¡Cualquiera lo diría!, pero quien así se expresa en un artículo publicado este pasado sábado en El Confidencial -José Antonio Zarzalejos- ha sido beneficiado recientemente por una sentencia del Tribunal Supremo que condena a otro periodista -Federico Jiménez Losantos- a pagarle una indemnización de 100.000 euros por haber sido objeto de descalificaciones, expresadas contra él por este último, “sin la menor relación con el propósito de contribuir a formar una opinión pública libre y desvinculados de la información transmitida y sin justificación alguna” -argumenta el alto tribunal-.

Y digo que extraña sobremanera que alguien que ha sufrido en sus propias carnes exabruptos dirigidos hacia su persona, que haya acudido a los tribunales para defender su honor y que, finalmente, haya obtenido la satisfacción de una sentencia favorable, se exprese de la forma que lo hace contra personas que difieren de su forma de pensar en un tema tan sujeto a la disparidad de criterios como lo es el nombramiento de una determinada persona para colaborar en un programa de la televisión pública del que, además, han sido despedidos su presentadora y otros colaboradores de ideología progresista en una clara demostración -en este caso con mayores probabilidades de acertar en el calificativo- de “insidioso sectarismo”.

No me tengo por “desvergonzado”, ni por “machista”, ni por “injusto” y mucho menos pretendo encanallar el ambiente social y malmeter a la opinión pública, pero soy de la opinión -mal que le pese al ex director de ABC- de que la “excelencia intelectual” que adorna a la persona de Edurne Uriarte engalana, asimismo, a bastantes analistas políticos de este país con méritos más que sobrados para colaborar en la televisión pública y que si se ha elegido a ella -teniendo en cuenta los antecedentes con la presentadora y los colaboradores de este programa- pueden haber sido determinantes, en primer lugar, su ideología política -claramente expuesta por ella en su último libro, publicado por la fundación FAES que dirige Aznar, “Desmontando el progresismo”- y, en segundo ¡porqué no!, su “cercanía” con uno de los ministros de este Gobierno que demostró de lo que era capaz cuando cambió las leyes para hacerse con el control absoluto de RTVE.

Que José Antonio Zarzalejos opine lo que crea oportuno sobre Edurne Uriarte y su contratación como colaboradora de Los desayunos de TVE, pero que sea más cuidadoso con los calificativos que emplea contra los que puedan pensar de distinta forma que él porque, emulando a Shylock en la obra “El mercader de Venecia” de Shakespeare, le podríamos decir aquello de que si a los demás “nos pinchan, ¿acaso no sangramos? Si nos hacen cosquillas, ¿acaso no reímos? Si nos envenenan, ¿acaso no morimos?”.

Gerardo Rivas Rico es licenciado en Ciencias Económicas