Diversos estudios científicos coinciden en que practicar ejercicio físico y mantener una alimentación saludable mejoran la calidad de vida de las personas enfermas de cáncer. Además, ayudan a evitar recaídas y disminuyen los efectos secundarios de los tratamientos. Comer bien tiene un plus añadido en los pacientes oncológicos ya que están expuestos a un riesgo mayor que el de cualquier otra persona a sufrir desnutrición.

“Un paciente desnutrido tiene ya de por sí un mal pronóstico, tanto en su calidad de vida como en la supervivencia”, ", explicó el doctor Jaime Rubio, especialista del Servicio de Oncología de la Fundación Jiménez Díaz en el transcurso de un taller online de la Escuela de Cuidados del Paciente Oncológico dirigido a pacientes y familiares sobre la importancia de nutrición y la actividad física a la hora de combatir el cáncer. “Cuando los pacientes van a someterse a tratamientos oncológicos, es fundamental la detección precoz del riesgo de desnutrición: es necesario identificar las necesidades de cada uno y tratar de solventarlas con un abordaje precoz y un control exhaustivo del mismo”, añadió.

Pese a la importancia de hacer un diagnóstico precoz de la posible desnutrición, a veces se llega tarde. ¿Cómo evitarlo? En este sentido, recuerda el especialista, es necesario que el propio paciente dé la voz de alarma ante una pérdida de peso, “que a veces son sólo dos o tres kilos”. De esta manera se podría actuar a tiempo y evitar, por ejemplo, “darle una dosis tóxica de la medicación si no se informa de ese cambio en el peso”.

Síntomas más frecuentes relacionados con la alimentación

La desnutrición es, por tanto, un problema común en los pacientes oncológicos. Tanto la quimioterapia como la radioterapia o los nuevos tratamientos de inmunoterapia producen toxicidades que afectan a todo el organismo. Es habitual tener nauseas, heridas en la boca, diarrea -que produce una gran pérdida de nutrientes-, hiporexia o pérdida de apetito, disgeusia o alteraciones en el sabor de los alimentos o vómitos, entre otros síntomas, que afectan directamente a nuestro estado nutricional.

Los especialistas que participaron en las jornadas pusieron de relevancia la importancia de hacer una valoración inicial del estado nutricional del paciente oncológico. El objetivo es establecer unas pautas adaptadas de forma individualizada que “puedan cubrir sus necesidades nutricionales, garantizando un aporte de energía y proteínas suficiente que evite la pérdida de peso y de masa muscular, y a la vez de vitaminas y minerales que favorezcan el correcto funcionamiento del organismo", resume la doctora Marta Crespo Yanguas, nutricionista y dietista del Servicio de Endocrinología y Nutrición de la Fundación Jiménez Díaz.

Las consultas más habituales son por náuseas, diarreas o modificaciones en la textura de los alimentos. Aunque cada caso sea diferente, sí hay que procurar que la alimentación sea variada, incluyendo varios grupos de alimentos en cada comida, en cantidad suficiente y con el correcto aporte proteico, básico para evitar la pérdida muscular. Lo recomendable es hacer cinco ingestas diarias -desayuno, almuerzo a media mañana, comida, merienda y cena-, procurando que sea siempre a la misma hora. “Si no sienten apetito o tienen un problema gástrico que les impida tomar los alimentos necesarios en esas ingestas, se pueden fraccionar en 6-8 y evitar tener que suplementar la dieta”, comenta la Dra. Crespo.

“Los suplementos, bien sean batidos o polvos, no sustituyen a la comida, que es lo que realmente alimenta”, subrayó el Dr. Rubio. En algunos casos pueden ayudar, pero no siempre es necesario y lo que a uno le va bien, no necesariamente sirve en otros casos, coincidieron todos.

Ejercicio físico

La segunda clave vital para los pacientes oncológicos es la actividad física. Ángel Carrasco Carretero, especialista de la Unidad de Ejercicio Físico Oncológico de la Asociación de España contra el Cáncer (AECC), aseguró que mantener el cuerpo en forma ayuda considerablemente tanto en la prevención como a la hora de combatir los efectos secundarios de los tratamientos. “Si una persona a la que tienen que intervenir por un tumor llega a la cirugía fuerte y entrenado, va a tener menos tiempo de hospitalización, tolerará mejor los tratamientos y podrá reducir la toxicidad de los tratamientos.

“La actividad física es una barrera contra el cáncer”, enfatizó. En este sentido, destacó algunos datos de un estudio en el que participaron 750.000 personas y que concluyó que duplicando el gasto energético diario se reduce el riesgo hasta en siete tipos de cáncer. Por ejemplo, hasta un 27% en el cáncer de hígado, un 19% en un mieloma o un 18% si es de endometrio.

Mantenerse en forma, con ejercicios adaptados a la situación de cada paciente, ayuda a combatir la pérdida de masa muscular, algo muy habitual en este tipo de enfermedades; la osteoporosis o pérdida de calcio en el hueso, que afecta al 78% de los pacientes; y el aumento de grasa corporal, debido a la disminución del gasto calórico.

Marcela Calero, coordinadora de AECC en la Fundación Jiménez Díaz, cerró el encuentro para recordar los recursos gratuitos que ofrecen a pacientes y sus familiares para ayudarles a sobrellevar la enfermedad. Entre otros servicios, la asociación cuenta con voluntarios que hacen tareas de acompañamiento para combatir la soledad no deseada, atención social, psicológica, labores de prevención y la posibilidad de vivir si es necesario en la residencia oncológica temporal con la que cuentan en Madrid.