de almacenamiento para la recogida de aguas pluviales en lugares donde las estaciones lluviosas dejan un importante volumen de agua que se puede aprovechar. Hace falta también instalar sistemas de saneamiento y retretes que canalicen adecuadamente las aguas fecales, y que eviten que las personas de las áreas más vulnerables defequen en lugares al aire libre, llegando a contaminarse los ríos por este motivo.

El papel del Tercer Sector

Pero esas inversiones internacionales, esas estrategias de los países ricos basadas en la colaboración público-privada para conseguir que los que no lo son tanto puedan tener garantizado el acceso a agua potable, tal y como recogen los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS 6, Garantizar la disponibilidad de agua y su gestión sostenible y el saneamiento para todos), parecen no ser suficientes. Y el Tercer Sector, siempre al quite para llegar donde otros no llegan, desempeña un papel importante en este sentido.

Hay grandes ONG internacionales que nacieron con la misión específica de mejorar los sistemas de agua y saneamiento en el mundo, como WaterAid, Charity: Water o Lifewater International. Otras son de un alcance más general hacia a las personas más vulnerables, pero tienen programas concretos dedicados a este fin, como Cruz Roja y Media Luna Roja, Oxfam, World Vision o CARE International.

Y luego hay muchas organizaciones lucrativas pequeñas que, en la medida sus posibilidades, se esfuerzan por transformar la vida de comunidades en riesgo de pobreza extrema a través de la instalación de pozos para facilitar su acceso a agua potable. Un ejemplo es la Fundación SEPLA-Ayuda, ONG que desde 2005 canaliza la solidaridad de los pilotos españoles de líneas aéreas. Su objetivo es contribuir a mejorar las condiciones de vida y las oportunidades de futuro de las poblaciones más vulnerables de España y de países en desarrollo, principalmente de África y Latinoamérica, impulsando proyectos de educación, alimentación, asistencia sanitaria y atención a la discapacidad, a la infancia y la juventud.

Hasta la fecha ha puesto en marcha dos pozos, actualmente en funcionamiento: uno en Turkana (Kenia) y el otro en Malabo (Guinea Ecuatorial). Y está proyectada la construcción de un tercero en Nakifuma (Uganda). Mery, una mujer de la aldea turkana de Ngidoro-Nasura, explica cómo ahora pueden ducharse a diario y lavar la ropa, lo que ha mejorado la higiene personal de toda la familia. Y también pueden beber y cocinar sin miedo a enfermar. Además, han podido dejar de ser nómadas y establecerse con sus animales, trabajar la granja y cultivar alimentos. Su vida, y la de toda la aldea, es otra desde que tienen acceso a agua potable.

Por muchos más proyectos como este, que son posibles gracias a la labor de las ONG y a la solidaridad de tantas personas. Gracias a todas ellas por hacerlo posible. 31 de agosto, Día Mundial de la Solidaridad.

Vicente Alonso Fogué, Titón, presidente de la Fundación SEPLA-Ayuda

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