Desde hace unos días la familia de Armand Baquero vive intranquila. Tanto su esposa como sus tres hijos están de los nervios durante esta huelga de taxistas que tiene lugar en las calles de Barcelona. Sobre todo, desde que Armand, conductor de Cabify, recibiera un balazo mientras se disponía a recoger a una usuaria a tan solo dos calles de la Sagrada Familia.

La bala, de 22 milímetros según estiman, atravesó la ventanilla trasera hasta que impactó con el altavoz de la puerta contraria. “Menos mal que no iba nadie montado, porque le hubiese dado en la pierna con casi total seguridad”, explica el conductor.

“Mis hijos preguntan que qué le puede pasar a papá por irse a trabajar. Yo les responso que papá no se va a la guerra a morir, se va a la calle a trabajar, a ganar dinero honradamente como cualquier persona. ¿Es justo que mis hijos tengan miedo de que me pueda pasar algo?”.

Armand lleva seis meses trabajando como chófer de Cabify. Esta empresa le sacó del paro después de siete años inscrito como demandante de empleo.  “A los 59 años pocas empresas brindan esta oportunidad”. Ahora, después de siete años en desempleo, Arman cobra de base 1.256 euros más los incentivos en función de la valoración que le hagan los clientes. “Para mí ha sido un gran respiro, con tres hijos, tener un sueldo más entrando en casa”.

Pese a los problemas que están teniendo últimamente, Armand niega que el miedo pueda robarle la oportunidad de reincorporarse al mercado laboral. “La situación que estamos viviendo nos está sometiendo a todos a un estado de ansiedad, de tensión permanente —advierte el chófer—; hay enfrentamientos, los taxistas dicen que es una huelga pacífica, pero la realidad es que están agrediendo a los conductores y usuarios de las VTC. Sabemos que tienen a sicarios que van en motos de gran cilindrada que van circulando por Barcelona sin matrícula. Hemos recibido golpes”.

Según informa El Español, que acompañó al chófer durante su jornada laboral, Armand habló con varios de sus compañeros y todos relataban situaciones parecidas. “Llevamos un par de días saliendo dos coches juntos, uno de ellos sin servicio, a modo de escolta, con los móviles preparados por si ocurriese algo”, explica el chófer. “Es por darnos seguridad”, insiste. “La guerra no es nuestra, nosotros no somos violentos —defiende—; no debemos entrar en provocaciones”.

“Estando frente al portal donde me había citado la usuaria, escuché un disparo —narra el conductor barcelonés—; oí un gran estruendo, mucho más fuerte que un petardo. En fracción de segundos se oyó cómo estallaba el vidrio trasero derecho, a escasos veinte centímetros de mi cabeza. La bala cruzó todo el asiento trasero y se incrustó en el altavoz de la puerta opuesta. En fracciones de segundo reaccioné”.  Tras esto, Armand vio salir una moto que circulaba por el carril bici a toda velocidad con dos personas. De ahí venía el disparo. No pensó en seguirlos. No lo esperaba. No supo reaccionar.

Tras los hechos, Armand acudió a denunciar a los Mossos d’Esquadra. “Tenía un estado de nervios increíble. Soy hipertenso, diabético y cualquier susto o situación de estrés me puede provocar una crisis de ansiedad o incluso un infarto”, sostiene. “De hecho, llevo varios días con el susto, pero hago de tripas corazón, he vuelto al volante, trato de hacer una vida normal”, zanja.