Más de la mitad de la población sufre dolor de cabeza en algún momento. Sin embargo, son muchos los tipos de cefaleas.

Entre las más incapacitantes está la cefalea en racimos, también conocida como cefalea de Horton por las aportaciones que sobre este problema hizo el médico estadounidense Bayard Horton a mediados del siglo XX.

Se engloba dentro del grupo de cefaleas trigémino autonómicas y ha llegado a denominarse cefalea suicida por la intensidad del dolor que produce, generalmente en un solo lado de la cabeza.

Este se distribuye a lo largo de la primera rama del nervio trigémino y se ha descrito como uno de los más insoportables que existen. “El dolor se extiende alrededor del ojo, la frente o la sien”, explica la Dra. Andrea Gómez García, especialista de la Unidad de Cefaleas del Servicio de Neurología del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz y coautora del blog Cefablog.

Del mismo modo, suele ir acompañado de otros síntomas, fruto de la activación del que se conoce como sistema nervioso autónomo. “Normalmente afectan al mismo lado de la cabeza e incluyen lagrimeo, ojo rojo, congestión nasal o rinorrea (secreción por la nariz), ptosis (caída del párpado), miosis (disminución del tamaño de la pupila) y/o sudoración en la frente o en la cara”, detalla esta médico.

Los ataques suelen durar entre 15 minutos y tres horas, aunque en la mayoría de los casos el tiempo oscila entre los 45 minutos y la hora y media; y los pacientes sufren de media entre uno y tres ataques diarios.

Características

Una de las características más definitorias de este tipo de cefalea es la ritmicidad. En un alto porcentaje de afectados tiene una distribución circadiana y ciranual. “Los ataques, suelen ocurrir siempre a la misma hora, siendo muy típicos los episodios poco después de iniciar el sueño (incluida la siesta) o a última hora de la tarde”, subraya la Dra. Gómez.

De igual modo, los racimos, es decir, los períodos en los cuales el paciente presenta ataques, ocurren a menudo en una época determinada del año. “Son más frecuentes en otoño y primavera”, destaca.

En lo que respecta a la duración, esta varía en en función de cada paciente, aunque habitualmente está entre las seis y las 12 semanas.

“En general, en las formas episódicas, que son la mayoría, tienen uno o dos racimos al año y están libres de ataques el resto del tiempo”, precisa esta neuróloga.

Factores de riesgo

El porqué se produce la cefalea en racimos sigue estando sin determinar, aunque la teoría más extendida apunta a que se debe a una activación del hipotálamo, un centro regulador de múltiples funciones del cuerpo. “Este a su vez activa distintos sistemas implicados de una u otra forma en la modulación del dolor, principalmente los mencionados: el sistema nervioso autónomo y sistema trigeminal”, aclara.

Sin embargo, sí se han establecido algunos factores de riesgo como el tabaco, traumatismos craneales, y factores genéticos. “No es raro encontrar en la familia del paciente afectado algún otro miembro que sufre esta patología”, apunta la Dra. Gómez.

Asimismo, afecta en mayor medida a los hombres, concretamente dos o tres veces más que a las mujeres.

Cabe destacar también que el alcohol es un desencadenante importante de los ataques, por lo que se recomienda evitarlo mientras dura el racimo.

Diagnóstico

Aunque el diagnóstico de este tipo de dolor de cabeza es clínico, siempre hay que realizar al paciente una prueba de imagen de la cabeza para descartar causas secundarias. “Si es posible, ha de llevarse a cabo una resonancia magnética”, destaca la especialista de la FJD.

Tratamientos

En lo que respecta a los tratamientos, el oxígeno a alto flujo es el de elección para los episodios de dolor agudo, ya que “suelen responder muy bien”, afirma.

Los triptanes, indicados para la migraña, también son otros de los fármacos empleados. Dado que los ataques son intensos, para tratarlos de forma precoz “se utilizan los que actúan rápido, como sumatriptán por vía subcutánea o intranasal y zolmitriptán intranasal”.

Por otro lado, como tratamiento preventivo durante el racimo suele recurrirse al verapamilo, y, como alternativas, el litio o el topiramato, pudiendo usarse la melatonina como adyuvante.

A estas terapias, concluye la Dra. Gómez, hay que añadir las de transición hasta alcanzar el efecto del tratamiento preventivo, en las que se incluyen bloqueos anestésicos con corticoide y ciclos de corticoides orales.