Cuando una persona mayor necesita ser ingresada en un hospital es frecuente que sufra un deterioro funcional importante. En un tercio de los casos, a las 48 horas, el paciente comienza a sufrir deterioro de la movilidad o delirium, debido a que el 95 por ciento del tiempo está en la cama o en un sillón, a pesar de que solo a menos del 5 por ciento de ellos se les pauta reposo.

“Todos los que trabajamos con personas mayores hemos visto pacientes hospitalizados que, aunque se curan de la enfermedad por la que ingresaron, cuando salen del hospital ya no caminan o se han vuelto incontinentes”, reconoce la Dra. Cristina González de Villaumbrosia, jefa asociada del Servicio de Geriatría del Hospital Universitario Rey Juan Carlos (Móstoles). Es más, en las dos semanas posteriores al alta, tienen alto riesgo de caídas y, por tanto, de reingreso.

La razón por la que esto ocurre está relacionada con la fragilidad, un síndrome asociado al envejecimiento que se caracteriza por una disminución de la reserva funcional y una mayor vulnerabilidad a situaciones de estrés. Se trata de un problema de salud relevante que afecta ya a entre el 8,5 y el 20,4 por ciento de la población española mayor de 70 años y es un potente predictor de discapacidad.

Por esta razón, en algunos hospitales, como el citado Rey Juan Carlos y los universitarios Fundación Jiménez Díaz (Madrid), Infanta Elena (Valdemoro) y General de Villalba, hace años que se han implementado estrategias centradas en la atención al paciente frágil, que tienen como objetivo que, en el momento de recibir el alta, su situación funcional sea lo más parecida posible a la que presentaba en el momento del ingreso.

Tres pilares: identificación, adaptación y prevención

La iniciativa se basa en tres pilares. El primero de ellos, la identificación precoz de los pacientes que tienen más riesgo de presentar deterioro. “Hay factores que pueden ayudar a decidir su inclusión en el programa, como sufrir pérdida de peso, disminución de la velocidad de marcha o sarcopenia, además de superar los 75 años”, explica la Dra. María Herrera, jefe del Servicio de Geriatría del Hospital Universitario Infanta Elena y responsable del proyecto en este centro.

Si el ingreso se ha realizado a través del servicio de Urgencias, la enfermera determina cuál es la situación funcional en el domicilio mediante la aplicación de lo que se conoce como escala de Barthel. Si el resultado de esa valoración está entre 30 y 70 (dependencia leve-moderada), el paciente es incluido en el programa.

El segundo punto clave es la adaptación de horarios. “Adaptamos nuestra forma de trabajar a nuestros pacientes, y no al revés, como ocurre de forma habitual”, indica la Dra. Ana Isabel Hormigo, geriatra de la Fundación Jiménez Díaz Se intenta favorecer el descanso nocturno modificando los horarios de administración de la medicación, la toma de muestras, constantes y otros cuidados que suelen realizarse última hora de la noche o a primera hora de la mañana.

Asimismo, se promueve la continencia con programas de micción programada. “Se acompaña a los pacientes al cuarto de baño cuando lo precisan, se realiza la higiene diaria en el baño y no se hace uso de los pañales en pacientes continentes”, precisa la Dra. Herrera.

Del mismo modo, hay un programa de movilidad por turno, en base al cual se incentiva a los pacientes a caminar por la unidad y a su familiar o cuidador a acompañarlos, ya que “la movilidad se considera una constante más", por lo que tenemos instaladas unas tabletas en cada cama y disponemos de pulseras de monitorización que pueden colocársele al paciente a su ingreso para vincularlas a ellas y transferir a la historia clínica los pasos que da, la frecuencia cardiaca y las horas de sueño”, narran estos geriatras.

La actividad física es parte fundamental del tratamiento, al igual que su medida, para lo que las nuevas tecnologías, se ponen al servicio del paciente.

Pulsera paciente frágil

Junto a esta iniciativa, hay otras encaminadas a promover los autocuidados: estrategias para que puedan vestirse solos, uso de espesantes para quienes tienen disfagia o dificultad para la deglución, etc.

