Carlos Saura (Huesca, 4 de enero de 1932) tiene 91 años, pero eso no importa, y es que mantiene la misma vitalidad que cuando grabó su primer cortometraje allá por la década de los 50. Ha habido que esperar mucho tiempo, seguramente más del que un país realmente comprometido con su cultura habría permitido, pero aquí está: el aragonés será Goya de honor

Sevilla, 11 de febrero. Es la fecha marcada por el cine español. Allí, en la ciudad hispalense se podría decir que Saura pone el broche de oro a su carrera, pero no es cierto, ya que para él los reconocimientos no son sino un motor para seguir llegando a la gente y, sinceramente, lo último que piensa es en jubilarse. ElPlural.com ha podido disfrutar -no se le ocurre calificativo mejor al redactor de estas líneas para definirla- de una conversación con su hija y compañera de profesión, Anna Saura, con quien trabaja en Las Paredes hablan, una película que se ha estrenado este 3 de febrero y que analiza el arte urbano desde Atapuerca hasta las paredes de Madrid o Barcelona.

Ella reconoce que aún a día de hoy sigue siendo a ojos de muchos "la hija de", en vez de Anna, algo que antaño llevaba con resignación, aunque ya no. "Hago lo mismo que cualquier persona normal (en su caso trabajar por y para el arte y dar clase en la universidad), pero es cierto que gracias a mi padre tengo unas vivencias a las que muy poca gente puede referirse". 

Leer conversaciones como la que se presenta a continuación permite dotar de (y recibir) perspectiva sobre lo que te cuenta una persona que, por momentos, habla por dos. Por ello, esta charla es puro cambio generacional. Da igual que no te guste el cine, da igual que no hayas abierto nunca un periódico y da igual, incluso, que no tengas ni idea de quiénes son Carlos o Anna Saura. Sigue leyendo. 

PREGUNTA (P): ¿Por qué merece tanto Carlos Saura el Goya de honor y qué sensaciones tiene él?

RESPUESTA (R): Lo acoge súper contento y súper agradecido. Lo primero de todo porque es en España y siempre parece que fuera de aquí te reconocen más tu trabajo. Por otro lado, que sea la propia Academia de Cine, que le ha visto crecer, quien le otorga el premio para él es todo un honor, nunca mejor dicho.

Aunque siempre dice que los premios son una motivación, pero que tampoco hay que creérselo mucho, sino que suponen un extra para seguir haciendo cosas. En este caso, un reconocimiento a que lo que ha hecho ha tenido su repercusión y ha llegado a la gente.

P: Las paredes hablan trata sobre el arte urbano. Es cierto que hace un recorrido desde las cuevas rupestres hasta el grafiti, pero no deja de ser un tema moderno o, al menos, esa es la primera impresión que da. Pero eso a alguien como Carlos Saura le da igual, ¿verdad?

R: Sí (risas). Aunque tiene 91 años, mi padre es una persona de mente muy joven, a la que le interesa todo lo que pasa a su alrededor: lo que se lleva o no, el cambio generacional, el cine que se hace ahora… Al final ese acercamiento al arte contemporáneo no deja de obedecer a cómo es él: una mente muy inquieta e inconformista, que busca siempre lo diferente y cómo le puede dar una vuelta.

Este documental en concreto se inició con una tesis sobre el arte rupestre y por qué el ser humano ya usaba la pintura como forma de expresión hace millones de años… A raíz de hablar con el codirector de las excavaciones de Atapuerca, Juan Luis Arsuaga, el artista Miquel Barceló o el pintor de la neocueva de Altamira, Pedro Saura, se ha ido encontrando el paralelismo entre aquella forma de expresarse y la actual. Ese ha sido el principal aprendizaje, yo creo, de mi padre en esta película: saber que está en nuestra esencia el expresarnos y hacerlo de esta manera, por muchísimos años que pasen.

P: ¿De qué manera os complementáis cuando trabajáis juntos? Cuando mezcláis su veteranía y experiencia con tu frescura, por así decirlo.

