Algo así ocurre con quienes muestran orgullosos una historia contemporánea sin mácula, como si los españoles hubiéramos discurrido siempre por caminos de rosas. El 24 de marzo es una de esas fechas que sacan los colores a los dictadores y a quienes los apoyan; es el Día Internacional de la Verdad, los Derechos Humanos y la Dignidad de las Víctimas, fecha que siempre se intenta enfocar hacia selvas remotas y desiertos lejanos donde unos desalmados hicieron salvajadas enormes a indios y sudacas, o a los negros que luego enterraban en fosas y barrancos entre lianas y monos, o junto a caminos transitados por las llamas del Machu-Pichu.

Pero esta es fecha también de denuncia y no podemos dejar de decir que estamos en el país líder en detenciones ilegales y desapariciones forzadas aún sin resolver. España aún tiene más de 113.000 desaparecidos, tan desaparecidos y tan asesinados como aquellos indios y sudacas, tirados por cunetas y barrancos castellanos, andaluces o valencianos sin contar los más de 30.000 niños robados que también son desaparecidos a los que además robaron su identidad.

Esta es la gran deuda que todos tenemos no sólo con las víctimas asesinadas y aún desaparecidas, sino con decenas de miles de muertos en vida, hermanos e hijos (padres, madres y viudas apenas quedan ya) que según los tratados internacionales también son víctimas vivas a las que se les debe Justicia y Reparación.

Es de hipócritas proclamar el dolor y apoyo total a las 900 víctimas recientes de ETA, hacer manifestaciones por los familiares de niños y jóvenes desaparecidos, dolor que no es humano dejar de entender y compartir, y negar el mismo trato a decenas de miles de antiguas víctimas que pasaron por el mismo trance y que a fuerza de verlos todos los días hemos convertido en víctimas de exclusión e invisibilidad, llegando al cinismo de condenar al único juez que intentó poner la Justicia a su servicio.

En fechas como esta, España queda aún más en entredicho. El prestigio de nuestra Justicia está por los suelos por este asunto, pero el cinismo social aumenta a medida que se vuelve a generalizar el “ahora no toca”. Sí toca, y más que nunca, apoyar a miles de ancianos a encontrar la paz que se procura para otros; no podemos seguir siendo la isla donde no impera la legislación internacional de los derechos humanos mientras presumimos de modernidad y democracia, incluso de cierto izquierdismo, dejando morir sin reparación a víctimas inocentes que también son nuestras víctimas.

Matías Alonso Blasco es coordinador del Grupo para la Recuperación de la Memoria Histórica (Fundació Societat i Progrés)