En Murieron por encima de sus posibilidades, Isaki Lacuesta vuelve a demostrar que se trata de uno de los directores españoles más inquietos y originales de nuestro cine. En esta ocasión gira hacia la comedia esperpéntica con una película radical, de espíritu punk, totalmente libre, para lanzar una mirada desquiciada sobre la crisis, sin casarse con nadie, sin dar respuestas, tan solo exponiendo unas situaciones extremas que a pesar de su locura, o precisamente por ella, resultan del todo reales.


Hablamos con Isaki Lacuesta sobre Murieron por encima de sus posibilidades.



-Las producciones de tus películas siempre han tenido un proceso laborioso que te ha permitido mantener una independencia expresiva, pero en el caso de Murieron… ha tardado dos años rodarla. ¿Cómo ha sido el proceso?


Pues ya lo dices bien, ya. Muy laborioso. Nunca había hecho tantas cosas ni pedido tantos favores ni gastado tanta pasta. De todos modos, creo que el proceso de cualquier película es siempre muy laborioso, incluso el de las películas con ninguna independencia expresiva. De hecho, no termino de entender demasiado la correlación entre ambos conceptos.


En el caso de “Murieron”, partimos de la idea de rodar una película sin pedir subvenciones ni pasar a priori por el tubo de las televisiones.  En un momento en el que todo parecía condenarnos a pasar cuatro o cinco años sin conseguir rodar una película, nos buscamos la forma de seguir rodando y divirtiéndonos a lo largo de este tiempo que, si no, hubiéramos pasado en el paro sin derecho a cobrar al paro y pensando en cómo cortarnos las venas.  Poder ir rodando “Murieron” ha sido una tabla de salvación, hemos formado una gran familia. Veo el cine como un trabajo artesanal que requiere dedicación y constancia para seguir aprendiendo, y “Murieron”, que es tan caleidoscópica, nos ha permitido seguir ejercitándonos (a mí y a mi equipo) en territorios y formas a los que no se nos suponía predestinados.


-¿Cuándo y por qué te surge la idea de realizar la película?


Surge de leer los periódicos y ver los informativos y no saber si echarme a reír o a llorar, de encontrarlos menos serios que El Mundo Today, de hacer lista de espera y no ser atendido, de sentarme en Plaza Cataluña durante el 15M y comprobar que al final somos incapaces de imaginar una forma de vivir diferente y de llevarla a cabo, de escuchar conversaciones en los bares y en el tren… Una de estas conversaciones fue con un amigo mío, promotor inmobiliario arruinado y cineasta amateur, que registré en el corto “La matança del porc” (podéis encontrarlo en youtube). La película es prácticamente una transcripción de esas conversaciones, que a mi entender configuran un retrato de la España actual.



Integras un elenco de actores de muy diversa procedencia, ¿cómo conseguiste el ir contando con tan diversos actores, músicos…?


Fue lo más fácil de la película. Se dejaron convencer en seguida. Supongo que tenían menos trabajo del acostumbrado… Y la verdad es que, por lo general, la gente del cine, (como la del teatro, de la música, de la poesía, de la danza, de la pintura…) se apunta a un bombardeo. Fueron encantadores. Todo un lujo, poder trabajar con actores de escuelas y técnicas tan distintas.


-Es tu primera comedia, vía esperpento, ¿cómo te has sentido trabajando en este nuevo terreno?


Siempre disfruto mucho haciendo cosas que no sé hacer.


-En Murieron por encima… hay palos para todos para entregar una mirada bastante poliédrica sobre el desquiciamiento ciudadano con la crisis. Pero llama la atención, entre tantas cosas, que no caes en la idealización de la indignación, muestras sus fracturas, sus contradicciones.


Me gustan las narrativas poliédricas, degeneradas, desestructuradas… mirar las cosas desde distintos puntos de vista, ir cambiando de perspectiva. Y me aburre profundamente la indignación y la costumbre de quejarnos de todo sin aportar nada a cambio. Hemos pasado del “que inventen ellos” a “los culpables son los otros”. El género del panfleto puede llegar a interesarme, pero siempre y cuando sea un panfleto escrito contra sí mismo en el reverso, y se autodestruya a los diez segundos.



 -El tono esperpéntico de la película deforma la realidad para crear una crítica a través de la comicidad, pero permanece algo sombrío y desolador bajo todas las historias.


