La cirugía de cataratas, considerada una de las intervenciones más seguras, estandarizadas y resolutivas del catálogo quirúrgico, es también la más frecuente. Su elevada demanda responde al envejecimiento de la población, a la natural progresión de la patología y a la eficacia de la intervención, que mejora de forma drástica la calidad de vida de los pacientes.
Una intervención que se ha consolidado, un año más, como la de mayor presión asistencial del Sistema Nacional de Salud. Según los últimos datos del SISLE (Sistema de Información sobre Listas de Espera), a 30 de junio de 2025 había 123.263 personas pendientes de ser operadas de cataratas en España, con una tasa de 2,57 pacientes por cada mil habitantes y una espera media de 65 días. Este volumen multiplica casi por cuatro al del segundo procedimiento con más demanda, el de hernia inguinal o crural.
En este escenario, la Comunidad de Madrid se sitúa como una excepción positiva dentro del panorama nacional. Con 9.187 pacientes en espera estructural para la operación de cataratas, la región presenta una tasa de apenas 1,29 por cada mil habitantes y un tiempo medio de espera de 44 días, veintiuno menos que la media española. También es significativamente inferior el porcentaje de personas que superan los seis meses de demora, que se reduce al 0,8%, una cifra prácticamente residual e inferior al dato estatal (3,8%).
Madrid, líder en eficacia hospitalaria
La diferencia madrileña no solo se aprecia en el conjunto de la comunidad, sino también en la comparación entre hospitales. A la luz de los últimos datos publicados por el Servicio Madrileño de Salud (SERMAS) correspondientes al mes de octubre, la fotografía hospitalaria de la CAM confirma y amplía la tendencia que ya reflejaban los datos agregados regionales: los tiempos de espera para la operación de cataratas no solo son sensiblemente inferiores a los del conjunto de España, sino que además muestran diferencias notables entre centros, con un comportamiento especialmente destacado en varios hospitales de referencia.
En el grupo de hospitales de alta complejidad, aquellos con mayor cartera de servicios, dotación tecnológica y capacidad para atender patologías de elevada especialización, la Fundación Jiménez Díaz vuelve a situarse en primera posición, con un tiempo medio de espera de 15,14 días, el más bajo en esta categoría de toda la red pública madrileña. A continuación se posicionan el Hospital General Universitario Gregorio Marañón, con 21,72 días, y el Hospital Universitario Puerta de Hierro Majadahonda, con 31,21 días. Les siguen el 12 de Octubre, con 32,95 días, el Clínico San Carlos, con 34,59 días, y el Hospital Universitario La Paz, con 37,15 días, ambos con cifras ajustadas y por debajo de los 40 días de demora. Completa el bloque dentro del grupo 3, el Hospital Universitario de La Princesa, con 55,88 días, y el Ramón y Cajal, con 59,7 días, los dos únicos hospitales de alta complejidad que superan los 50 días de demora, aunque también se sitúan por debajo de la media de espera nacional de 65 días.
La otra gran fotografía corresponde a los hospitales de media complejidad, que aun sin disponer de toda la capacidad tecnológica o quirúrgica de los grandes centros, concentran buena parte de la demanda y muestran resultados heterogéneos. En este grupo, el liderazgo lo ostenta el Hospital Universitario Rey Juan Carlos, con 9,62 días, el mejor dato de toda la Comunidad de Madrid, incluyendo hospitales de cualquier nivel. Le siguen el Hospital General de Villalba, con 13,18 días, el Hospital Central de la Defensa Gómez Ulla, con 19,86 días y el Hospital Infantil Universitario Niño Jesús, con 24 días, todos ellos por debajo del mes de espera.
Por encima del umbral de los 30 días aparecen el Infanta Leonor (31,53 días), el Severo Ochoa (35,25 días) y el Hospital de Fuenlabrada (36,63 días), seguidos muy de cerca por el Fundación Alcorcón (37,3 días). En un escalón intermedio, aunque todavía dentro de márgenes razonables, se encuentran el Hospital de Torrejón (42,89 días), el Infanta Sofía (43,31 días), y el Príncipe de Asturias (55,12 días). Los dos hospitales que presentan las cifras más elevadas de la red madrileña son el Hospital Universitario de Getafe y el Hospital Universitario de Móstoles, ambos con 102,48 días, superando ya los tres meses de demora.
Los mejores tiempos globales para operaciones
Madrid es, según los últimos datos nacionales del SISLE, la comunidad con menor tiempo medio de espera quirúrgica global: 49 días, frente a los 118 de la media nacional, es decir, casi 70 días menos, lo que sitúa su modelo asistencial entre los más eficientes del país. En otras comunidades como Cataluña o Andalucía, la espera quirúrgica alcanza los 148 y 160 días, respectivamente. Datos que evidencian un modelo organizativo más ágil y eficiente.
El número de pacientes en lista de espera quirúrgica en la Comunidad de Madrid también muestra una evolución positiva en el último SISLE: pasa de 73.436 personas en diciembre a 70.971 personas en junio. Una reducción que se traduce en una tasa de 9,96 pacientes por cada mil habitantes, frente a los 17,35 de la media del SNS. Es decir, Madrid tiene prácticamente la mitad de pacientes en lista de espera estructural que el conjunto del país y logra mantener un equilibrio estable, incluso en un contexto de mayor demanda asistencial. La eficacia madrileña se refleja, además, en que casi todas las especialidades quirúrgicas en la región tienen tiempos de resolución inferiores a los dos meses, con valores como 45 días en Oftalmología, 52 en Otorrinolaringología, 53 en Traumatología y 45 en Cirugía General y Digestiva.
La fotografía nacional muestra, por tanto, un contraste marcado: aunque las listas de espera quirúrgicas continúan siendo un reto para el conjunto del país, comunidades como Madrid, evidencian que es posible reducir significativamente las demoras, incluso en intervenciones de altísima demanda, siendo el territorio con una mayor presión asistencial. La cirugía de cataratas, por su peso en la actividad quirúrgica y su impacto directo en la calidad de vida de miles de personas, seguirá siendo en los próximos años uno de los principales termómetros para medir la capacidad del sistema sanitario de dar respuesta a las necesidades reales de la población.
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