El asma es una enfermedad respiratoria crónica que afecta a entre 2,5 y 3 millones de personas en España, según los datos recogidos en el nuevo Manual de Procedimientos en Asma impulsado por profesionales del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz, centro integrado en el servicio pública madrileño de salud (SERMAS). Su impacto en la calidad de vida de los pacientes es significativo, ya que provoca episodios de dificultad respiratoria, sibilancias y opresión torácica, además de limitar la actividad física y social de quienes la padecen.
Pese a su alta prevalencia, todavía existe debate sobre si el asma puede prevenirse o si, por el contrario, se trata de una afección ineludible cuando hay predisposición genética. ¿Qué papel juegan la contaminación, las alergias o el estilo de vida en su desarrollo? ¿Podemos reducir los factores de riesgo y evitar su aparición? Médicos expertos en Alergología y Neumología ofrecen respuestas a estas cuestiones y explican las estrategias más eficaces para controlar y reducir la incidencia del asma en la población.
La genética como predisposición a la enfermedad
Uno de los principales factores de riesgo del asma es la predisposición genética. Si uno de los progenitores es asmático, el riesgo de desarrollar la enfermedad en la descendencia se incrementa notablemente. Además, el asma está fuertemente relacionada con otras enfermedades atópicas, como la rinitis alérgica y la dermatitis atópica, lo que sugiere un componente hereditario en su desarrollo.
A pesar de que la genética predispone a la enfermedad, no significa que una persona con antecedentes familiares vaya a desarrollarla de forma inevitable. La interacción con el entorno es clave para modular la expresión de los genes y la aparición de los síntomas. El estilo de vida, la exposición a alérgenos y la contaminación pueden ser determinantes en la activación o no de esta enfermedad en personas con predisposición hereditaria.
El impacto de la contaminación ambiental
El aumento de la contaminación atmosférica ha sido identificado como un factor determinante en el incremento de los casos de asma en las últimas décadas. Los contaminantes más perjudiciales incluyen el dióxido de nitrógeno (NO₂), las partículas en suspensión (PM10 y PM2.5) y el ozono troposférico, que irritan las vías respiratorias y favorecen la inflamación crónica de los bronquios.
Las personas que viven en entornos urbanos con alta polución presentan una mayor prevalencia de asma, especialmente en edades tempranas. La exposición prolongada a estos agentes puede provocar una hiperreactividad bronquial, haciendo que los pulmones respondan de manera exagerada a estímulos inofensivos como el polvo o el aire frío. Además, la contaminación no solo agrava los síntomas de quienes ya padecen la enfermedad, sino que también puede desencadenar su aparición en personas que hasta el momento no la sufrían.
Alergias y exposición a alérgenos
El asma alérgica es la forma más común de la enfermedad y se desencadena por la exposición a alérgenos como ácaros del polvo, pólenes, epitelios de animales y hongos. En personas predispuestas, estos elementos generan una respuesta inmunitaria descontrolada, causando inflamación y obstrucción de las vías respiratorias.
La exposición prolongada a alérgenos desde la infancia puede aumentar el riesgo de desarrollar asma en la edad adulta. Los cambios en el estilo de vida y en los hábitos domésticos han llevado a una mayor exposición a estos desencadenantes en los hogares modernos, donde la falta de ventilación y el uso de materiales sintéticos pueden favorecer la proliferación de ácaros y otros alérgenos.
¿Se puede prevenir el asma? Estrategias de control y reducción del riesgo
Aunque el asma no siempre es evitable, sí es posible reducir la incidencia y controlar la progresión de la enfermedad mediante estrategias de prevención primaria y secundaria. Una de las medidas más efectivas para prevenir la aparición del asma es la reducción de la exposición a contaminantes ambientales. Diversos estudios han demostrado que la calidad del aire influye directamente en la salud respiratoria, y que la contaminación puede actuar como desencadenante en personas con predisposición asmática. En este sentido, las políticas públicas juegan un papel fundamental en la disminución de emisiones contaminantes y la promoción de entornos más saludables. Además, a nivel individual, se recomienda evitar la exposición prolongada a zonas con altos niveles de polución, especialmente en aquellas ciudades donde los niveles de dióxido de nitrógeno y partículas en suspensión superan con frecuencia los valores recomendados por la Organización Mundial de la Salud.
En la infancia, la prevención adquiere un papel clave, ya que los pulmones se encuentran en pleno desarrollo y cualquier factor ambiental adverso puede afectar su correcto funcionamiento. Evitar la exposición al humo del tabaco durante el embarazo y los primeros años de vida es una de las principales recomendaciones de los expertos, ya que el humo puede irritar las vías respiratorias y aumentar la inflamación bronquial desde edades tempranas. La lactancia materna también ha demostrado ser un factor protector frente a enfermedades respiratorias, ya que fortalece el sistema inmunológico del bebé y reduce el riesgo de infecciones que pueden derivar en asma a largo plazo. Mantener un ambiente doméstico libre de ácaros, polvo y alérgenos es otra medida esencial para disminuir la probabilidad de desarrollar síntomas asmáticos en niños con antecedentes familiares de alergia.
La vacunación también juega un papel importante en la prevención de crisis asmáticas. Las infecciones respiratorias, como la gripe o la neumonía, pueden desencadenar exacerbaciones en pacientes con asma o incluso contribuir a su desarrollo en personas con predisposición. Por ello, la vacunación contra la gripe estacional y el neumococo está recomendada en pacientes asmáticos y en aquellos en riesgo de desarrollar la enfermedad, ya que contribuye a reducir la inflamación bronquial y a prevenir complicaciones respiratorias graves.
Un enfoque multidisciplinar para un mejor control del asma
El avance en el diagnóstico y tratamiento del asma ha permitido un mejor control de la enfermedad y una reducción significativa de las exacerbaciones. La Fundación Jiménez Díaz, en colaboración con la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC), ha desarrollado el primer Manual de Procedimientos en Asma, una herramienta esencial para mejorar la precisión diagnóstica y optimizar los tratamientos disponibles.
Tal y como explica la Dra. Mar Fernández Nieto, especialista del Servicio de Alergología de la Fundación Jiménez Díaz y coordinadora de la obra, este manual “surge como respuesta a la necesidad de un diagnóstico respaldado por pruebas objetivas, especialmente en un contexto donde los avances terapéuticos, incluidos fármacos de alto coste, exigen una precisión diagnóstica rigurosa”.
Además, la Unidad Multidisciplinar de Asma (UMA) del hospital ha sido reconocida con la categoría de "Excelencia" por la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR) y por la SEAIC. Esta unidad integra especialistas en Neumología, Alergología, Pediatría e Inmunología, facilitando un abordaje personalizado y multidisciplinar para cada paciente.
La prevención, clave en el control del asma
Si bien el asma no puede prevenirse en todos los casos, es posible reducir su incidencia y controlar la progresión de la enfermedad mediante estrategias adecuadas. La genética influye, pero la exposición a contaminantes y alérgenos desempeña un papel crucial en su desarrollo.
Gracias a la investigación, la mejora en el diagnóstico y el abordaje multidisciplinar, el futuro del tratamiento del asma es cada vez más prometedor. La concienciación y la adopción de medidas preventivas pueden marcar la diferencia en la calidad de vida de los millones de personas que conviven con esta enfermedad.