Los números han supuesto una auténtica pesadilla para el gobierno de Brasil que organizó los Juegos Olímpicos de Rio. Un ejecutivo, por cierto, diferente al actual después del “golpe de estado” de los corruptos contra Dilma Rousseff, que nunca ha podido ser acusada de enriquecimiento ilícito. La ahora ex presidenta, sin embargo, no fue capaz de evitar que el gasto presupuestado para las olimpiadas de Río tuviera un sobrecoste del 51 por ciento y se disparara hasta los 4.150 millones de Euros.

Hay que decir en su favor que los Juegos Olímpicos de Londres 2012 costaron 13.500 millones de Euros y los de invierno de Sochi dos años después, con los que Putin quiso impresionar al mundo, se dispararon hasta los cerca de 20.000 millones. Pero también hay que recordar que las autoridades de Río de Janeiro decretaron hace menos de dos meses el “estado de calamidad pública” y que la economía brasileña ha pasado del milagro de sacar de la pobreza a millones de personas a caer en picado, un 3,5 por ciento en 2015 y un 5,4 en el primer semestre de este año.

Nueve millones de preservativos para  los olímpicos

Para dejar a un lado la dura realidad de los números al gobierno brasileño se le ocurrió otra cifra que, esta sí, marca un auténtico record: Repartir 9 millones de preservativos entre los aproximadamente 10.500 atletas, 93.000 trabajadores, 45.000 voluntarios y el medio millón de visitantes que esperan recibir en estas dos semanas. En total no llegan a 700.000, lo que podría convertir los juegos de Río de Janeiro en una auténtica orgía si se utilizan todos los condones prometidos.  El objetivo, fomentar el sexo seguro y defender la selva amazónica, que es de donde sale el caucho para fabricar los profilácticos.

Brasil hace lo que puede para que los juegos de 2016 sean un éxito. Al fin y al cabo es la primera vez que se celebran unas olimpiadas en un país latinoamericano desde la de México en 1968, es la primera también para un país en el que se habla portugués y la tercera que las organiza un país del hemisferio sur.

La fiesta acaba de empezar, pero tanta felicidad en el país del carnaval no puede ocultar los nubarrones que se ciernen sobre estos juegos: aguas contaminadas donde se van a celebrar algunas pruebas, problemas de electricidad y fugas de agua y gas en muchos de los 3.600 apartamentos construidos para los atletas. Y por último el fantasma del Zika, que provocó incluso algún llamamiento a suspender los Juegos Olímpicos de Río.

Pesadilla numérica en RTVE  

Estar allí un día como hoy  es un sueño inalcanzable para la mayoría de los españoles de a pie, pero no para algunos directivos de Televisión Española que, en lugar de estar en Brasil, algunos de ellos con sus familias, deberían estar estos días en sus despachos de Madrid y pasar sus noches agobiados por las pesadillas.  Cierto es que el gasto previsto para la cobertura de las Olimpiadas de Río se ha reducido en comparación con otras anteriores, pero también lo es que el presupuesto de RTVE no es el que era.

Destinar al evento a 273 profesionales,  casi la mitad de ellos en Brasil, con sus correspondientes pluses y dietas, podría ser calificado de “exceso” por quienes no comparten el sueño olímpico y sí la pesadilla de pensar que los 50 millones de euros destinados a la compra de los derechos de emisión han salido directamente de los Presupuestos Generales del Estado. Además, el número de profesionales destinado al evento se acerca mucho al de atletas enviados a competir, que son 305. 

Para algunos directivos de la Corporación la pesadilla debería encuadrarse, sobre todo, en lo profesional. El director de informativos de TVE, José Antonio Álvarez Gundín, por ejemplo, debería tener un problema de conciencia por estar  en Brasil disfrutando de un espectáculo por cuya entrada puede llegar a pagarse hasta 1.800 euros en lugar de permanecer en su despacho pendiente de la posibilidad de que se produzca una sesión de investidura. Es decir, estar pendiente del destino inmediato de España y los españoles. 

Sin investidura a la vista, el anterior director de Informativos, Fran Llorente, no viajó a los Juegos de 2004 y 2008, y el rey Felipe VI ha alegado precisamente esa circunstancia para afirmar que es muy complicado para la Casa Real organizar un viaje a Brasil.