R: Es un poco lo que dices. Al final él es una persona con una mente brillante, que lo ha vivido casi todo y te aporta muchísima sabiduría y conocimiento, pero no por ello dejando de afrontar las cosas de una manera rompedora. Siempre le está dando vueltas a todo para intentar hacerlo diferente, y eso para cualquier persona que está a su lado es una maravilla, ya sea para mí como hija y compañera o para cualquier otro compañero.

En el lado contrario encontramos, a lo mejor, lo bien que viene la juventud en temas concretos como las nuevas tecnologías. Un ejemplo tonto es el de la fotografía. Antes había que revelarla y ahora con el Photoshop le ayudo a retocarlas. Con todo, he de decir que él maneja también muy bien las nuevas herramientas, pero no deja de ser otra generación, evidentemente.

Y, en tercer lugar, al final somos padre e hija y nos conocemos muy bien. Cuando él va a rodar, yo ya sé el plano o la música que le va a interesar y que a lo mejor se sale del guion y el resto de rodaje no se imagina. Además, a él le encanta improvisar. En ese sentido, soy capaz de adelantarme en según qué cosas.

Carlos Saura con Anna Saura
Carlos Saura con su hija Anna Saura en el rodaje de Las paredes hablan.
 

P: A pesar de la edad, ¿se ha planteado alguna vez dejar de hacer cine? ¿Habéis hablado de ello en alguna ocasión?

R: No lo hemos hablado, pero porque nunca se ha planteado dejar de trabajar. Es verdad que ha dejado un poco más de lado ciertos tipos de cine, como el de ficción, que exige mucho más. Aunque también lo sigue haciendo y tiene proyectos, pero menos que antes. Se ha ido centrando más en el teatro, la ópera o sesiones de foto. En fin, cosas más tranquilas.

De hecho, el documental estaba planteado como algo más relajado, aunque al final ha terminado también subiendo y bajando cuevas (risas). Pero no concibe la vida sin trabajo. De hecho, para él su profesión no es un trabajo, y es que le apasiona escribir, escuchar música, hacer fotos… y el cine es donde confluye todo eso.

Mi padre ha tenido la suerte, salvo cuando era mucho más joven, de que ha hecho lo que ha querido no para comer, sino que ha sido esto lo que le ha dado de comer. Así que el día que deje de trabajar, hablando claro, será el día que se muera.

El día que mi padre deje de trabajar será el que se muera. Hablando claro

Ahora está preparando una obra de teatro, es muy polifacético y el estar abierto a campos como la pintura, la fotografía o las artes escénicas, le permite mantener también la motivación.

P: Igual que muchos artistas, él vivió la Guerra Civil, fue un férreo retractor del régimen, tiene episodios históricos con Luis Buñuel, por ejemplo. Con todo, ¿hay algo que haya hablado contigo o tus hermanos que no que no esté aún publicado?

R: Bueno… es que mi padre es una persona sin filtros. Quiero decir, lo mismo que me haya podido contar a mí te lo ha contado a ti. Evidentemente, durante la dictadura había cosas que no se podían contar, pero después él ha hablado abiertamente de cómo se saltaban la censura, cómo buscaban el simbolismo en el cine, cómo le daban una vuelta a la narrativa para burlar a los censores… Pero una anécdota que no haya contado, no se me ocurre.

De hecho, ahora está escribiendo sus memorias, que se llaman De imágenes también se vive, donde recopila todo lo que ha vivido. Yo sigo alucinando cuando me cuenta que estaba en México con Buñuel de borrachera y hablaban de cine y literatura. Ahora son cosas históricas, pero en su día era algo cotidiano para ellos.

P: ¿Por qué es importante cuidar la obra y la historia, sobre todo, de nuestros mayores? ¿Es el mejor homenaje que les podemos dar? ¿Otra forma de defender la democracia?

