El ictus es una patología grave que causa la muerte de 40.000 españoles al año y se produce cada seis minutos en España. Su gravedad, en términos mundiales, ha llevado a que cada 29 de octubre se celebre el Día Mundial del Ictus, una fecha que tiene un propósito claro, y no es otro que mejorar la prevención de una patología que representa la tercera causa de muerte en el mundo occidental, además de sensibilizar a la sociedad sobre la gravedad del infarto cerebral.

Según los datos del Grupo de Estudio de Enfermedades Cerebrovasculares de la Sociedad Española de Neurología, es la causa de muerte de 40.000 españoles cada año. Supone la primera causa de muerte en mujeres y la segunda en hombres. Y, aunque en los últimos 20 años la mortalidad y discapacidad por ictus ha disminuido, en los próximos 25 se espera que su incidencia crezca un 27%.

El Centro Europeo de Neurociencias (CEN) trabaja con pacientes con esta patología y utiliza un método basado en la intensidad, las tecnologías avanzadas en rehabilitación y la práctica clínica basada en la evidencia. Sobre ello han hablado dos de las pacientes que han acudido a la clínica para tratar las secuelas que les ha dejado el ictus.

Alicia sufrió un ictus con 82 años y en el hospital le dijeron que no se recuperaría y no volvería a caminar ni mover su mano. Además, los médicos consideraban que no podía empezar la rehabilitación porque estaba demasiado débil. Después de un periodo de terapia intensiva de ocho semanas, Alicia volvió a caminar. “El médico ya no daba nada por mí, así que imagínate cómo estaba”, reconoce la paciente.

Por su parte, Elisa, con 42 años, sufrió un ictus en su trabajo. Llegó a esta clínica en silla de ruedas, con un pronóstico de andar porque era una persona joven pero le decían que tardaría unos cuantos meses en volver a caminar. Una semana después de comenzar la terapia intensiva ya se quitó la silla de ruedas y dos meses después puedo recuperar su vida doméstica, que era una de sus prioridades.

Al principio tienes miedo, pero en el momento que lo vences y lo afrontas, y te ves haciendo esas cosas que te daba miedo hacer es como un chute de energía que te genera que quieras seguir avanzando. Si entras en el bucle de la desesperación no avanzas. Es muy importante la aceptación, no la resignación. No tengo elección en elegir las cartas pero sí en como jugarlas”, explica.