Son mujeres refugiadas, migrantes, supervivientes de diferentes tipos de trata. Unas cumplen condena en un sistema penitenciario pensado para hombres; otras han recorrido un largo camino hasta perder su hogar y vivir en la calle. Todas están muy cerca, pero no las vemos.

Esta es la advertencia que con motivo de la celebración del Día de la Mujer este ocho de marzo ha querido lanzar Accem, una organización no gubernamental que trabaja con colectivos vulnerables.

“Hay gafas que no corrigen la miopía ni sirven para la vista cansada, pero si permiten enfocar la mirada en mujeres que sufren dobles discriminaciones, que pasan desapercibidas”, recalcan desde esta asociación.

Para poner el foco sobre este colectivo y resaltar su papel en la sociedad y su espíritu de superación, la entidad ha puesto en marcha la campaña #Enfócalas8M. A través de unas simples lentes de papel, Accem abre nuestros ojos para que reparen en quienes se enfrentan a difíciles situaciones que se agravan por el simple hecho de ser mujeres.

“Las discriminaciones se cruzan, las amenazas de sufrir violencia se multiplican y el esfuerzo para superar esas circunstancias debe ser mayor”, precisan desde esta entidad.  

Hay mujeres de todas las edades. Desde mayores que reclaman su papel en la sociedad y un envejecimiento activo, hasta niñas y adolescentes que han llegado solas a nuestro país enfrentándose a un sinfín de peligros.

En este sentido, la organización recuerda que tres de cada cuatro víctimas de trata en todo el mundo son mujeres. Se enfrentan a la explotación sexual, al esclavismo laboral, a la mendicidad obligada y son forzadas a cometer delitos.

Del mismo modo, subrayan, las mujeres sin hogar generalmente han recorrido un proceso más largo que el de los hombres y para ellas es mayor el estigma de vivir en la calle, donde se enfrentan a gran número de amenazas de violencia y abusos.

Esos peligros de violencia sexual se repiten en el trayecto de aquellas que buscan refugio y en el de las niñas y mujeres no acompañadas que llegan a nuestro país.

Y, por ser menos en número, también las reclusas tienen peores condiciones en el sistema penitenciario y menos oportunidades de formación y reinserción.