CaixaForum Madrid dedica una gran exposición a Henri Matisse (1869-1954), con obras representativas de todas sus etapas, en diálogo con destacadas figuras del arte del siglo XX y con una cuidada selección de artistas contemporáneos que le rinden homenaje. Fruto de la colaboración entre el Centre Pompidou y la Fundación ”la Caixa”, la muestra reúne 46 piezas de Matisse y 49 de otros creadores en un fascinante juego de referencias cruzadas que ilumina un siglo de vanguardia y creación. Además, la exposición contará con un programa de actividades diseñado para ampliar la experiencia de los visitantes.
El principal objetivo de estas únicas obras es adentrarse en el ambiente del artista, permitiendo que el público experimente tanto su universo real como el imaginario, a través de su relación con otros creadores y de la atmósfera que definió su proceso creativo. Muchas de las obras expuestas nunca han venido a España y nunca habían salido de Francia, lo que convierte esta muestra en una oportunidad única.
Los artistas seleccionados por Matisse son aquellos que observaron, admiraron y, en muchos casos, fueron influenciados por Matisse: amigos cercanos, pero también rivales artísticos. Se trata de una selección basada en vínculos personales y territorios imaginarios, que busca mostrar cómo el dibujo, las líneas y el uso del blanco en el papel también son formas de narrar.
La directora de CaixaForum Madrid, Isabel Fuentes, y la comisaria y conservadora jefa de las Colecciones Modernas del Musée national d’art moderne – Centre Pompidou, Aurélie Verdier, han presentado la exposición Chez Matisse. El legado de una nueva pintura.
Esta muestra dedicada a Matisse, la primera dentro del segundo gran acuerdo estratégico renovado por la Fundación ”la Caixa” y el Centre Pompidou de París para organizar exposiciones conjuntas, podrá visitarse en CaixaForum Madrid del 28 de octubre de 2025 al 22 de febrero de 2026. Posteriormente, del 26 de marzo al 16 de agosto de 2026, permanecerá en CaixaForum Barcelona.
"El arte moderno es un arrebato del corazón"
Hacia 1900, la obra de Matisse revolucionó la pintura europea con una visión explosiva del color. En los años cincuenta, sus collages transformaron por completo la noción del espacio pictórico. Entre esos dos momentos transcurrieron más de cincuenta años de investigación plástica, que convirtieron su creación en una auténtica casa del arte moderno, frecuentada por artistas de distintas generaciones y tendencias. De ahí el título Chez Matisse, que pone el acento en la hospitalidad y complicidad del maestro.
Pierre Schneider, historiador del arte y autor de Matisse (1984): "Matisse sentía la necesidad de pisar tierra antes de lanzarse, de constatar el peso de las cosas antes de darles alas".
Primitivo y refinado, clásico y salvaje, figurativo y abstracto, Henri Matisse (1869-1954) es una figura esencial de la modernidad, capaz de atraer a un público diverso y deslumbrar a otros artistas que lo consideran un referente y un compañero de búsquedas plásticas.
Chez Matisse. El legado de una nueva pintura reúne obras de Pierre Bonnard, Georges Braque, Daniel Buren, Robert Delaunay, André Derain, Ernst Ludwig Kirchner, František Kupka, Mijaíl F. Lariónov, Le Corbusier, Jacques Lipchitz, Albert Marquet, Barnett Newman, Emil Nolde, Picasso, Kees van Dongen y Maurice de Vlaminck, entre muchos otros.
Una de las curiosidades que propone la muestra es la introducción de la mirada femenina, a través de las obras de Sonia Delaunay, Françoise Gilot, Natalia Goncharova, Baya [Fatma Haddad], Anna-Eva Bergman y Zoulikha Bouabdellah, quienes aportan una reflexión sobre el arte decorativo, los límites de la pintura y el lugar de lo femenino.
Matisse fugura en el panteón de la historia del arte moderno debido a su conocimiento de los artistas más innovadores del siglo XIX y su capacidad de ofrecer nuevos signos y lenguajes a su tiempo. Nacido en una familia de tejedores y comerciantes de pigmentos, la obra de Matisse es el resultado de un trabajo constante que le permitió alcanzar un complejo dominio de la simplicidad.
