Un año antes de entrar en el s.XXI, la forma de hacer cine de terror cambió por completo. Fue el momento en el que se estrenó El proyecto de la Bruja de Blair, una película independiente de miedo psicológico que asustó como nadie a los espectadores. Para ello, recurrió a determinadas técnicas de metraje y filmación que, por aquel entonces, eran completamente inusuales. 

Aunque se jugó al principio a hacer creer que se trataba de un reportaje y que los hechos eran verídicos (incluso se llegó a hablar de la desaparición y muerte de los actores principales), finalmente reconocieron que se trataba de una invención. A pesar de ello, nada frenó a las hordas de fanáticos que no tardaron en poner sus ojos en Burkittsville (Maryland), el pueblo donde se rodó la película hace casi dos décadas.

Un pueblo con historia

Burkittsville tiene un pasado. Se trata de un pueblo histórico que sirvió como campo de batalla para la contienda de la guerra civil en el boquete de Crampton, preludio de la famosa batalla de Antietam. Además de haber pasado por los efectos de una guerra y las consecuentes historias que esta deja, sus habitantes son fans de los mitos y leyendas. Por poner un ejemplo: solo hay que preguntar a los lugareños sobre Spook Hill. Según narran, se trata de un misterioso tramo de carretera que, inexplicablemente, empuja hacia arriba a los coches (incluso cuando el piloto no tiene los pies en el pedal del acelerador). Pero, aunque el caldo de cultivo parecía perfecto, una mujer que mata brutalmente a los pobres inocentes que encuentra en su camino, nunca fue parte de su historia. Por ello, resultó una sorpresa que tras el éxito en taquillas de la película, los extranjeros decidieran aparecer por allí a hacer preguntas sobre la misma.

A pesar de que los responsables avisaron de que la historia era completamente inventada, era tarde para frenar a los magufos, totalmente dispuestos a crear una realidad donde nunca había existido. Los habitantes, al igual que les ha ocurrido a los lugareños de las islas Lofoten con Frozen, empezaron a hartarse de la masificación de visitantes, para la cual no estaban preparados a nivel de infraestructuras (y dado el turismo que recibían, imaginamos que psicológicamente tampoco).

Tras ver lo que les había pasado a los ciudadanos de Amityville (Nueva York) cuando se estrenó La morada del miedo, el alcalde aprobó horas extras para un agente de policía con el fin de que fuese casa por casa informando a los residentes de que se aproximaba una estampida de curiosos en sus 'dominios'. Dicho agente se sorprendió de que, allí donde iba, todos parecían contentos con la publicidad, ya que impulsaría sus negocios y la popularidad del pueblo.

Este turismo no nos gusta, que se vayan

Pero el optimismo de los habitantes de Burkittsville se vio rápidamente enturbiado. Por desgracia, los visitantes curiosos no compraban cosas ni hacían fotos a sus monumentos: eran vándalos en potencia.

Antes de que se estrenase incluso la película, los turistas ya habían dejado marcas en las lápidas del cementerio local, que no tardó en convertirse en un lugar turístico donde se hacían vigilias con un montón de velas. Por supuesto, en honor a las víctimas falsas del film. Del mismo modo, los habitantes eran molestados constantemente por reporteros y aficcionados que querían obtener información privilegiada sobre una leyenda falsa. El absurdo comenzó a reinar en el pequeño pueblo de Maryland.

Por desgracia, los visitantes curiosos no compraban cosas ni hacían fotos a sus monumentos:eran vándalos en potencia.

La situación llegó a niveles espeluznantes. Un montón de turistas extraños llegaban a su ciudad con el fin de hacer exorcismos o rituales en cualquier calle ataviados de forma esperpéntica. Un visitante llegó incluso a colarse en el salón de la casa del alcalde, que cuando lo encontró allí pensó que le habían metido una excursión en casa. Otro llegó más lejos y empezó a grabar a los niños del lugar, lo que hizo pensar a los padres que quizás se trataba de un tipo que quería imitar a uno de los personajes que sale en la película de ficción: Rustin Parr (el asesino que, según cuenta la leyenda, hizo desaparecer a siete niños).

La ciudad no pudo digerir adecuadamente este turismo estrafalario. Vendieron camisetas temáticas, postales y mapas en un intento de obtener una miníma ganancia al disparate en el que se habían convertido sus vidas. Algunos tuvieron éxito, como una mujer que, literalmente, vende tierra y piedras de su jardín. Pero otros recibieron un aviso perentorio de los distribuidores de la película de cesar sus actividades. Ciertamente, esta actividad benefició a los habitantes, que por otro lado no habían recibido un duro de la productora cuando utilizó su calles, sus locales y sus casas para la grabación de la película. De hecho, Artisan Entertainment solo hizo una concesión: reembolsar al pueblo por los carteles de bienvenida a la ciudad que habían robado reiteradamente los fans.

La pesadilla vuelve a Burkittsville

Hace una semana, se volvió a estrenar en Estados Unidos la tercera secuela de la saga, cuestión que, previsiblemente, hará que los ciudadanos de Burkittsville se vean obligados a aguantar otra horda de frikis. De hecho, ya tuvieron ocasión de mostrar su cabreo monumental en la segunda secuela, cuando los productores de la película visitaron el pueblo para preguntar si participarían en una entrevista filmada. La reacción de los lugareños no dejó lugar a dudas: les abuchearon hasta que se vieron obligados a salir de la habitación

A pesar de todo, alguno participó para ayudar a los sorprendidos cineastas. Pero lo cierto es que sus comentarios fueron demasiado diversos. Ahora, en la tercera entrega, no creemos que las cosas cambien mucho para los lugareños. De momento, con solo una semana en taquilla, la película ya ha recaudado diez millones de dólares, cuestión que ha provodado que el agente de policía vuelva a aumentar sus horas extras y que el alcalde desmonte los carteles de bienvenida al pueblo. Según los lugareños, "nosotros entendemos la curiosidad, pero preferiríamos que no viniesen a molestarnos".

Quién sabe, quizás una buena estrategia para ellos sería contratar unos actores, una señora terrible que haga de bruja y dar una pequeña lección a los visitantes. Eso, sin duda, merecería otra película aparte.