Las distrofias hereditarias de retina (DHR) constituyen un grupo de enfermedades raras y progresivas que afectan a la retina, una parte esencial del ojo encargada de captar la luz y convertirla en señales visuales para el cerebro. Estas enfermedades, que suelen comenzar en la niñez o adolescencia, llevan a una pérdida gradual de la visión y, en algunos casos, pueden desembocar en ceguera total.

A pesar de ser relativamente desconocidas por el público general, las DHR son una causa importante de discapacidad visual severa, afectando la calidad de vida de las personas que las padecen y de sus familias.

Hasta 20.000 españoles afectados

A nivel mundial, se estima que aproximadamente 1 de cada 3.000 personas padece algún tipo de distrofia hereditaria de retina. Esto las convierte en un grupo de enfermedades raras, aunque dentro de este conjunto, las distrofias de retina son de las más comunes. En España, las cifras de afectados rondan entre las 15.000 y 20.000 personas.

Las DHR son un conjunto de enfermedades genéticas, lo que significa que se producen por mutaciones en los genes, que pueden ser o no heredados de los padres y pueden estar causadas por mutaciones en diferentes genes. Hasta la fecha, se han identificado más de 280 genes relacionados con diferentes formas de distrofia hereditaria de retina, lo que refleja la gran heterogeneidad genética y clínica de esta patología. Una de las mutaciones más estudiadas son las que afectan al gen CRB1, que está presente en el 4-8% de los casos.

Así afecta a la visión

El impacto de las DHR en la visión varía en función del tipo específico de distrofia y de los genes afectados, pero en la mayoría de los casos, los fotorreceptores de la retina, encargados de captar la luz y transmitir las señales visuales, se ven gravemente dañados. Esto lleva a una degeneración progresiva de la retina y a una pérdida de la capacidad visual.

Entre los síntomas más comunes, encontramos:

  • Ceguera nocturna: Dificultad para ver en condiciones de baja iluminación.
  • Pérdida de visión periférica: Lo que se conoce como "visión en túnel", en la que el campo visual se estrecha progresivamente.
  • Pérdida de agudeza visual: Dificultad para ver detalles en objetos cercanos o lejanos.
  • Deslumbramiento o fotofobia: Sensibilidad extrema a la luz.
  • Pérdida de visión central: En algunos casos, los pacientes pierden la visión en la parte central del campo visual, lo que afecta actividades como leer o reconocer caras.

La velocidad de progresión de estos síntomas puede variar significativamente, desde unos pocos años hasta décadas. Algunas personas conservan algo de visión durante la mayor parte de su vida, mientras que otras pueden perderla rápidamente en su juventud.

Diagnóstico y detección: el papel de la genética

El diagnóstico de las distrofias hereditarias de retina comienza con una evaluación clínica detallada por un especialista en oftalmología, quien suele utilizar pruebas como la retinografía, la OCT, la exploración del campo visual y la electrorretinografía para analizar el funcionamiento de la retina. Sin embargo, debido a la gran variabilidad de los síntomas y su progresión, es crucial confirmar el diagnóstico mediante pruebas genéticas.

El análisis genético permite identificar qué mutaciones específicas están causando la enfermedad y establecer una correlación entre el genotipo (la mutación) y el fenotipo (los síntomas). Esto no solo es importante para confirmar el diagnóstico, sino también para determinar el pronóstico y posibles tratamientos, además de identificar a otros miembros de la familia que puedan estar en riesgo.

Uno de los grandes avances en este campo son las técnicas de secuenciación masiva, que permiten identificar las mutaciones con mayor rapidez y precisión. Gracias a estas pruebas, es posible planificar con antelación las opciones terapéuticas y ofrecer una mejor orientación a los pacientes y sus familias.

Tratamientos disponibles: abordando una enfermedad sin cura

Actualmente, no existe una cura definitiva para las distrofias hereditarias de retina. Sin embargo, los avances en la investigación genética y oftalmológica están permitiendo el desarrollo de tratamientos en fase de investigación (ensayos clínicos) que, si demostrasen su eficacia y seguridad, podrían evitar o ralentizar el progreso de la enfermedad y mejorar la calidad de vida de los pacientes.