Supongo que me gustaría suscribir aquello de “en los entierros me río y en las fiestas lloro”, pero eso no acaba de encajar con mi temperamento.  Creo que nos toca actualizar lo que decía Valle Inclán: el esperpento ya no es un espejo deformante, sino normal, porque somos nosotros los que estamos completamente deformados, nuestra sociedad y nuestra forma de vivir. Y desde ese estado de ánimo sombrío intento hacer algo parecido a una comedia, negra, con topos de colores. Y es que los antidepresivos hacen maravillas, pero tampoco flipemos.


-No es tu primera película abiertamente política, pero sí la más militante pero no entras en grandes discursos, sino que expones situaciones desde una absurdidad demasiado real para invitar a la reflexión.


 Lástima. Lo siento.


- En tu filmografía, desde Cravan vs. Cravan, pasando por esa obra maestra que es La leyenda del tiempo o la excelente Los condenados, hasta La noche que no acaba o Los pasos dobles, ficción y documental han mostrado contornos bastante difusos. Murieron por encima…, en cambio, sí tiene, al menos a primera vista, una clara vocación de ficción pura (aunque todo provenga de la realidad más cruda).


Gracias por las palabras bonitas, de veras. Sí, “La matança del porc” es la cara documental y “Murieron” la cara de ficción. Quien esté acostumbrado a los telediarios y al periodismo patrio quizá no las distinga. Y ya que nombras “Los condenados”, aprovecho para decir que, aunque parezcan tan distintos, hay algunos diálogos de aquella película que se podrían montar con conversaciones de “Murieron”: hacer dialogar a Arturo Goetz, Raúl Arévalo, Daniel Danego, Albert Pla, Leonor Manso… son películas que hablan entre sí, y que ahora mismo siguen discutiendo.


-El desquiciamiento de los personajes y de las situaciones se relaciona perfectamente con la forma de la película, anárquica y muy libre, con una narración abierta y casi a modo episódico, ¿concebiste desde el principio que debía ser así?


Sí, está concebida desde el desquiciamiento. He tenido muchas y provechosas conversaciones con gente de la política y del mundo bancario: nunca me canso de preguntarles cómo funcionan las cosas, y si hubiéramos tratado de ser estrictamente realistas me temo que la película hubiera sido aún más inverosímil. Y luego es verdad que me encantan las películas, los cómics y los libros de episodios en los que las formas y el relato pueden cambiar a cada página. Que los personajes abran una puerta o una trampilla y no sepas a dónde (a qué película) van a ir a parar. De niño mi padre me ponía el Sargent Pepper y luego crecí escuchando el “White Album”, y tiendo a preferir los contrastes extremos a la sacrosanta coherencia de la unidad de estilo, que me parece un coñazo, previsible y arbitrario, mucho más arbitrario que el capricho, que al menos responde a una forma de goce.


-Con Murieron por encima… has conseguido unir una forma de hacer el cine libre y sin condicionamientos pero con aspecto (quizá más por los algunos de los actores) comercial, ¿te gusta ese aspecto híbrido?


Sí. Recuerdo aquel texto de Renoir en el que demostraba que la diferencia entre cine comercial y “de autor” no tenía nada que ver con el resultado en taquilla, sino con el aspecto externo, con las formas. Y me he divertido tomando prestados recursos de todos los sitios, del pop, del punk, de las series (españolas quiero decir, no las de HBO), Makoki, El Jueves, cine gore, melodramas… como cuando los niños entretienen el sábado disfrazándose con todo lo que encuentran en el armario de los padres. Lo que más me gustaría es hacer películas inesperadas que lleguen a públicos inesperados. Lo  interesante surge de la fricción. No sirve de nada (o al menos mí no me sirve) hacer películas conforme a las fórmulas de un supuesto cine de autor y acabar mostrándolas al público de un museo o festival que está esperando esas fórmulas y sale de la sala igual de satisfecho de sí mismo que antes de entrar. Intenté explicarle eso a Pere Portabella y no entendió un carajo, me dijo que él prefería las vitrinas.  En fin…  Eso ya lo he hecho, y creo que el concepto de cine de autor se ha sometido a un doble amoldamiento que me resulta muy incómodo: sumisión a la coherencia, por un lado (esa misma famosa “unidad de estilo” que 9 de cada 10 críticos invocan para poder agarrarse a algo) y a la lógica mercantil por el otro: es decir,  la noción del autor como tendero en cuya rebotica se vende siempre el mismo producto.  Si éste cineasta es pescadero es porque a aquel le toca vender carne. Frente a eso, prefiero el bazar de las sorpresas y el desorden. Que emitan en TVE el monólogo de Albert Pla en “Murieron” y nuestras secuencias de brocha gorda en la National Gallery. Deberíamos rozarnos más.