José Miguel Isidro de la Purísima Concepción Monzón, más conocido como El Gran Wyoming fue un niño inmensamente feliz a pesar del franquismo. Durante la presentación a la prensa de su libro autobiográfico 'El Gran Wyoming. ¡De rodillas, Monzón!', (Planeta) que sale este martes a la venta, confesó que cumplió los 17 años sin haber oído la palabra comunismo. "Se vivía una realidad completamente ajena a la verdad. No había manipulación y sí silencio", recuerda y con ácida ironía se describe a sí mismo con "Nemo en la pecera" dando vueltas sin parar creyendo que ése era el mundo.

No fue consciente de la represión de la dictadura hasta que llegó a la Facultad de Medicina, donde abrió los ojos a la realidad cuando, para entrar, tuvo que atravesar un 'tunel' de guardias civiles que habían "tomado" el recinto. "Hasta entonces creía que hubiera Policía por todas partes era lo normal. A los extranjeros les extrañaba, pero no a nosotros", comenta.

No es su primer libro -lleva publicados 'Un vago, dos vagos, tres vagos' (Temas de Hoy, 1990), 'Te quiero personalmente' (Anagrama, 1993), Las aventuras del mapache (Alfaguara juvenil, 1997), 'El niño que soñaba despierto' (Agruparte, 2000), la colección de cuentos musicales 'La mota de polvo', 'No estamos locos' (Planeta, 2013) y 'No estamos solos' (Planeta, 2014)-, pero sí el más personal. '¡De rodillas, Monzón!' es una descripción del mundo que vio tal cual lo vio. 

La España del yugo y las flechas

“Pertenezco a una generación que conoció los campos de Castilla tal y como los vio el Cid camino del destierro. Cuando yo era pequeño, la luz eléctrica no había llegado a todos los rincones de España y el agua todavía se sacaba de los pozos”. Así se refiere a su pueblo de Cuenca, La Puebla del Salvador, donde pasó de su infancia. Era uno de esos pueblos del yugo y las flechas, de rosario diario y con sus "Caídos por Dios y por España" en las iglesias.

Wyoming vivía con sus padres y sus tres hermanos en el barrio de Prosperidad en Madrid. Sus padres tenía una farmacia y una perfumería. Fue su primer contacto (teórico) con las drogas: "Los farmacéuticos era también camellos legales sin pretenderlo".

La enfermedad de su madre

Un de sus experiencias más duras de su infancia fue la enfermedad mental que padecía su madre y que la llevó a un hospital psiquiátrico de forma intermitente. Recuerda las visitas al "sanatorio" donde estaba ingresada como "tardes de tristeza". "A pesar que que mi casa era un lugar alegre, la enfermedad de mi madre hizo que siempre hubiera un fondo melancólico en el ambiente", relata en el libro para añadir que de ahí le viene su "vocación de huída", reforzada por el conflicto generacional. "Algo muy común en mi generación", apostilla.

Esta es la descripción que hace de sus padres, un retrato que coincide con muchos de los padres de la época:

"Los padres, en general, eran conservadores. Mi madre, claro está, no era nada, pero mi padre, además de haber hecho la guerra en el bando de Franco, era católico practicantes. No había ni un solo punto en el que pudiéramos coincidir".

En su caso, la ausencia de la madre hizo que desarrollara un "escudo protector" en el terreno afectivo para evitar sufrimiento. "Me reprochan falta de entrega en las relaciones, falta de preocupación, de atención a los que me rodean", confiesa. También se refugia en esta ausencia para explicar su "falta de relación física con sus hijos":

"Creo que el hecho de no ser abrazado en la infancia me ha coartado a la hora de expresar mis sentimientos. Siento un freno, mantengo una absurda distancia físcia que acaba imponiéndose".

'¡De rodillas, Monzón!' está lleno de la ironía característica de Wyoming y su capacidad para reírse de cualquier cosa. Sin embargo, sorprende la carga emocional de algunos de sus pasajes. Él mismo se describe como alguien serio y asegura que hacer humor con todo es simplemente un mecanismo de defensa: 

"No creo que la ironía y el humor sean cualidades innatas a mi persona, en realidad soy más bien serio, tiendo a trascender y obsesionarme. No me tomo las cosas en broma. La lectura humorística de la realidad no es natural, es estratégica, una herramienta eficaz para superar una vida caracterizada por esa carencia afectiva que me ha condicionado".

Pese a que algunos pasajes sorprenden, el libro está lleno de buen humor. Wyoming hace un retrato muy a su estilo de la vida del tardofranquismo. Tras pasar por un colegio de curas en el que se imponía disciplina mediante el terror, los campamentos de la OJE y el adoctrinamiento del Opus Dei, descubrió la música, los hippies y Woodstock.

Una pica en Flandes

"Era consciente de que mi reino no era de este mundo y que había que buscar una salida", relata. Cogió un tren a Amsterdam junto a unos amigos con la clara intención de "donar" su virginidad. Y lo consiguió aunque la experiencia no fuera muy satisfactoria:

“No conseguí que el pene alcanzara una consistencia suficiente y, como estaba cantado, en cuanto conseguí entrar, después de mucha maniobra, me corrí como un tonto. La chica se quedó esperando, porque, claro, yo había disimulado el orgasmo, y cuando se percató de que ya había terminado exclamó algo parecido a 'shit', pero en holandés.Y salió pitando de la cama, supongo que a lavarse. Abochornado, permanecía callado cuando regresó. Me dio las buenas noches, se giró dándome la espalda y se durmió. Yo lo agradecí, no estaba para muchas explicaciones”.

Enamorado de Cori

Hasta entonces su relación con el sexo, más allá de un enamoramiento temprano de una vecina librera, Cori, de la que se enamoró. "Simplemente porque era la única que tenía a mano y siempre me trató muy bien". Era un amor inocente en la distancia.

Cori le regaló dos libros por su Primera Comunión, con los que aparece retratado en la portada del libro, 'Ivanhoe' y 'Piratas y corsarios'. Es su único buen recuerdo de ese día: "Fue un día chungo, viví uno de mis grandes traumas porque coincidió con el día de mi cumpleaños, el 15 de mayo. Estaba empeñado en que me hicieran dos regalos y me hicieron sólo uno, un trenecito de hojalata, que pisotee de rabia".

En la presentación, Wyoming dio numerosos detalles desconocidos de su vida: es disléxico, no tiene cuenta de Twitter aunque continuamente abren perfiles falsos con su nombre, lo que peor lleva de la fama es el acoso de sus fans y las fotos. "Antes no era así", se quejó.

Sus secretos

No fue su único secreto, del que puede que amplíe detalles en un futuro libro. Cuando le pusieron Wyoming no tenía ni idea de que era un Estado norteamericano. Se lo pusieron como mote cuando se metió en una tuna porque sólo sabía tocar a Bob Dylan y los Beatles.

Confesó también que no dejó la medicina sino que fue la medicina la que le dejó a él. Tenía demasiado mundo por conocer y era incompatible con madrugar. Una vez, comentó, tenía que ayudar a un ginecólogo en una operación y fue completamente pedo.