Tras casi tres meses vacías, las aulas están a punto de volver a llenarse. Llega la vuelta al cole, y con ella, el regreso a la rutina, muy esperada en ocasiones por algunos padres e, incluso, por algunos niños.

Todos los progenitores ansían que sus hijos se porten bien. Sin embargo, no siempre es fácil.

Los especialistas advierten de que no hay una llave mágica que solucione los problemas que se puedan presentar. En este sentido alertan a los padres de que no existe la forma correcta de actuar.

“Cada niño presenta unas particularidades”, recalcan Adela Sánchez-Escribano e Inés Menéndez, residentes del Servicio de Psicología del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz de Madrid.

Las familias tienen “circunstancias distintas, donde entran en juego las propias experiencias personales de cada padre y madre, como pareja, como individuos, su pasado, sus resistencias, sus fortalezas, etc”.

Sin embargo, tener en cuenta algunos aspectos puede contribuir a mejorar el comportamiento de los niños.

En primer lugar es importante “hacer una reflexión sobre qué cosas nuestras intervienen en el día a día con los hijos, en las interacciones”, precisa Sánchez-Escribano. Hay que tener en cuenta “cuáles son las barreras personales que tenemos e ir descubriendo aquellas dificultades que impiden sobrellevar la situación”, añade.

En este sentido esta psicóloga resalta la necesidad de aprender a observarnos a nosotros mismos, “ver cómo hemos estado actuando, si hay alguna cosa que creemos que se podría hacer de forma distinta, si algo de lo que hemos estado haciendo hasta ahora contribuye a que la situación no cambie”.

Cuidado con las órdenes

Del mismo modo, es imprescindible que los niños sepan qué conductas pueden o no realizar y el concepto de portarse bien “tiene un significado ambiguo, porque no especifica qué se espera de ellos”, precisa Menéndez. Los pequeños han de tener claro qué cosas pueden hacer y cuáles no. Por ello es importante tener cuidado con las órdenes que se dan. “En ocasiones estas son difíciles e, incluso, imposibles de ejecutar”, afirma esta especialista, que pone como ejemplo frases como "estate quieto", "no hagas eso" o "no molestes".

Castigos ajustados

Otro aspecto a tener en cuenta es el de los castigos que ponemos a los hijos. Hay ocasiones en las que se entra en una dinámica en la que las consecuencias son excesivas o inverosímiles. “Si decimos, por ejemplo, "estás castigado seis meses", es muy probable que el resultado sea el contrario al que buscamos, ya que el niño pensará que para qué va a hacer las cosas de otra manera, si ya está castigado todo ese tiempo”, afirma.

Ambas psicólogas insisten también en que a la hora de intentar modificar el comportamiento del niño no hay que caer en la manipulación de sus emociones con frases lapidarias como "ya no te quiero" o comparaciones del tipo "mira tu hermano qué bien se porta".

Para que los niños se den cuenta de que lo que están haciendo no es lo correcto, las consecuencias deben estar ajustadas, por un lado, al momento evolutivo por el que pasan, y, por otro, al comportamiento erróneo que se quiere modificar. “Si lo que ha hecho es romper algo, debe recogerlo y contribuir a que ese objeto sea repuesto”, puntualizan.

El castigo debe ser inmediato y corto, de manera que al día siguiente el menor tenga oportunidad de volver a empezar de cero y hacer las cosas de forma más ajustada a lo que se espera de él.

Predicar con el ejemplo

No es fácil conseguir que nuestros hijos hagan lo que nosotros no hacemos, sobre todo, a partir de una determinada edad. Si pretendemos reducir el tiempo que dedica a jugar con tablets o videoconsolas, nosotros mismos deberemos predicar con el ejemplo.

Asimismo, de nada sirve pretender que se tranquilice si lo hacemos gritándole. Ambas profesionales rechazan por igual el “muy mal entendido ‘cachete educativo’”. “De este modo le estamos pidiendo a un niño que tenga una gestión emocional y conductual que los adultos no tienen”, precisan, a lo que añaden que con este forma de actuar “podemos llegar a enseñarles que la violencia física es una forma de control emocional y de conseguir que el otro haga lo que queremos”.

Obedecer

Otro concepto que entraña dificultades es el obedecer. ¿Es bueno que obedezcan siempre? Estas dos psicólogas de la Fundación Jiménez Díaz resaltan que a veces lo que creemos un defecto del niño, no lo es al cien por cien. “En consulta se ven casos de menores que sufren abusos, muchas veces por parte de alguien al que consideran que deben de obedecer, como una autoridad, alguien cercano o de la familia, y no dicen nada porque les han dicho que no lo haga y obedecen”, relatan.

En este sentido, indican que hay niños que se oponen más, que protestan, que son más críticos, y, aunque reconocen que, en ocasiones, esto puede resultar molesto, sobre todo en el día a día con los padres, puede ser resultar una ventaja. “Quizás esos niños no se irían con un desconocido o no permitirían que un compañero les agrediera”, aseveran.

Para educar, ¿se necesita la tribu?

Hay un dicho africano que sostiene que para educar a un niño hace falta toda la tribu. Esto está muy lejos de la concepción que existe en nuestra sociedad, en la que además, hace mucho tiempo que se implantó la idea que de que educar a los hijos debe ser algo "natural".

“Necesitar ayuda era admitir la ineptitud de los padres”, recuerda Sánchez Escribano.

Sin embargo, esta profesional tiene claro que “los buenos padres son los que se dan cuenta de sus errores, los que se forman, hacen preguntas y piden ayuda cuando la necesitan”.

Cualquier tiempo pasado no fue mejor

Para educar hay que tener claro que no hay llave maestra y descartar la extendida idea de que cualquier tiempo pasado fue mejor. Creer que la juventud de hoy no tiene los valores de antaño no es nuevo. Estas especialistas ponen como ejemplo un texto de Sócrates del S. V a.C en el que dice:

"Nuestra juventud gusta del lujo y es maleducada, no hace caso a las autoridades y no tiene el menor respeto por los de mayor edad. Nuestros hijos hoy son unos verdaderos tiranos. Ellos no se ponen de pie cuando una persona anciana entra. Responden a sus padres y son simplemente malos" .

Y como este hay más ejemplos, precisa Menéndez, como el recogido en un vaso de arcilla descubierto en las ruinas de Babilonia en el que se destaca: Esta juventud está malograda hasta el fondo del corazón. Los jóvenes son malhechores y ociosos. Ellos jamás serán como la juventud de antes. La juventud de hoy no será capaz de mantener nuestra cultura”.