Unas de las frases más famosas del filósofo griego Aristóteles (384 a. C.-322 a. C.) que trascendieron la historia fue aquella que rezaba: “El hombre es un ser social por naturaleza”. Unas palabras que, en el año 2017, podrían matizarse: “El hombre es un ser con red social por naturaleza”. Esta es una manera de cargarse una de las citas más celebres de todos los tiempos, pero lo cierto es que vivimos conectados a Twitter, Facebook, Whatsapp y demás plataformas. De hecho, hasta los jubilados han roto con todos los estereotipos (el 70% tiene smartphone y el 65% se conecta a redes sociales al menos una vez al día). Nuestros hábitos han cambiado. Antes, se despotricaba en riguroso directo y en persona, ahora, se utilizan las redes sociales como altavoz para insultar o amenazar ante miles de desconocidos a otros personajes, que pueden ser -o no-, famosos. Un comportamiento que parece tener dos posibles finales en función de la ideología: si eres de derechas y cargas contra la izquierda, aquí no ha pasado nada; pero si es al revés, atente a las consecuencias.

Ya el año 2016 mostró una tendencia clarividente: existe un doble rasero. En abril de 2016 se realizó la cuarta fase de la Operación Araña, el nombre que reciben las actuaciones de la Guardia Civil para detener y perseguir a quienes, según su criterio, hacen enaltecimiento del terrorismo y humillación de las víctimas. Como consecuencia directa, acabaron arrestados el líder y cantante del grupo Def Con Dos, César Montaña Lehmann, más conocido como César Strawberry. Este último, por tuits que rezaban desde “cuántos deberían seguir el vuelo de Carrero Blanco” hasta "ya casi es el cumpleaños del Rey ¡Qué emoción! (le voy a regalar) un roscón-bomba".

Hasta el que fuera concejal de Ahora Madrid, Guillermo Zapata, se vio forzado a dimitir tras ser señalado y abrirse un proceso judicial por tuits con chistes sobre el Holocausto. Otro de los casos que marcaron el año fue la detención de los titiriteros por una representación que incluía una pancarta con el lema “Gora AlkaETA”.

Regresando al 2017, el ministro de Justicia, Rafael Catalá, anunció el 20 de noviembre que se investigarán todos aquellos tuits que celebraron la muerte del fiscal general del Estado José Manuel Maza. Dicho y hecho. Cuatro días después, el 24, el ministro de Interior, Juan Ignacio Zoido, anunció en Twitter que la Policía había detenido a un tuitero que participó de la celebración de la muerte de Maza. Rapidez y precisión de cirujano.

Pero, ¿qué ocurre cuando son personajes de izquierdas los que son difamados, insultados o amenazados? Un buen ejemplo sería la periodista Ana Pastor. La presentadora de El Objetivo de La Sexta recibe insultos y amenazas de muerte día sí y día también. “Ojalá te toque a ti y al subnormal de tu marido una de las acciones de tus amigos los moros”, le reprochó un tuitero. Amenazas de muerte que llevaron a Ana Pastor a instar a Zoido a abrir una investigación:

Pastor no es la única periodista de La Sexta se ha erigido en diana. Jordi Évole fue pública y diariamente “linchado” tras una batería de artículos en los que defendía una posición “equidistante” ante la DUI y el 155.

Los insultos llegaron hasta Cristina Pedroche, quien recibe numerosas críticas por su vestimenta, hasta tal punto que subió una fotografía a su perfil de Instagram acompañada de un mensaje: “Dejadme en paz”.

El polémico diputado de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) Gabriel Rufián también es un receptor habitual de amenazas por parte de tuiteros de derechas:

El Partido Popular anunció el pasado miércoles que trabajará para conseguir que se pongan límites al anonimato entre los usuarios de redes sociales como Facebook y Twitter tras los mensajes que recibió Alicia Sánchez-Camacho en los que la deseaban pasar un rato con los cinco jóvenes de ‘La Manada’, han sido la gota que ha colmado el vaso para el PP.  El portavoz parlamentario del PP, Rafael Hernando, razonó que “una cosa es la libertad de expresión y otra la libertad de difamación”.

La pregunta es si esa iniciativa incluirá el doble rasero que se ha estado siguiendo hasta ahora. Si, efectivamente, se perseguirán los insultos, las difamaciones y las amenazas de todos y no exista un sesgo de cristal o, si por el contrario, se repetirán casos como el de Pilar Manjón, presidenta de la Asociación de Víctimas del 11M que fue difamada hasta la saciedad y la Fiscalía no movió un dedo.

"A Pilar Manjón le tocó la lotería cuando le reventaron al hijo", "imagino que el padre del hijo de la Manjón no dice nada porque no sabe quién es", "puta prototerrorista" o "¿qué se puede esperar de una mala madre que hace negocio apoyando la impunidad de los asesinos de su hijo?" son algunas de las referencias que tuvo que aguantar. Incluso, en una ocasión, Manjón relató que “estoy en mi coche parada. De repente, desde el vehículo de delante sale un energúmeno, pega unos golpes en el cristal y me dice que me va a matar”. Este caso también se saldó con total impunidad.

En el caso de Inés Arrimadas -candidata de Ciudadanos al 21D-, la comunidad tuitera se volcó, así como todos los políticos, para apoyarla a después de que una mujer pidiera que violaran en grupo a la diputada del Parlament por su físico o su ideología.

Cada caso es ejemplificador: la izquierda sufre las consecuencias mientras para la derecha hay una impunidad absoluta. ¿Cuándo se romperá esta tendencia?