Su concepción innovadora del color y su reformulación crítica del cuadro como superficie pictórica tuvieron rápidamente eco entre los fauves alemanes y los neoprimitivistas rusos, así como en la pintura estadounidense de la década de 1940. Su obra refleja su época: desde la angustia e introspección de los años de guerra hasta la explosión de sensualidad y hedonismo de sus pinturas y collages de madurez.
Ocho apartados exploran cronológicamente la obra de Matisse
La exposición se divide en ocho secciones ordenadas cronológicamente que despliegan la evolución de Matisse y muestran su influencia sobre los artistas de los siglos XX y XXI.
Línea y color (1900-1906)
Un autorretrato, un paisaje de París y dos bodegones tranquilos y sombríos, realizados entre 1900 y 1902, son testimonio de los inicios de la trayectoria de Matisse bajo la influencia de su maestro Gustave Moreau. Lujo, calma y voluptuosidad (1904) marca un cambio de rumbo, con un tratamiento plástico basado en la fragmentación de la luz y la correspondencia entre el tema —un almuerzo junto al mar— y la belleza de la forma.
En contacto con los paisajes de Saint-Tropez y Colliure, la paleta de Matisse se vuelve incandescente. Albert Marquet, André Derain, Maurice de Vlaminck, Georges Braque y Robert y Sonia Delaunay forman parte de esta misma revolución cromática.
Primitivismos o la emoción (1907-1913)
El descubrimiento de las artes no occidentales y del primitivismo permite a Matisse enfrentarse al canon establecido. En este apartado se presentan sus esculturas de 1907-1930 junto a L’Enlèvement d’Europe [El Rapto de Europa], de Jacques Lipchitz (1938). Matisse se conecta con las vanguardias alemana y rusa, también atraídas por el arte primitivo.
Como sus contemporáneos Ernst Ludwig Kirchner y Emil Nolde, busca un fundamento emocional para el arte. En Rusia, la obra de Matisse se exhibe junto a los cuadros de Mijaíl F. Lariónov y Natalia Goncharova, inspirados en la imaginería popular.
Provocar apariciones (1914-1917)
Durante los años de la Primera Guerra Mundial, la paleta de Matisse se oscurece. El artista define un espacio íntimo e incorpora el motivo de la puerta y la ventana, umbrales hacia un mundo inquietante, que encuentra un eco en las obras de Kees van Dongen y František Kupka. En las sesiones de posado, busca establecer una conexión emocional y reflejar la energía entre el artista y el modelo. En los retratos de Greta Prozor (1916) y Auguste Pellerin (1917), la figura humana aparece rodeada de un halo espectral.
Abstraerse (1914-1917)
Con la irrupción del cubismo en 1908, Matisse se convierte en testigo privilegiado y punto de encuentro para la vanguardia parisina, recibiendo en su hogar a los artistas más destacados. En agosto de 1914, mientras reside en Colliure, crea Porte-fenêtre à Collioure [Puerta-ventana en Colliure], una obra fundamental que, aunque inacabada, marca su primer acercamiento al concepto de “negro luz”, utilizando planos cromáticos intensos que anticipan nuevos caminos para su pintura.
Este enfoque influye tanto en la evolución de František Kupka, con sus composiciones de bandas verticales, como en su propio retrato de Marguerite, donde la estructura ortogonal cubista se funde con un aura de misterio estilístico.
‘Nuestro corazón mira hacia el sur’ (1917-1929)
A finales de 1917, Matisse se instala en Niza, en la Costa Azul. Deja a un lado la experimentación formal y se concentra en escenas de interior con modelos femeninos, explorando la relación entre figura y espacio. Figuras y accesorios evocan sus viajes a España y al Magreb.
Como Albert Marquet y Kees van Dongen, Matisse encuentra en la luz mediterránea un impulso para la renovación plástica. Él y Natalia Goncharova (que visita España en 1916) coinciden al presentar el arquetipo de la mujer con mantilla, hierática y decorativa, como un icono moderno.
