En nuestra sociedad hiperconectada, la soledad se ha intensificado, afectando a individuos de todas las edades y clases sociales. Este fenómeno, exacerbado por la falta de interacciones profundas y una creciente desconexión emocional, es particularmente severo entre la población mayor. Con el envejecimiento global, la ONU estima que para 2024 habrá más de 1.500 millones de personas mayores de 65 años, muchas de las cuales enfrentarán la soledad como parte de su cotidianidad. En España, se proyecta que para 2035, los mayores constituirán más del 26.5% de la población, lo que plantea un desafío significativo para mantener el bienestar emocional y mental en una población cada vez más envejecida.

Es un fenómeno que, si bien ha existido a lo largo de la historia humana, parece estar alcanzando dimensiones preocupantes en el mundo contemporáneo. En este entorno hiperconectado, muchos se encuentran solos, aislados de las relaciones significativas, que son fundamentales para el bienestar emocional y mental. A medida que avanzan en edad, se enfrentan a la pérdida de seres queridos, la jubilación y la disminución de la movilidad física. Estos factores combinados pueden crear un caldo de cultivo para la soledad y el aislamiento social. Las visitas familiares pueden espaciarse, los amigos pueden fallecer o mudarse, y las interacciones sociales pueden disminuir, dejando a los ancianos en un estado de vulnerabilidad emocional.

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“La soledad en los adultos mayores es una de las principales preocupaciones de los profesionales de la salud. Cabe destacar que nos encontramos ante un incremento de esta población debido al aumento de la esperanza de vida”, señala a ElPlural.com Beatriz González, directora de Somos Psicólogos Madrid, una clínica formada por más de 40 psicólogos especializados en todo tipo de temática. “Tenemos que diferenciar lo que es vivir solo, que esto no tiene porque tener ninguna repercusión a nivel psicológico, de sentir soledad, esto es, tener falta de relaciones afectivas significativas para la persona”, añade.

“Sentir soledad”, continúa esgrimiendo González, “tiene un gran impacto en los adultos mayores, sobre todo si se tienen problemas de salud física que dificulte la movilidad y las relaciones sociales, no tener pareja, ni hijos, ni contacto social con otras personas”. “Estos factores inciden mucho en la percepción de la soledad. Es por esto por lo que la calidad de vida tiene un gran impacto sobre la soledad y los problemas psicológicos a los que esta puede dar lugar”, resume.

Una idea sobre la que incide también Manuel Nevado, profesor de psicología en la Universidad Alfonso X el Sabio (UAX) y experto en psicogeriatría: “La soledad en adultos mayores es un fenómeno que va más allá de la ausencia de compañía. Este aislamiento social prolongado puede tener consecuencias significativas en la salud mental de esta población”. En este sentido, Nevado cita la “depresión y la ansiedad”, los “problemas cognitivos”, la “dependencia emocional” y los “problemas de autoestima” como algunos de los principales problemas que pueden aparecer como consecuencia de esta soledad no deseada.

El importante papel de las relaciones sociales en la prevención y mitigación de la soledad

Por otra parte, numerosos expertos y estudios coinciden en señalar las relaciones sociales como una de las herramientas más útiles para la prevención y la mitigación de esta soledad no deseada. “Hay una correlación significativa entre sentirse solo y la ausencia de relaciones sociales placenteras. Las relaciones sociales juegan un papel muy importante en esta percepción de soledad, y en aquellos adultos mayores con limitaciones de salud que no pueden relacionarse con otras personas, el porcentaje de los que refieren sufrir soledad no deseada aumenta considerablemente”, destaca Beatriz González. “Estas relaciones ofrecen beneficios emocionales, mentales y físicos, y contribuyen a un envejecimiento más saludable”, añade Manuel Nevado.

De esta manera, adoptar hábitos de vida saludable y la tecnología se alzan en el horizonte como dos de las estrategias más eficaces para mitigar este fenómeno. “Hay estudios que indican que la realización de ejercicio físico disminuye de manera muy considerable la sensación de soledad. Esto se debe tanto a la mejoría general del estado físico de la persona, como al hecho de que frecuentemente este ejercicio físico se desarrolla en entornos sociales, en compañía de otras personas”, indica González. “También se han realizado estudios sobre el conocimiento y uso de las tecnologías, sacando datos relevantes aquellas personas mayores con móviles o que están familiarizados con el uso de las nuevas tecnologías. Así, estos tienden a sentirse menos solos, ya que la comunicación con otros individuos es un factor clave para disminuir esa sensación de soledad”, agrega.

Las relaciones sociales juegan un papel muy importante en esta percepción de soledad

Por su parte, Nevado citado algunos ejemplos de cómo estas relaciones sociales ayudan a obtener mejor “beneficios emocionales, mentales y físicos” y contribuyen “a un envejecimiento más saludable”. A saber: apoyo emocional, estimulo mental, sentido de pertenencia, reducción del estrés, estabilidad emocional, participación activa en la comunidad o salud física y longevidad.

Las estrategias para abordar la soledad

Por último, otro aspecto fundamental a tratar son las estrategias psicológicas y terapéuticas que se están empleando para abordar esta soledad crónica. De esta manera, entre todas ellas podemos citar el potenciar una alimentación saludable, realizar ejercicio físico, pedir ayuda a instituciones sociales o el cuidado personal. “Junto a todos estos elementos, es fundamental desarrollar una estrategia de concienciación social para mejorar la calidad de vida de los adultos mayores, aumentar su apoyo social, el trabajo terapéutico en gestión emocional y cognitiva, y fortalecer en definitiva todos los aspectos que de un modo u otro pueden favorecer la cohesión del entorno comunitario”, sentencia González.