En la última edición de los Premios Goya se vivió un hecho histórico. Telmo Irureta, con parálisis cerebral, recibió el premio a Mejor actor revelación por su interpretación de David en la película de Fernando Franco La consagración de la Primavera. En el largometraje se analiza la vida sexual de las personas con discapacidad y quienes, por dinero, les asisten. Sobre el papel, solo les masturban.

El filme es un intento de ponerle rostro al debate sobre si la asistencia sexual es prostitución o no. Y, ciertamente, la película no lo deja del todo claro. ¿Es David un putero o una persona con legitimidad a reivindicar el derecho al sexo? ¿Es su asistente, Laura, una víctima de la explotación de un hombre y del capitalismo, o una mujer bondadosa a quien asistir sexualmente a un discapacitado le ayuda a superar sus miedos? ¿Es el personaje que interpreta Telmo un explotador cuyo privilegio como hombre y rico le permite aprovecharse de una mujer joven y precaria?

Desde la organización Asistencia Sexual se trata de visibilizar esta práctica, bajo un halo de ayuda social: “Es un tipo de trabajo sexual que consiste en prestar apoyo para poder acceder sexualmente al propio cuerpo o al de una pareja. La persona asistente no es alguien con quien tener sexo, sino alguien que te apoya para tener sexo contigo misma o con otras personas”, reflejan desde su página web.

¿Cómo es ser asistente sexual?

Montse García es pedagoga, forma parte del gabinete de comunicación del asistenciasexual.org y, a su vez, asiste sexualmente a personas con discapacidad. Y defiende que su labor no es prostitución: "Yo, por ejemplo, no me desnudo. Ellos no acceden a mi propio cuerpo. No hay penetración ni sexo oral. Es distinto porque el objeto de deseo no soy yo. Lo único que utilizo son mis manos para acompañar en la masturbación a la otra persona. Si tiene movilidad reducida y puede utilizarlas, yo se las cojo para que explore. Y si hay movilidad muy reducida, es cuando lo hago yo directamente. Pero ahí está la diferencia. Partimos de la autoerótica, del acceso al cuerpo de uno mismo. Y en la prostitución, no. La asistencia la considero un derecho. Yo si me quiero masturbar, lo hago. Pero otra persona, no”, reflexiona.

En la página web se anuncian otros asistentes que ofrecen sus servicios a cambio de una remuneración económica. Porque, realmente, la motivación de los asistentes es el dinero. Incluso Montse reconoce que “una parte” de su decisión estuvo determinada por criterios económicos. Al final, la precariedad es lo que te conduce a ejercer la asistencia sexual. En los anuncios, hombres y mujeres se ofrecen como asistentes y todos ellos advierten que solo utilizan sus manos. Pero Asistencia Sexual no tiene ningún control sobre qué hacen los anunciantes una vez concertan la cita con el cliente. Y eso lo convierte en, básicamente, una sección de contactos y en que, de alguna manera, se esté fomentando la prostitución desde la página: “No se puede hacer ningún control porque no está regularizado y por eso dejamos muy claro en la página web las funciones, remarcando y visibilizando mucho la figura de la asistente sexual con esas funciones muy concreta y con ese rol muy distinto al de la prostitución”, expresa Montse.

Además, reconoce que no están “en contra” de la prostitución ya que son dos marcos distintos, bajo el mismo paraguas del trabajo sexual, pero dejando claro que son dos roles muy distintos”

Montse también explica que solo asiste a una mujer y el resto son “hombres de unos 30 a 60 años con diversidad física y algunos con diversidad intelectual”. La mujer a la que asiste abre un debate: “Cuando solicitó mi acompañamiento me explicó que su pareja también tenía una diversidad funcional severa y apenas puede tocarle y cuando lo hace, no le gusta. Y me pregunta cómo tiene que hacerlo. Y como ella no sabe porque no es capaz de llegar, no sabe decirle qué le gusta. Y me necesitaba para explorar zonas de su cuerpo y así poder comunicárselo a su pareja”. ¿Es por tanto, esta mujer, una putera?

La visión de las abolicionistas

Rosario Carracedo, portavoz de la Plataforma de Organizaciones de Mujeres por la Abolición de la Prostitución, cree que sí: "No valen los debates individuales. La idea subjetiva y personal de una persona no debe primar frente a los aspectos generales de cómo debemos construir la sociedad. Si te tengo que contestar: ella es una putera. Pero si te tengo que contestar ampliamente te diría: el 99,99% de las personas que demandan sexo por precio son hombres. Ella representa una singularidad y no tiene la capacidad de definir un hecho social. En todo caso comprar sexo, pagar por alguien que no te desea, es un acto inaceptable en una sociedad democrática", expresa.

