El asma es una enfermedad respiratoria crónica que afecta a más de 300 millones de personas en el mundo. Aunque sus síntomas —dificultad para respirar, tos, opresión torácica o sibilancias— pueden parecer universales, lo cierto es que no todos los cuerpos los experimentan de la misma forma. En el caso de las mujeres, el asma presenta particularidades que van más allá de la biología: desde la influencia de las hormonas hasta los condicionantes sociales, laborales y psicológicos, todo influye en cómo se manifiesta la enfermedad, cómo se diagnostica y cómo se trata.
A pesar de que en la infancia los varones presentan una mayor prevalencia de asma, esta tendencia se invierte tras la pubertad. A partir de ese momento, son las mujeres quienes no solo desarrollan más casos, sino que con frecuencia lo hacen en formas más graves. Sin embargo, esta realidad ha sido históricamente invisibilizada por la falta de estudios específicos, la escasa inclusión de mujeres en ensayos clínicos y la ausencia de una perspectiva de género en la investigación médica. En los últimos años, especialistas y centros hospitalarios han comenzado a reclamar un cambio de paradigma para atender estas diferencias y ofrecer a las mujeres asmáticas diagnósticos más precisos y tratamientos verdaderamente personalizados.
“Existen diferencias en el desarrollo del pulmón y las vías respiratorias entre hombres y mujeres, que inicialmente favorecen a los varones pero que, tras la pubertad, se polarizan hacia una mayor incidencia en mujeres”, explica la Dra. María del Mar Fernández Nieto, especialista del Servicio de Alergología del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz, integrado en el Servicio público de salud madrileño (SERMAS).
Las hormonas agravan la enfermedad
Los ciclos hormonales femeninos tienen una clara influencia en la evolución del asma. Cambios como los que se producen en la menstruación, el embarazo o la menopausia pueden traducirse en un aumento de los síntomas, un control más difícil de la enfermedad y mayor riesgo de crisis respiratorias.
Como comenta la Dra. María Jesús Rodríguez Nieto, jefa del Servicio de Neumología del hospital madrileño, “entre el 11 y el 40 por ciento de las mujeres asmáticas experimentan un agravamiento de sus síntomas respiratorios durante el ciclo menstrual, y hasta un 18 por ciento de las embarazadas asmáticas ven empeorada su condición, aumentando esta cifra al 50 por ciento en casos de asma grave”.
Exposición laboral: un riesgo silencioso
Más allá de los factores biológicos, las condiciones laborales en las que trabajan muchas mujeres también suponen un factor de riesgo añadido. Profesiones feminizadas como las del sector de la limpieza, la industria textil o el trabajo doméstico las exponen a productos irritantes y desencadenantes ambientales que pueden agravar o incluso generar cuadros asmáticos.
“Profesiones tradicionalmente asociadas a la mujer, como las del sector de la limpieza o la industria textil, presentan una elevada prevalencia de asma ocupacional por la exposición a sustancias irritantes”, señala la Dra. Fernández Nieto.
Cuando el síntoma se confunde con una emoción
Existe un sesgo de género que condiciona el diagnóstico: las mujeres tienden a ser infradiagnosticadas o malinterpretadas cuando acuden con síntomas respiratorios, a menudo atribuidos erróneamente a causas psicológicas como la ansiedad o el estrés.
“En ocasiones, sus síntomas respiratorios se interpretan erróneamente como manifestaciones emocionales, lo que contribuye a un infratratamiento de la enfermedad”, añade la Dra. Fernández Nieto.
Esta interpretación errónea, unida al rol de cuidadoras que muchas mujeres asumen, hace que pospongan la consulta médica, lo que retrasa tanto el diagnóstico como el inicio del tratamiento adecuado.
La salud mental también se resiente
El asma no solo afecta a los pulmones. Vivir con una enfermedad crónica, especialmente con miedo a sufrir una crisis respiratoria en cualquier momento, tiene consecuencias emocionales.
“El asma no solo limita físicamente, sino que también puede provocar ansiedad, ataques de pánico o depresión, derivados del miedo a una crisis respiratoria o de las restricciones en la vida diaria”, señala por su parte la Dra. Diana Sánchez Mellado, especialista del servicio de Neumología de la Fundación Jiménez Díaz.
Los efectos secundarios de algunos tratamientos también influyen en la autoestima: el aumento de peso o los cambios físicos asociados a los corticoides son un motivo adicional de malestar para muchas pacientes.
Educación y empoderamiento: claves para el control
Mejorar el manejo del asma en mujeres pasa por informar, acompañar y adaptar los tratamientos a sus necesidades específicas. La adherencia al tratamiento y la autonomía para gestionar los síntomas son pilares fundamentales.
“Debemos realizar una educación personalizada, explicar de forma clara la enfermedad y los tratamientos, y establecer un plan de acción individualizado que la paciente conozca y sepa utilizar en caso de empeoramiento”, detalla la Dra. Sánchez.
La relación médico-paciente es esencial para lograr resultados duraderos. “El empoderamiento de las pacientes pasa por construir una relación médico-paciente basada en la confianza, haciendo que la mujer se sienta escuchada, comprendida y protagonista de su tratamiento”, subraya la Dra. Sánchez.
El deporte como herramienta de salud respiratoria
La práctica deportiva adaptada es un recurso infrautilizado, especialmente entre las mujeres con enfermedades respiratorias crónicas. El miedo a sufrir una crisis, la falta de tiempo o el desconocimiento llevan a muchas a evitar el ejercicio, cuando en realidad puede ser una herramienta terapéutica eficaz Eso sí, también debe personalizarse en función de las dolencias, porque deportes al aire libre en climas fríos o deportes acuáticos en los que hay exposición al cloro pueden causar exacerbaciones. Sin embargo, el ejercicio físico moderado, con planificación y control es muy beneficioso y recomendable.
“Generalmente, las mujeres, especialmente aquellas con enfermedades respiratorias crónicas, practican menos deporte que los hombres, lo que puede afectar negativamente al control de su enfermedad”, explica la Dra. Marcela Valverde Monge, del Servicio de Alergología.
Por eso, la especialista reclama una mayor visibilidad de esta realidad. “Es necesario impulsar campañas informativas nacionales que fomenten el diagnóstico, tratamiento y prevención del asma en mujeres, así como incentivar la práctica deportiva femenina para mejorar su salud respiratoria”, concluye la Dra. Valverde.
Un futuro con tratamientos más justos
El enfoque de género en el asma no es una moda ni un capricho: es una necesidad sanitaria. Incorporar esta mirada en la investigación, los ensayos clínicos, la atención primaria y la educación sanitaria permitirá reducir desigualdades y mejorar el pronóstico de millones de mujeres.
La Fundación Jiménez Díaz, con su Unidad Multidisciplinar de Asma, es un ejemplo de cómo avanzar hacia ese objetivo desde el conocimiento científico, la atención centrada en la paciente y el compromiso institucional.