Cuándo escribes de corazón las palabras salen solas. Y es que después de vivir una pandemia trabajando en primera línea por mi profesión, pensaba que nada más trágico podía pasar en este país, hasta que el pasado y malogrado 29 de octubre nos sorprendió esta terrible DANA en la población de Paiporta, al igual que en otras, pero en ésta es en la que yo resido. Obviando las posibles responsabilidades que se pudiesen derivar de esta gestión, dado la magnitud del alcance de los daños personales y materiales, los ciudadanos estamos enormemente agradecidos por las labores tanto de voluntarios como de profesionales.
Las vidas de todos los habitantes de esta zona 0 dentro de todos los municipios arrasados, se vieron partidas por la mitad esa fatídica tarde. Ahora, las calles lloran cada día a los que ya no están y a todo lo que un día existió, mientras cada uno de nosotros intenta, como puede, recomponerse de todo este horror vivido. En toda tragedia siempre hay quienes demuestran que el ser humano es capaz de ofrecer una inmensa solidaridad, y por ello quería dar las gracias al “Grupo Sagunto del Regimiento de Caballería Lusitania 8 de Paracaidistas,” en concreto al Cabo 1° Carlos Alberto Barros Sanchez y su tripulación, por su generosidad, compromiso y buen hacer en las tareas llevadas a cabo en las proximidades de mi comunidad de vecinos y en ella misma.
En mi caso en particular, desde muy niña he sentido respeto, incluso diría que a veces hasta cierto miedo hacia los militares, ya que me he distanciado de todo lo que tenga que ver con conflictos bélicos. Ahora, especialmente en estos momentos, puedo reconocer que su labor y trabajo va más allá de lo que me inculcaron desde pequeña. Una guerra no tiene nada que ver con esta tragedia, pero la devastación que esta catástrofe ha provocado puede dejar en nuestras retinas una estampa similar.
Las tareas se multiplican sin dar ninguna tregua. El agua se filtró por cada rincón destruyendo y convirtiendo en lodo todo lo que encontró a su paso. El caos se adueñó de lo que era nuestro, y la absoluta nada es lo único que les quedó a muchos. Pero a pesar de todo esto la constancia de este cuerpo no ha desfallecido ni un ápice. La vida debería tratarse de ayudar sin recibir nada a cambio, aunque a veces no entendamos ciertas cosas, la gratitud humana puedo reafirmar que es infinita y eso me enorgullece como ciudadana de esta nación. Y si tuviese que quedarme con algún grato recuerdo dentro de todo esta tragedia sería eso, el inmenso respaldo y apoyo que este cuerpo ha demostrado con todos nosotros. Cada día, su ayuda y cooperación da a los vecinos de Paiporta algo de luz en este tenebroso túnel. Siempre estaremos muy agradecidos por todo vuestro apoyo y participación para intentar reconstruir unas vidas que, aunque puede que ya no vuelvan a ser igual que antes, continuan, y continuarán, luchando.
Muchas gracias Carlos.