Un gusano de hasta ocho centímetros de longitud estaba retorciéndose en el cerebro de una mujer de 64 años en Australia. La paciente llevaba dos años con insufribles síntomas, pero sin un diagnóstico médico claro que lo que le sucedía. De hecho, llevaba varios meses de tratamiento por una “inusual mezcla de síntomas”.

Desde dolores estomacales, tos y sudores nocturnos hasta síntomas que habían evolucionado como la amnesia o la depresión. No fue hasta que los médicos intervinieron a la mujer a través de una cirugía en el lóbulo frontal cuando encontraron la causa que llevaban tantos meses buscando: una lombriz había sido extraído vivo del cerebro de la paciente.

Parásito en las pitones

Se trata de una larva de la especie Ophidascaris robertsi, un parásito que suele invadir los cuerpos de diferentes especies animales, pero en esta ocasión se trata de la primera vez en la que se ha hallado en un ser humano.

“En aquel momento, tratar de identificar las larvas microscópicas, que nunca antes habían sido identificadas como causantes de infección humana era como intentar encontrar una aguja en un pajar”, decía la directora de Microbiología Clínica del hospital de Canberra, Karina Kennedy.

La mujer ingresó en 2021 en un hospital de Camberra tras padeces durante tres semanas dolor abdominal y diarrea, así como fiebre, tos, sudores nocturnos y dificultades para respirar. Todo sin que las pruebas respiratorias y las biopsias realizadas para comprobar su diagnóstico hallaran las larvas microscópicas.

No fue hasta que un neurocirujano le realizó una resonancia magnética cuando pudieron dar con la causa de los trastornos de memoria y depresión que llegó a experimentar la mujer. “En retrospectiva, estos síntomas probablemente se debieron a la migración de larvas de lombrices intestinales desde el intestino a otros órganos”, desarrollan los científicos.

No esperaba encontrar eso. Los neurocirujanos tratan regularmente infecciones en el cerebro, pero este fue un hallazgo único

Los científicos catalogan este incidente como inusual. De hecho, el origen del parásito también lo es, pues no se trataba de una lombriz intestinal como consideraban al principio los médicos, sino que era un parásito que generalmente se localiza en el esófago o en el estómago de las pitones diamantina o pitones de alfombra.

No esperaba encontrar eso. Los neurocirujanos tratan regularmente infecciones en el cerebro, pero este fue un hallazgo único”, comenta el doctor Sanjaya Senanayak, uno de los cirujanos que extrajo el gusano vivo del cerebro de la mujer de 64 años.

De la hierba al cerebro

Este parásito suele vivir en el aparato digestivo de las pitones diamantinas. Esta especie (Morelia slpitoa) puede llegar a medir hasta cuatro metros de largo. Los científicos barajan la posibilidad de que la mujer haya tocado o ingerido una hierba en la que la serpiente habría depositado sus heces y que habría usado para cocinar.

“La paciente residía en una zona de un lago habitada por pitones”, cuenta el doctor Mehrab Hossaim, experto en parasitología. “A menudo recolectaba vegetación nativa para usarla en la cocina. Nuestra hipótesis es que sin darse cuenta consumó huevos de Ophidascaris robertsi, ya sea directamente de la vegetación o indirectamente mediante la contaminación de sus manos o equipo de cocina”, argumenta.

Los científicos alertan a las autoridades para que este caso sirva como una advertencia y recordar a la población sobre la importancia de lavar los alimentos recolectados, especialmente, si se encuentran en un entorno salvaje.

“El covid está desapareciendo lentamente, pero es esencial que los epidemiólogos y los gobiernos nos aseguremos de vigilar eficazmente la aparición de nuevas enfermedades infecciosas”, explican los especialistas. “Este caso resalta la dificultad en el diagnóstico parasitario”, escribe Hossaim en un artículo. “Además, enfatiza el riesgo actual de enfermedades zoonóticas cuando los humanos y los animales interactúan estrechamente”, continúa.

El Centro de Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos ya ha advertido de que tres cuartas partes de las enfermedades infecciosas nuevas o emergentes proceden de animales.