¿Qué razones podrían justificar que un Gobierno que está consiguiendo los mayores éxitos policiales contra ETA y su entorno, que ha descabezado una tras otras las sucesivas cúpulas de la banda  y cuando ha transcurrido un largo año y medio sin que se produzca un sólo atentado de la organización criminal y cuando, según los últimos barómetros del CIS, el terrorismo es percibido como problema por la población a los niveles más bajos de la historia, qué motivos pueden existir, repito, para que este Gobierno sea la diana de los dardos envenenados del “centro/derecha/reformista” de este país por la política antiterrorista que está llevando a cabo?

En ello estaba meditando, cuando distraídamente fijé mi mirada en una señora que portando una pequeña pancarta en la que se leía ZP=ETA estaba a mi lado aplaudiendo a rabiar a los intervinientes. La señora, sintiendo mi mirada, fijó la suya en la mía y me sacó de mi ensimismamiento diciendo: “Gerardo, tú eres Gerardo”. Ante mi asombro, repite, “sí tu eres Gerardo de la Facultad de Económicas, yo soy María, no te acuerdas de mí, hicimos la carrera juntos”. Escudriñé en mis recuerdos y, efectivamente, la señora entrada en años y kilos, era María, aquella jovencita de hace más de cuarenta años que compartió estudios conmigo. Recordé también que era, para entendernos en lenguaje actual, la pija del grupo. Aquella que cuando íbamos a manifestarnos contra el régimen franquista jugándonos el pellejo, ella nos recriminaba diciéndonos que vivíamos muy bien, que éramos unos rojos y no se cuantas cosa más. Y, efectivamente, parte de razón llevaba. En aquella época, los que estudiábamos en la Universidad éramos señoritos privilegiados del régimen. Pero, cosas de la juventud, algunos sentíamos que, justamente, aquella situación de privilegio de la que gozábamos una minoría era el ejemplo vivo de una gran injusticia.

María, aunque me había reconocido, a pesar del tiempo transcurrido, no recordaba, a buen seguro, la diferencia ideológica que en aquellos tiempos nos distanciaba, así que a los pocos minutos, ya me hablaba como si yo fuera “de los suyos”. Me comentó que en febrero había asistido a otra manifestación -convocada en aquella ocasión por Voces contra el Terrorismo- porque Zapatero se estaba entregando a los terroristas y rompiendo España.

Aquella señora, ¡quién lo diría!, que en los años sesenta le parecía una bobada manifestarse, hoy, sin embargo, lo hacía con verdadera fruición. Según me comentó, había sido reconocida por unas amigas en la retransmisión que la televisión pública de la Comunidad hacía de la manifestación. Y, que casualidad, cuando las cámaras la pillaron estaba gritando desaforadamente la palabra “Libertad”. ¡Ella, hoy, exigía libertad!. Qué inescrutable es la mente humana, demanda lo que ya tiene y no lo echa en falta cuando carece de ello. En fin, como yo en todo momento asentí a sus comentarios por ver hasta dónde llegaba, al final nos despedimos hasta la próxima manifestación. Dijo que me llamaría para ir juntos.

Bueno, y a todo esto lo de Zapatero y el terrorismo ¿qué? Pues nada, debió ser la excusa para reencontrarme con mi pasado y el de mi compañera de estudios y enfrentarme al presente de uno y de otro, tan distinto y, a la vez, tan igual a pesar del tiempo.

Gerardo Rivas Rico es Licenciado en Ciencias Económicas