La propia Carracedo considera que "Telmo es un putero como el resto de los puteros; se cree con la legitimidad de practicar sobre los cuerpos de las personas que no les desean, de mujeres fundamentalmente, actos sexuales. Y eso no es compatible con la igualdad". Asimismo, señala que "es un blanqueamiento de la prostitución. La excusa es que las personas con minusvalías puedan acceder 'a follar'. Es decir, es indiferente la persona con la que me estoy relacionando, lo prioritario es 'yo mismo', no los derechos fundamentales de las personas que están en situación de prostitución".  

Además, alude a que "la minusvalía no es una patente de corso" así como que "el sexo no es un derecho": "Tus deseos no están por encima de determinados valores que hemos construido como esenciales", añade.

Una práctica que no recoge el deseo de todo el colectivo

No hay respuesta exacta para solucionar los problemas afectivos y sexuales a los que se enfrentan las personas discapacitadas o con diversidad funcional. El acceso al sexo de pago como un derecho estigmatiza y reduce, es capacitista y no recoge el deseo de todo el colectivo.

Víctor Villar Epifanio, Secretario General de la UPADD (Unidad Progresista de Apoyo a la Discapacidad y la Dependencia), ve cierto "paternalismo" alrededor de las personas con problemas de movilidad. Hay quienes, desde una visión superficial y materialista, señalan a las personas que sí quieren tener relaciones con discapacitados como fetichistas. Y no solo eso, esta visión fomenta los prejuicios sobre el aspecto físico que aleja a las personas con diversidad funcional de la posibilidad de amar y ser correspondido o de desear y ser deseado: "Ese sexo por compasión no deja muy bien ni a quien lo da ni a quien lo recibe. La mayoría podemos ser amadas y amados y deseados", añade Víctor Villar.

Según él, "estamos partiendo de un concepto atracción puramente físico y las personas tenemos muchas otras cosas que ofrecer intelectual y emocionalmente. Un cuerpo 10 a todas y todos nos gusta, pero si no hay nada más, pierde su atractivo a los cuatro días, la personalidad engancha. Ese es nuestro atractivo".

Además, ha explicado que "los hombres con discapacidad no somos seres de luz y podemos hacer mucho daño emocional y también físico, si se trata de discapacidad intelectual o enfermedad mental". 

También desde UPADD, su cofundadora, Mar Molpeceres Molpeceres, afirma que "existe una carencia en educación sexual integral sobre todo para las mujeres con discapacidad y ese vacío es aprovechado por el lobby proxeneta para tratar de llevarnos a su terreno". Además, acusa a Asistencia Sexual de estar ejerciendo "no solo un blanqueamiento de del sistema prostitucional sino una equiparación de ambas prácticas".

Por otro lado, la activista ha reflexionado sobre la vulnerabilidad que sufren las mujeres con discapacidad: "Son oprimidas por nacer con vulva y discriminadas y estigmatizadas por tener discapacidad, por ser mujeres que no encajan en los estereotipos patriarcales, en lo que se espera de ellas como hembras humanas. Se trata de 'mujeres imperfectas', pero ellas desean ser como el resto de las mujeres, sentirse deseadas, se olvidan de que lo óptimo es el deseo mutuo. Al percibir la atención del asistente, la mujer con discapacidad puede romantizar esa relación que tan solo es una transacción comercial, esa persona a la que paga no la desea. Como en cualquier otra relación, también pueden darse situaciones violentas de las que le resulte difícil escapar".

Asimismo, ha realizado una comparación entre prostitutas y asistentes sexuales: "Pueden vivir situaciones semejantes a las de otras mujeres prostituidas. Las mujeres explotadas en estas practicas son adoctrinadas y se convierten en un objeto por medio del cual, el varón con discapacidad obtiene el beneficio, el placer buscado, como cualquier INCEL (célibes involuntarios que culpan a las mujeres de su sequia sexual, ya que creen que el deseo sexual debe ser satisfecho)".

El debate sigue abierto

Es una pescadilla que se muerde la cola, un bucle que se retroalimenta. La sociedad te repite por todos los canales posibles que nadie va a desearte, que no lo mereces por culpa de algo que no puedes controlar. Los límites de tu propio cuerpo no te permiten la autoexploración y no tienes acceso siquiera esa intimidad establecida, catalogada como "normal". Entonces, la prostitución parece la única salida para los "marginados" de lo estético, de lo deseable, pero -y esta es quizás la clave de todo- la prostitución explota a personas precarias y en situación de desigualdad. Y así, los mismos que marcan qué es lo bello son los que marcan quién merece consumirlo, cómo y dónde conseguirlo y quién lo ofrecerá, aunque no quiera hacerlo.

En la serie The New Pope también se representa el sexo con discapacitados. Y se hace bajo un halo celestial. Pero no hay belleza suficiente en el mundo para romantizar cómo una mujer accede por dinero a satisfacer las necesidades sexuales de hombres discapacitados. Tampoco hay suficiente ejercicio de caridad cristiana en Jesucristo para edulcorar la explotación de la mujer. Esto es una mayoría de mujeres pobres dando placer a hombres a cambio de dinero. La vida, en definitiva, no la dirige Paolo Sorrentino.