El tercer pilar del programa lo constituye el plan de prevención del delirium, dirigido a disminuir el riesgo de cuadro confusional. Para ello se fomenta la presencia de objetos personales, como fotografías y zapatillas de casa, y todas las habitaciones cuentan con un reloj y un calendario para que los pacientes estén orientados en el tiempo.

Importantes ventajas

Las ventajas de este tipo de programas de atención al paciente frágil son indiscutibles. No solo se producen menos úlceras por presión, sino que mejora la situación funcional al alta, disminuye el tiempo de estancia en el hospital en más de un día y se reduce la mortalidad en más de un dos por ciento.

“Según los datos registrados en esta unidad antes de la pandemia, los pacientes que pierden la capacidad de caminar al alta supusieron un 2,2 por ciento, frente al 21,7 de los ingresados en planta convencional”, detalla la Dra. González de Villaumbrosia.

Lo mismo ocurre con la continencia urinaria. Solo el 2,6 por ciento la pierde en esta unidad, frente al 8 por ciento de los hospitalizados de otro modo.

“Son ventajas para todos, primero para el propio paciente, después para la familia y, finalmente, para el sistema sanitario, por la menor utilización de recursos en la que se traduce”, resume la Dra. Herrera. Se mejora la funcionalidad del paciente y la relación familiar, se fomenta el cuidar bien y dejarse cuidar, y todo ello contribuye a que se deriven menos a residencias u hospitales de apoyo, tengan menos reingresos y menor índice de depresión, lo que a su vez se traduce también en una reducción de la sobrecarga del cuidador.

La colaboración de los cuidadores

Y es que la implicación de los familiares y cuidadores habituales es clave en este tipo de programas. De hecho, en los citados cuatro hospitales se organizan talleres de cuidados dirigidos a las personas sobre las que recae la responsabilidad de atender a este tipo de pacientes en su domicilio.

En los mismos se abordan, entre otros, aspectos relacionados con la nutrición, la movilización, los cuidados de la piel, el aseo, la dispensación de medicamentos, el manejo de la persona que requiere cuidados con deterioro cognitivo/demencia y aspectos sociales que pueden condicionar un buen cuidado.

La labor de auxiliares y enfermeras es clave en el éxito de esta iniciativa

Pero, además, este tipo de actividades “busca crear y dar forma a un espacio en el que cuidadores, familiares y profesionales sanitarios intercambien experiencias y conocimientos y en el que los primeros puedan trasladar a los últimos sus propuestas de mejora en base al aprendizaje adquirido”, recalcan Natalia Fernández y Elena Roldán, enfermera de Continuidad Asistencial y trabajadora social, respectivamente, del Hospital Universitario General de Villalba.

Cuidar al cuidador resulta prioritario, por lo que “conocer su experiencia, escuchar sus inquietudes, solventar dudas y prestarle el apoyo y formación es otro de los objetivos fundamentales de este tipo de talleres”, aclaran.

De forma paralela se promueve la participación de los profesionales de Atención Primaria, especialmente del personal de Enfermería, puesto que la atención a este tipo de pacientes es, sobre todo, extrahospitalaria, y hace esencial establecer puentes de comunicación y colaboración.

Programas con premio

En el Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz la atención al paciente frágil cuenta, incluso, con programas más específicos, como el Proyecto de Hematogeriatría.

Está dirigido a mayores de 70 años con neoplasias hematológicas y puntuación en la escala de screening de fragilidad G8 inferior a 14 puntos y “permite diseñar una intervención geriátrica adaptada de forma individualizada a cada paciente”, explica el Dr. Raúl Córdoba, hematólogo de este centro hospitalario.

No solo se tienen en cuenta las características de la patología oncológica del paciente, sino también “la comorbilidad, funcionalidad, situación mental, social, nutricional y síndromes geriátricos”, detalla.

De este modo se diseña un plan específico que permita al afectado enfrentarse en mejores condiciones al tratamiento, que optimice los resultados en salud y calidad de vida y que evite la pérdida de funcionalidad; y para ello se establece un enfoque multidisciplinar en el que participan hematólogos, geriatras, enfermeras y farmacéuticos hospitalarios.

La iniciativa ha sido galardonada con el Premio a la Innovación en el Ámbito Sanitario en la categoría Pacientes de la Cátedra Celgene de Innovación en Salud de la Universidad de Alcalá.