Cada seis minutos se produce un ictus en España. El ictus es una patología grave que causa la muerte de 40.000 españoles cada año. Su gravedad, en términos mundiales, ha llevado a que cada 29 de octubre se celebre el Día Mundial del Ictus, una fecha que tiene un propósito claro, y no es otro que mejorar la prevención de una patología que representa la tercera causa de muerte en el mundo occidental, además de sensibilizar a la sociedad sobre la gravedad del infarto cerebral.

Según los datos del Grupo de Estudio de Enfermedades Cerebrovasculares de la Sociedad Española de Neurología, es la causa de muerte de 40.000 españoles cada año. Supone la primera causa de muerte en mujeres y la segunda en hombres. Y, aunque en los últimos 20 años la mortalidad y discapacidad por ictus ha disminuido, en los próximos 25 se espera que su incidencia crezca un 27%.

A los seis meses del ictus, el 26,1% de los pacientes han fallecido y un 44% de los supervivientes quedan con una dependencia funcional. A la hora de buscar la recuperación máxima de las personas que han sufrido un ictus o algún otro daño cerebral, muchas familias se encuentran con numerosas trabas y protocolos del sistema que limitan sus esperanzas y su recuperación efectiva.

José López y Cristina Vázquez, cofundadores de Centro Europeo de Neurociencias (CEN), han importado a España el modelo de terapia intensiva para tratar a pacientes que han sufrido esta enfermedad. Aunque todavía es muy desconocida en nuestro país, esperan que poco a poco se incorpore en el sistema público de salud y pueda estar al alcance de todos. López explica en declaraciones a ElPlural.com en qué se basa su método.

“Se basa en tres aspectos principales: el primero, la terapia intensiva, que se basa en más horas de trabajo, normalmente son de 3 a 6 horas de tratamiento al día. Se hace una práctica muy activa, con muchas repeticiones, con ejercicios de fuerza… mucho más intensos de lo que estamos acostumbrados a ver en rehabilitación. La segunda parte tiene que ver con las tecnologías avanzadas en rehabilitación, que van desde la robótica a los sistemas de sensores y realidad virtual. Y, por último, el uso de la práctica clínica basada en la evidencia, donde se utilizan técnicas que tienen una evidencia científica, que tienen unos estudios que las avalan y las muestran eficaces”, detalla.

Este centro lleva trabajando desde el 2000 en rehabilitación, pero desde 2014 con terapias intensivas. José López reconoce que, tras tratar con sus pacientes, “hay un porcentaje alto que al principio les cuesta, pero que poco a poco se motivan al ver los resultados que este trabajo extra va dando”. También recalca en la importancia de este esfuerzo extra y de la intensidad de las terapias, por eso reconoce que sería bueno que ello se incluyese en el sistema público de salud.

“En el sistema público es donde tratan a los pacientes en la fase aguda, y la fase aguda es donde existe un mayor potencial de recuperación. Entonces, cuanto más se saque partido de este potencial mayor va a ser la recuperación de la persona. Tendría que ser algo que se implantase en el sistema de seguridad social porque mejoraría los resultados de los pacientes y reduciría las discapacidades”, comenta.

No obstante, López índice en la importancia de cuidar los hábitos de vida, ya que ello tiene una incidencia directa en los ictus. “Muchos casos se podrían evitar teniendo una vida más saludable, como por ejemplo con una dieta cuidada, no tener exceso de grasas, evitar el sedentarismo…”.