En los últimos días se ha escrito mucho acerca de la masturbación de los jóvenes a cuenta de la intervención de la candidata de Vox a las elecciones autonómicas en Andalucía, Macarena Olona. Durante el debate celebrado el pasado lunes, la dirigente ultraderechista censuró que en un libro de texto de niños de 10 a 11 años hablara de la masturbación, lo cual ha provocado respuesta por parte de diversos sectores y no precisamente comprando su discurso.

Es el caso de Luz Sánchez-Mellado, quien en una columna publicada en El País titulada Mi primer dedo habla de cómo fue su primera experiencia.

“No recuerdo el año que corría, ni cuántos tenía yo misma, 11 o 12, pero sí que era verano”, arranca. La reportera continua recordando que estaba aburrido y hastiada de calor en la litera de arriba de su cuarto mientras “mi hermana roncaba en la de abajo y mis padres dormían la siesta en la alcoba contigua bajo amenaza de castigarnos sin playa si les molestábamos”.

Se encontraba leyendo “Al este del Edén / La perla, de John Steinbeck, un tochazo de 900 páginas que le había encargado a mi padre en el pedido del trimestre del Círculo de Lectores”. “Me enganchó la historia y hallábame libando el novelón cual horchata cuando, de repente, con cierto pasaje, noté ardores extraordinarios en salvas sean las partes y, no sé, llámalo X, se me resolvió la calentura sin más intervención por mi parte que seguir leyendo deprisa, dejándome a la vez saciada y hambrienta”.

Sánchez-Mellado relata que “luego perfeccioné la técnica” y “claro, la veda se había abierto”. “Por supuesto, no informé de la novedad a mis padres, ni a mis hermanos, ni a mis amigas. No hizo falta que nadie me explicara nada; simplemente me abrí de oídos y até cabos, pero, igual si hubiera sabido que lo que me pasaba le pasaba a todo el mundo, no me hubiera muerto de la vergüenza haciéndolo”, razona.

En este punto, recuerda que millones de niñas y de niños viven experiencias similares, cada uno a su manera, “sin que ese hito tenga que conllevar, en absoluto, la pérdida de su inocencia”.

“La aversión de algunos a que se hable de él a los críos, aparte de irresponsable, confirma que para ellos el onanismo es algo sucio, indecente, pecado de actos impuros, mientras sus hijos, y los del vecino, ven porno salvaje a sus espaldas con el móvil en una mano y lo otro en la otra”, insiste la columnista; quien zanja: “Por cierto, cuando levantamos la casa de mis padres tras su muerte me llevé a la mía el libro de autos. Lo tengo guardado en la mesilla cual Satisfyer en funda. A estas alturas el amor propio me aburre que me mata. Pero, para unas prisas, lo tengo siempre a mano. Cada una se erotiza como quiere. Y como puede”.