Entre los enfoques terapéuticos en fase de experimentación se incluyen:

  • Terapia génica: Uno de los avances más prometedores es la terapia génica, que busca corregir o sustituir el gen defectuoso que causa la enfermedad. Si bien este tratamiento aún está en fases de investigación para la mayoría de los genes implicados, en algunos casos, como la amaurosis congénita de Leber producida por mutaciones en el gen RPE65, ya se han logrado resultados positivos y el tra5tamiento se ha aprobado para su uso clínico
  • Terapias celulares: El trasplante de células madre en la retina es otra vía que se está explorando para reemplazar las células dañadas por la enfermedad. Aunque este enfoque también se encuentra en etapas experimentales, algunos ensayos clínicos han mostrado signos esperanzadores.
  • Tratamientos farmacológicos: Si bien no hay medicamentos específicos que curen las DHR, algunos tratamientos farmacológicos pueden ayudar a controlar los síntomas, como las gotas para los ojos que reducen la sensibilidad a la luz o los suplementos de vitamina A, que han mostrado ciertos beneficios en algunos pacientes. Si bien la vitamina A está gravemente contraindicada en la enfermedad de Stargardt y en general para las distrofias de retina causadas por mutaciones en el gen ABCA4
  • Dispositivos de asistencia visual: En paralelo a los tratamientos médicos, las personas afectadas por distrofias hereditarias de retina pueden beneficiarse del uso de dispositivos de asistencia visual, como gafas de aumento, lupas y sistemas de visión artificial que amplían las imágenes para compensar la pérdida de campo visual.

Colaboración entre la Fundación Jiménez Díaz y la ONCE

Recientemente, la Organización Nacional de Ciegos Españoles (ONCE) y el Instituto de Investigación Sanitaria de la Fundación Jiménez Díaz (IIS-FJD) han unido fuerzas en un proyecto para profundizar en el estudio de las DHR causadas por mutaciones en el gen CRB1. Este gen ha sido identificado como responsable de entre el 4% y el 8% de los casos de DHR, y su estudio es clave para entender mejor esta enfermedad.

El proyecto, liderado por la Dra. Carmen Ayuso, tiene como objetivo actualizar y refinar la correlación entre las mutaciones del gen CRB1 y los síntomas clínicos que presentan los pacientes, un proceso conocido como correlación genotipo-fenotipo. Esto permitirá mejorar el manejo clínico de los afectados y optimizar los diagnósticos, facilitando la identificación de nuevos casos y potenciando la posibilidad de incluir a los pacientes en ensayos clínicos futuros.

Uno de los aspectos más innovadores de este proyecto es la hipótesis de que la proteína CRB1, además de su función en la retina, también desempeña un papel en la barrera intestinal. Según esta teoría, una alteración en esta proteína podría permitir la migración de bacterias desde el intestino a la retina, provocando una degeneración dependiente de infecciones. Si bien esta hipótesis aún debe ser confirmada, ofrece una nueva vía para el tratamiento de la enfermedad, potencialmente mediante terapias antiinfecciosas y antiinflamatorias.

El impacto de este proyecto no se limita solo al ámbito de la investigación. Los resultados obtenidos podrían tener un efecto directo en el manejo clínico de los pacientes, ya que permitirían desarrollar tratamientos más personalizados y mejorar las opciones terapéuticas existentes. Además, la colaboración entre la ONCE y la Fundación Jiménez Díaz refuerza el compromiso con la investigación de las enfermedades que más afectan a las personas con discapacidad visual.

Este esfuerzo se enmarca en el programa de ‘Ayudas a la Investigación en Visión’ de la ONCE, cuyo objetivo es promover la investigación en patologías oftalmológicas y contribuir al desarrollo de terapias innovadoras que puedan prevenir o tratar la ceguera. Con este tipo de iniciativas, la ONCE sigue desempeñando un papel crucial en la mejora de la calidad de vida de las personas con discapacidad visual, apoyando la investigación científica y la innovación en salud visual.

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