El Covid-19 ha puesto en jaque a la sociedad en la medida en que, desde su irrupción, cualquier alarma por un microorganismo de rápida transmisión y con posibilidad de ser mortal se toma como una amenaza de primer nivel y se ponen las medidas necesarias para atajarlo, especialmente si se produce en entornos sensibles como pueden ser hospitales o residencias de mayores.

En este sentido, se ha identificado un nuevo tipo de hongo como una potencial amenaza en los hospitales de todo el mundo debido a su resistencia a múltiples medicamentos antifúngicos y a su capacidad para causar infecciones graves que podrían llegar a ser, incluso, mortales en pacientes con otras patologías.

Este hongo se denomina Candida Auris, y fue descubierto inicialmente en el año 2009 en tierras japonesas. Desde ese momento se ha propagado a varios países, incluyendo los Estados Unidos, India, Reino Unido o España, entre otros. Los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) aseguran que, actualmente, Candida Auris representa una amenaza considerable para la salud mundial. Durante el año 2022, se informó de 2.377 diagnósticos clínicos y se identificaron otros 5.754 casos a través de los procedimientos de detección.

A su vez, la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó el año pasado su lista de patógenos fúngicos prioritarios, entre los que se encontraba la Candida Auris y de la que la institución aseguró que representaban una gran amenaza para la salud de la población mundial, ya que son cada vez más comunes, extendidos y resistentes a los medicamentos.

Qué se sabe de este hongo

Los científicos aseguran que el hongo Candida Auris tiene una elevada capacidad de contagio y que es resistente a algunos desinfectantes y fármacos comunes, lo que lo convierte en uno de los hongos más peligrosos y mortales que se conocen. Puede propagarse fácilmente a otros individuos y tener un alto índice de mortalidad, pudiendo causar la muerte en aproximadamente 90 días.

La tasa de mortalidad por infección por C. Auris oscila entre el 40 y el 70%, y los síntomas de una infección por este hongo pueden incluir fiebre, escalofríos y dolor en el lugar de la infección. Este tipo de hongo se propaga con facilidad, ya sea a través del contacto con superficies contaminadas o personas infectadas.

Cabe destacar que, en circunstancias normales, este hongo no representa un riesgo significativo para la mayoría de pacientes, pero existen situaciones en las que puede introducirse de manera rápida en el torrente sanguíneo y causar problemas como infecciones graves en pacientes hospitalizados, especialmente en aquellos con un sistema inmunológico no muy fuerte o que hayan recibido tratamientos invasivos, como catéteres venosos centrales, quimioterapia o ventilación mecánica.

Con respecto al tratamiento, existen una serie de medicamentos antimicóticos denominados equinocandinas, aunque también se pueden utilizar otros antimicóticos. Aunque por ahora son efectivos, está desarrollando una gran capacidad de respuesta y resistencia a estas medicinas, lo que lo convierte en un peligro significativo. Por ende, los médicos tienen que recurrir a tratamientos más agresivos para hacerle frente como, por ejemplo, medicamentos intravenosos más potentes y la aplicación de control hospitalario de larga duración.

Al mismo tiempo, la mejor manera de evitar su propagación es la prevención: identificar de manera temprana las infecciones e implementar medidas para controlar las mismas, como el lavado de manos constante y la limpieza y desinfección de las zonas médicas son algunas pautas a seguir para frenar, en la medida de lo posible, su aparición. Paralelamente, es importante utilizar métodos rigurosos para detectar su aparición, ya que puede ser confundido con otros hongos de carácter similar.

La revista científica Annals of Internal Medicine recoge todas las razones que han motivado la expansión de este tipo de microorganismos. La publicación sostiene que este hongo fue detectado por primera vez en Estados Unidos en el año 2016 y que, desde entonces, se ha ido propagando hasta convertirse en una amenaza sanitaria de primer orden a nivel mundial.

Meghan Lyman, una médico especializada en enfermedades de carácter micótico en Estados Unidos, ha señalado que "las personas infectadas por Candida Auris suelen enfrentar múltiples problemas de salud, además de la infección por el hongo. En la misma línea, The New York Times explica que "aunque el hongo puede haber contribuido a su muerte, no necesariamente ha sido la causa principal. El hecho de que sea un factor de riesgo añadido a otras enfermedades o patologías, suma un nivel mayor de complejidad en su tratamiento".