Modernidades clásicas. Matisse y su diálogo con Bonnard, Gilot y Picasso (1930-1938)
Durante los años 30, Matisse viaja a Estados Unidos y Oceanía. Simplifica su dibujo y lo expande en el espacio. Esta sección confronta su Nature morte au buffet vert (1928) con Naturaleza muerta con candelero, de Picasso (1944), y Évier et tomates, de Françoise Gilot (1951), mostrando su influencia sobre la pareja de artistas. Gilot comparte la empatía de Matisse hacia los objetos, mientras que Picasso impone su carácter.
En 1936, Matisse atraviesa un bloqueo creativo y regresa a Cézanne y Bonnard para resolver su dilema sobre la representación de la figura humana.
Días de color. Pintura y película a partir de 1939
Desde 1936, Matisse comienza a trabajar con papeles pintados con gouache para portadas de revistas. En su libro Jazz (1947), esta técnica alcanza plena autonomía. Matisse logra una síntesis entre línea y color, recortando el color y alcanzando una forma pura y esencial.
En 1951 colabora con Le Corbusier en la Capilla del Rosario de Vence. Su influencia llega a los pintores abstractos norteamericanos, como Barnett Newman. En Francia, Raymond Hains y Jacques Villeglé lo homenajean en su película Pénélope (1950–1980). La artista autodidacta argelina Baya también evoca en sus composiciones la fuerza decorativa de Matisse.
‘Chez Matisse’. Horizontes múltiples (1961-1970)
En 1961, la exposición Henri Matisse. Les grandes gouaches découpées del Museo de Artes Decorativas de París pone su obra en contacto con los jóvenes artistas Daniel Buren y Michel Parmentier, quienes descubren la técnica del collage y la relevancia del blanco como elemento activo. Su aproximación conceptual excluye la carga emocional de Matisse.
La muestra concluye con una reflexión sobre la influencia del maestro en la nueva modernidad, el arte pop y las formas poscoloniales en pintura, vídeo y cine. Destaca la obra de la videoartista Zoulikha Bouabdellah, de origen argelino.
Lo decorativo
Por su parte, la exposición subraya el valor de lo decorativo en diálogo con la obra de Natalia Goncharova. «¿La pintura decorativa? La poesía poética. La música musical. Es absurdo. Toda pintura es decorativa, dado que decora, que colorea, que embellece. Y respecto a las cosas que son solo decorativas, la verdad es que no conozco ninguna», escribió la poeta rusa Marina Tsvetaieva.
Belleza y desnudo
El artista reflexionó sobre el desnudo femenino, liberándolo del peso de los cánones clásicos. Propuso un cuerpo que no encarna lo bello, sino un cuerpo abstracto.
La artista Zoulikha Bouabdellah comenta: "Los desnudos de Matisse nos otorgan un poder que debemos aprovechar, el de someterlos a la prueba de nuestros cuestionamientos: ¿no es reduccionista ver en la representación del cuerpo femenino desnudo una simple ofrenda a los deseos masculinos? ¿Negarse a ver esos cuerpos no es acaso encerrarlos por segunda vez?".
La enfermedad
En los últimos años de su vida, Matisse se vio obligado a dejar los pinceles. Esta limitación estimuló su instinto artístico. Algunas de sus obras finales, creadas con papeles recortados y pintados, se han convertido en clásicos del arte del siglo XX. Su influencia se extiende más allá del ámbito artístico: son íconos culturales, objeto de innumerables imitaciones. Matisse construyó, desde la privación y el dolor, un universo luminoso.
Mediación
La exposición cuenta con un espacio de mediación que invita al público a adentrarse en el ambiente de los talleres de los artistas. En sus últimos años, Matisse trabajó con recortes de papel pintados por él mismo, dispuestos por las paredes de su estudio como paso previo a obras murales.
Otros artistas presentes en Chez Matisse. El legado de una nueva pintura también trabajaron sobre telas de gran formato o directamente en los muros de sus estudios, integrando el espacio de trabajo en su proceso creativo.
En esta sala se recrea un taller colectivo, donde los visitantes pueden inspirarse en las obras de Matisse y de los artistas contemporáneos de la exposición, como Daniel Buren o Shirley Jaffe, para realizar sus propias composiciones.
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