Arturo Pérez-Reverte, una figura siempre polémica de la cultura española. El periodista y escritor no esconde sus pensamientos, sino que dice todo lo que se le pasa por la cabeza. No se le conoce como un individuo políticamente correcto, más bien todo lo contrario.

Reverte presentó su nueva novela, la que cierra la trilogía iniciada con Falcó y continuada con Eva. Lo hizo en París. Sabotaje tiene lugar en el París del año 37 y su protagonista deberá impedir que Pablo Ruiz Picasso cree el Guernica. Es en la capital francesa donde el artista diseñó uno de los cuadros que mejor ejemplifican la Guerra Civil y que se ha convertido en una alegoría del conflicto.

Reverte, tras explicar la trama de la nueva aventura del “perfecto hijo de puta” que es Lorenzo Falcó, el mercenario “sin conciencia, sin ética y sin remordimientos, esclarece que no todos son héroes ni actúan por motivos altruistas, sino que esconden alguna historia que no trasciende.

“El mundo real nunca es blanco o negro, no es azul o rojo, es una gama de grises”, señala el escritor que, tras esta afirmación, explica que Picasso no pintó el Guernica “por patriotismo ni democracia” sino que, en palabras de Reverte, “lo pintó por muchísimo dinero”.

También tiene sus más y sus menos con Ernst Hemingway al que, según ha confesado en la presentación de su Sabotaje, no soportaba. Por este motivo, el personaje de Falcó propina una brutal paliza “fanfarrón” de Hemingway. Reverte lo describe así porque “no me caía bien como persona”. Además, explica que él sí sabe lo que es estar en la guerra y entiende la manera en la que el escritor describió el conflicto.

Falcó, políticamente incorrecto

Pérez-Reverte asegura, con respecto al personaje de Lorenzo Falcó, que le divierte el “desafío de conseguir que el lector normal se trague al personaje y lo haga compañero de viaje en tres libros”. Y es que se trata de “un tipo machista, torturador, cruel, sin escrúpulos, amoral, para quien las mujeres son un objeto a depredar y que trabaja para los franquistas”. Precisamente por este motivo, le introduce como una persona “simpática, elegante, seductora, encantadora y divertida”.

“Son los años 30, los hombres fumaban y follaban de una manera determinada, no puedes poner a un feminista ‘avant la lettre’. Tampoco pondré jamás a una mujer en las Cruzadas asaltando las murallas, que es lo que se exige ahora, porque no es verdad”. Explica que “nadie que haya leído un libro o un artículo mío puede decir que soy machista, como me han soltado en Twitter cuando me he burlado del feminismo folclórico, no del otro, ¿eh? Pero me da igual”.