R: Sin ninguna duda. No hay mejor forma de dejar la sociedad que queremos que conociendo de dónde venimos y dónde vamos. Es imprescindible dar a conocer las obras de todos los maestros, sin excepción, pero más si cabe las de aquellos que han sido pioneros en algo, que han roto las reglas y gracias a ellos hemos avanzado. Debería ser obligatorio tanto preservarlo -en todos los países- como enseñárselo a las próximas generaciones, también para que tengan referentes y sepan que hubo gente con muchos menos recursos que hicieron cosas increíbles.

P: Hemos hablado de tu padre, pero también me gustaría que contaras, a quien no te conozca, quién es Anna Saura.

R: Soy productora de cine. Trabajo en Morena Films, donde me encargo del área de documentales; y luego llevo a mi padre el tema de contratos, la parte creativa…  pero esto último es más un hobbie porque me supone un aprendizaje diario. Pero, sobre todo, trabajo en Morena Films, donde nos dedicamos un poquito más a la producción creativa. A mí es lo que más me gusta, contar historias de con una mirada diferente.

Al margen de eso, doy clase en la Universidad Francisco de Vitoria, pero esto es también un hobbie para mí porque me encanta estar con los chicos que están acabando la carrera y contarles cómo es el mundo, porque cuando yo estudié Periodismo y Publicidad -porque yo no me planteé en principio dedicarme al cine- era mucha teoría y poca práctica, y es algo que sigue siendo así.

Cuando yo estudié Periodismo y Publicidad había mucha teoría y poca práctica. Y sigue siendo así

P: ¿Con qué más personalidades destacadas del cine has trabajado? ¿Qué otras producciones has desarrollado?

R: Antes de llevar documentales he trabajado con Álvaro Longoria, uno de los fundadores de Morena, y hemos trabajado con Fernando Colomo, con Juan Diego Botto en En los márgenes. Durante la pandemia hicimos Diarios de la cuarentena; ahora hemos hecho Tequila: Sexo, drogas y rock & roll…. Pero vamos, buscamos buenas historias que se puedan financiar, pero también talento. Esto quiere decir que si nos llega alguien con talento intentamos decirle que adelante. Funcionamos un poco como de trabajo integral.

P: ¿Te ha podido la presión de ser la hija de Carlos Saura? Quiero decir, es evidente que lo llevas con muchísimo orgullo, pero no sé si alguna vez has notado que te consideraban más “la hija de”, que la propia Anna.

R: Sí claro, casi a diario. Lo que pasa es que cuando era pequeña me daba más rabia porque llevo trabajando desde los 17 años. Pero también es cierto que, gracias a mi padre, mi madre y mis hermanos tengo unas vivencias a las que muy poca gente puede referirse.

Está claro que en este mundo nadie te regala nada y que las oportunidades hay que cogerlas, pero yo trabajo mi día a día como cualquier persona normal. Lo que ha hecho mi padre lo ha hecho él, no yo, y yo súper orgullosa y agradecida, pero mi vida es mía también.

A día de hoy hay gente que todavía me pregunta si trabajo; pero yo me lo tomo con mucha filosofía porque soy muy consciente de dónde estoy, cómo he llegado y la suerte de tener la familia que tengo para aprender.

Llevo trabajando desde los 17 años (…) Lo que ha hecho mi padre lo ha hecho él y estoy súper agradecida por todo, pero mi vida es mía

P: ¿Qué esperas que se lleve la gente de Las paredes hablan? ¿Cuál ha sido tu experiencia personal?

R: Creo que es una película que va a hacer reflexionar a quien la vea sobre nuestros orígenes y demás. Sé que es un documental que no a todo el mundo va a interesar, sino que tienes que tener cierta curiosidad por el hombre, el arte... Pero creo que es muy dinámica, didáctica e invita a pensar cosas que quizás damos por hecho. Entender, en definitiva, un poco más el mundo en el que vivimos.

Mi experiencia personal de haber estado con todo el reparto -brillante- ha sido un regalo. Haber podido ir a Atapuerca, que Arsuaga te cuente toda la historia… y que encima el resultado sea el que ha sido, es una auténtica maravilla.